martes, 14 de agosto de 2007

tiempos de recuerdos

Sentado en una minúscula mesa, en un café en pleno centro de París, me asaltan los recuerdos, las largas tardes en un pequeño café en el centro histórico de la ciudad de México, me asaltan también las ganas de llorar, de decirle al mundo todo lo que en ese instante cruza por mi cabeza. Por supuesto que estar en París no es una bendición, además yo ni creo en las bendiciones, aclaro que en la ciudad de México, no conozco las cafeterías abiertas sobre las calles, tal como ocurre en París, pero recuerdo con cariño las tardes que fui pasando en ellas, allí en pleno centro histórico. En París puedes ver a los peatones que corren por sus calles, algunos alegres, otros un tanto extraviados en sus pensamientos o en ese mundo que en particular les puede ocasionar el peor de los estragos o quizá les redunde en las más locas historias jamás imaginadas, pero todo ello en aquellas calles. Entonces mi imaginación corre desprotegida a los días en la gran ciudad, a las mentadas de madre que un automovilista desesperado lanza como muestra de su impotencia porque no llegara a tiempo a su cita, a las constantes marchas por ese primer cuadro, donde todo mundo protesta, donde todo mundo saca sus pancartas para expresarse, o simplemente pasean desnudos por la ciudad, también las voces que en pleno zócalo hacen un reclamo por sus desgracias, por sus pobrezas, culpando al gobierno en turno de su mala suerte, culpando al gobierno extinto de sus malas decisiones, diciendo que le robaron en las ultimas elecciones al candidato de una supuesta izquierda, gente que va dejando los sueños en ese asfalto gris, oscuro, ardiente, allí mismo en el zócalo, observas como los danzantes "prehispánicos" recurren a ese mundo de sus antepasados para justificar sus penas o para dejarse llevar por ese encuentro un tanto mágico con la cultura, también se hacen limpias a manos de chamanes o brujos. París es otra cosa. Pero París no cuenta con la presencia de un vestigio arqueológico como lo puede ser el templo Mayor, o el Chac Mol esperando por cobrar vida, la ciudad es hermosa, inquieta, cuenta con un temple para el ruido, para los desajustes, para las nuevas aventuras, ciudad acostumbrada a las marchas, a las miles de pisadas diarias a través de sus calles, a todo ese andar inquieto que no tiene descanso, la ciudad tiene ese encanto mágico que una vez que estas lejos de ella, te sugiere volver. Entonces vuelves, conciente de tantas pasiones por ese entorno, después te marchas de nuevo hasta perderte en una dimensión extraordinaria. Sentado en una pequeña mesa de un café en París, donde el camarero se desvive por atenderte, recuerdo las mil cosas por las que tenido que cruzar para poder llegar hasta este instante, estoy completamente solo, más solo que la luna, pero se que en el fondo mis recuerdos siempre me acompañan.
Las calles de la ciudad están siempre acompañadas de voces, esas voces cantarinas que se pierden entre tanto embrujo de los espacios, luego los diferentes tonos al hablar, la gente del norte o la gente del sur que al encontrarse se dejan llevar por sus raíces, con sus tonos muy peculiares. Si vas por Garibaldi, la cosa se pone mucho mejor, porque puedes encontrar todos los ritmos posibles del país, música a todas horas, donde cada uno acude a sus recuerdos, se emborracha el alma, se pierde en las pasiones del cuerpo y entonces grita, grita en un solo tono, con una sola expresión, grita muy fuerte, "Vivas México cabrones", desde fuera del país esta frase llega, lega hasta el fondo de los sentimientos, es entonces que te dan ganas de volver, recuerdas a los amigos, te estremeces por todo, sabes que no existe mejor lugar que la casa de tus sueños, que los espacios diarios, los espacios donde siempre te sientes seguro, sin darle importancia a los problemas, los problemas siempre van a existir, debemos dejarlo para otro día eso es lo que nos decimos. Cantos de la gente que arrullan a la ciudad, el acelerar de los camiones los gritos de los vendedores ocasionales o el barrendero de las calles que se despierta muy temprano, para arrastra su carrito, para darle la primera voz a la mañana, gritando sin cansarse, "por hay su basura". En México, existen los pobres, así como las más pobres, los que menos tienen, como los que no tienen nada, se les nombra de mil maneras, andan de arriba abajo, todo el día por toda la ciudad, nunca se cansan. Pensé que en París, la práctica de la pobreza era una tarea prohibida, pero me equivoque de manera imperdonable, allá se les llama clochard, aunque cada uno con sus conocimientos del idioma pueda decir mil definiciones, en fin que también tienes ladrones que para adueñarse de lo que no les pertenece, rompen los vidrios de los carros, en fin el mundo de París o el mundo de primer nivel puede resultar todo un espejismo. París una ciudad de primer mundo con sus barrios que dan la sensación de no haber cambiado en los últimos años, siguen seguramente como muchos años atrás, quizá 20, por supuesto que no puedo hablar con absoluta seguridad de todo esto, lo importante allí es que existe el respeto, la gente en ese afán de una vida libre, convierte su vida en algo privado, convirtiendo a la ciudad en una especie anónima de existencia. Barrios pueblerinos es lo que encuentras en Paris. Al caminar por las calles se vive en una espacio de tiempo que no es pasado ni futuro, un presente que es otro presente, así es la vida allí en esos entornos. Donde existe la igualdad social, donde la libertad sexual les da un carácter de libertad, donde muchas cosas dejan de tener sexualidad, donde se puede descubrir un sentido diferente para la vida. Entonces veo caminar a hombres y mujeres por las calles de París, me pregunto tantas cosas, pero me intriga más si es que establecemos diferencias entre la sexualidad de los humanos, designando para cada uno, hombre o mujer, la terminación correspondiente, así que es posible que el tiempo del hombre, es diferente al de la mujer, me refiero con esto al sentimiento del tiempo, no a las definiciones diarias que de el tenemos. Allí no existe trampa alguno, el tiempo no tiene sexualidad, como tampoco es posible fuera de los aspectos biológicos decir que los hombres somos diferentes de las mujeres, porque cada uno es un pensamiento de su existencia, la escritura, la que se hace en verdad tampoco tiene sexo. Recordando tantas cosas entre una ciudad u otra, estoy sentado en un pequeño café de París, estoy apunto de explotar…

« Hélas, c'est pas le temps qui passe
C'est nous qui passons «


No hay comentarios: