sábado, 23 de mayo de 2009

Tentaciones

Tentaciones

Luego de tantas pasiones malogradas, Antonio entiende que es el momento de terminar. No es fácil quitarse de encima las confusiones, pero existe un momento para reinventarse, para soñar con la posibilidad de otra vida, para creer en otras pasiones, y sobre todo pensar que se puede llegar a la otra orilla; extinguir ese amor es como matarla a ella, a Eugenia. Antonio se deja llevar por una serie de rituales, no contesta el teléfono cuando Eugenia le llama, las cartas que ella le escribió, decide quemarlas, borra de la laptop las fotos que se tomaron en sus encuentros secretos. Las cartas se han reducido a cenizas, y entonces otro ritual más, Antonio decide guardar las cenizas para cuando este de nuevo en la playa, piensa arrojar las cenizas al mar y que estas naveguen hasta perderse, luego cuando estén ajenas de la vista, se eleven hasta llegar al infinito, para que tengan su aventura cósmica. La melancolía se hace patente, Antonio decide que es tiempo de cocinar, por lo que una vez guardadas las cenizas, decidí ir de compras. A Carla le apasiona el cine, aunque siempre esta pensando en la próxima aventura, es amante de los viajes.


Antonio conoció a Carla en el aeropuerto de Monterrey. Después de varios días de confusión decidió que no había nada mejor que salir de la ciudad, lo más común es que se fuera a la playa, pero esta vez le pareció que la mejor decisión no estaba en dejarse arrullar por el son del mar. La necesidad de ambos los había impulsado a este encuentro, ellos tan solo habían intercambiado el sonido de sus voces unas cuantas veces mediante las llamadas por teléfono, nunca se habían visto, pero estaban dispuestos a todo con tal de encontrarse por el rumbo de la felicidad. El miedo se estaba haciendo presa de los dos, por un lado ella no entendía que estaba haciendo allí en medio de un aeropuerto, la idea de entrevistarse con un desconocido seguro que era emocionante, pero después de la demora del vuelo; ella llego a pensar que lo mejor era irse, por otra parte Antonio, pensó que estaba metido en una situación sin remedio, desde hacía unos meses se había abandonado a su suerte, así que si las cosas eran por suerte, era casi seguro que tendría que moverse por la ciudad en compañía de su soledad.

La idea de recuperar a Eugenia era por demás imposible, ella había decidido irse a estudiar a otro país, el abandono era su costumbre, habían pasado más de siete años en una ausencia casi diaria, pero se podía decir que estaban juntos, eso si cuando decidían verse tenían que dejarse llevar por la clandestinidad, pues seguro que Nicolás el esposo de Eugenia no aprobaría tales pasiones. Las ocasiones ideales siempre se presentan, Eugenia le había prometido a Antonio que pasarían una semana inolvidable antes de su partida a su nueva residencia, por supuesto que todo ello lo emocionaba, aunque no por eso dejaba de sentirse triste y solo. Recuperar a Eugenia, requería un doble esfuerzo, porque también resultaba evidente esa necesidad de recuperarse, de hacerlo tendría que salir del país, regresar al otro del mundo, su experiencia anterior le robaban esos deseos, nada mejor como estar en casa, así que lo mejor era no verse más y quedarse con el recuerdo de tantas otras veces que se habían encontrado, quizá el recuerdo tendría más importancia que un último encuentro sexual, un encuentro de deseos y pasiones que para ellos ya estaban prohibidos. Antonio conoció a Ursula en Paris, después de un recital poético, donde ambos participaron, sus miradas se encuentran en medio de las luces tenues, Ursula era la mujer ideal, al menos con la que él siempre había soñado, mujer blanca, cabello ensortijado, ojos tornasoles, aunque se podría jurar que eran más verdes que nada; ella le regala uno de sus libros, su sonrisa termina por seducirlo, él le pide que le ponga una dedicatoria en la primera pagina, luego se quedan conversando durante el resto de la velada y sin proponerlo siquiera inician el más hermoso de los romances, romance al que después tratan de encontrarle una salida. Pero ante tal enamoramiento esas salidas son imposibles. Antonio la encontró muchas veces, oliéndose las axilas o acariciándose el sexo, ella era sensual, alegre, única, muy selectiva con la música, y de cuando en cuando escuchaba As time goes by, entre melodías y copas de un buen vino francés, Ursula se sentía el personaje de una película, mientras que Antonio era el ser más feliz de esta tierra. Por la mañana, después de muchos días, Antonio toma el avión de vuelta a México y regresa a casa donde Carla, su esposa lo espera. Esa noche sentía estar perdido en los versos de Ursula, es como si estuviera aún con ella, al cerrar los ojos la veía con sus dedos en medio de su sexo y no dejaba de olerse. Era imposible seguir así, no debe, no tiene sentido porque esta con Carla, porque ella siempre se muestra generosa, lo escucha, le ayuda con todos sus problemas y siempre es incondicional, pero sobre todo porque la ama, Carla no merece que la engañe, así que Antonio decide no volver a encontrarse con Ursula, es la única salida y si la próxima vez coinciden en un recital, él preferiría no ir.

Otra vez esos sentimientos de soledad, sin duda es tiempo de cocinar, así que una vez que regresa de las compras, pone los ingredientes sobre la mesa, luego los mezcla, pone las yemas de los dedos en ellos, los presiona, aspira sus aromas, recuerda innumerables versos y su sexo y su boca , así como esa sonrisa única y la intensidad de su mirada, esos ojos tornasoles que bien podría jurar que solo son verdes, esa última noche juntos, después de llegar a la ciudad, juntos en el departamento de ella. Ursula que estaba por mudarse, que le seducía la vida al otro lado del mundo, quedaban pocos muebles, la mayoría los había regalado a unos cuantos amigos, le restaba vender el departamento e irse Lille, al norte de Francia. Antonio le acariciaba el cabello, mientras ella se olía las axilas, estaba excitada con la vida, se sentía plena. Abrieron una botella de vino que había viajado con ellos desde Paris, se la bebieron toda. Ella esta inmersa en su mundo, sus versos no la dejaban en paz, pero al mismo tiempo estaba perdida, de espaldas a Antonio, recargada en su ventana.

Antonio se siento confundido, las lagrimas se le escapan, mete la cabeza entre sus manos, en realidad no tiene ganas de cocinar, ni de estar triste, no tiene ganas de nada, se siente culpable, le cuesta trabajo entender la realidad.

— Ven conmigo a Lille, Antonio. Allí no tendremos que escondernos de nadie.
— No puedo Ursula. Sabes bien que no puedo.
— ¿Alguna ves serás en verdad libre, te atreverás a realizar lo que deseas? Es claro que no deseas estar con ella, y que me deseas.
— No voy a abandonarla, no puedo, ni quiero, no es algo fácil.
— Tus miedos son los que te condenan Antonio.

La idea de irse, el arriesgarse, era un tormento constante, si bien Ursula era la mujer con la que siempre había soñado, no la conocía del todo, era fuego con la pasión, llena de gracia, pero al mismo tiempo representaba una gran incertidumbre y él sentía que ya no tenía más fuerzas para aventurarse, para empezar de nuevo; no quería tener culpas, ni decepcionar a nadie, las cosas estaban bien, Ursula podía entender lo que estaba pasando, así que era mejor no llamar a la culpa. Termino de cocinar. Los recuerdos lo hicieron presa enseguida, no se había desecho aún de las cenizas de aquellas cartas quemadas meses atrás y si un día las encontraba por error Carla, que explicación podría darle, era importante cumplir con la planeado, entre más rápido mucho mejor.

Antonio piensa en lo feliz que esta Carla con su regreso. Piensa en todas las tardes que han pasado juntos, en los innumerables viajes que han hecho, en la próxima aventura por New Orleáns, siempre un sitio diferente para cautivarse, le hace feliz verla feliz y ella disfruta mucha de la manera como se quieren. Cuando Antonio vuelve a casa después de verse con Ursula, llega con un entusiasmo desbordante, Antonio cocinaba antes cuando estaba depresivo, cuando la soledad le arremetía con tal fuerza, que era la única forma de escaparse de su absurda realidad, pero ahora, sobre todo después de conocer a Ursula, tiene la necesidad de una receta diferente, es necesario distraerla, no permitir que ella lo huela, porque seguro huele al cuerpo, a las axilas, al sexo de Ursula. Así que salir con Ursula se ha convertido en un riesgo, en una necesidad, porque solo así él se siente completo y puede ofrecerle a Carla el hombre que ella desea. Una fragancia especial se desprende del cuerpo de Ursula, su cuerpo emana una leche espumosa. Suena el teléfono. Antonio corre a contestar, en el camino tropieza con la mesa y tira un libro, de el se desprende un pañuelo con las cenizas de esas viejas cartas, levanta el teléfono.

— ¿Carla? Amor…¿Cómo van las cosas?
— Bien… de verdad todo va muy bien… pero llegaré un poco tarde, tengo algunas urgencias y además el trabajo se a cargado.
— Amor, te estoy preparando algo especial, una pequeña sorpresa, por favor no demores.
— Tú siempre me sorprendes cariño…así que tendrá que dejar el trabajo para más tarde y así no te hago esperar.

Antonio esta desbordado, tiene muchos ímpetus, pronto ofrecerá un recital y estar por publicar su nuevo trabajo. Tiene claro que el amor perfecto es imposible, que se necesita de una serie de circunstancias para que las cosas adquieran sentido. Era necesario entender que no se puede tener todo en la vida. Lo mejor le decía su madre es quedarse con la mujer que más te quiera y no con la que tú más quieras, eso siempre es un error. Así que Antonio, pensó que lo mejor era tomar los consejos de su madre, tenía que olvidarse de Ursula; se le escapo una sonrisa cómplice de sus decisiones. Por supuesto que Antonio hubiera deseado, en el supuesto de que el hubiera tenga una existencia válida, que una de las dos, Carla o Ursula, tuvieran el valor de tomar una decisión por él y así facilitarle la vida, por supuesto que esa situación era poco menos que imposible. Que él no tuviera que elegir, le resultaba muy cómodo, evadir la confusión entre ser libre o ser cobarde, entre ser el culpable o seguir la naturaleza de su voz interior. Pero esas historias en las que una doncella toma la decisión por su caballero solo se dan en las películas que dicho sea de paso ya no son tan comunes. No había esperanza lo que él decidiera hacer, solo correspondía a su total responsabilidad y era algo con lo que él tendría que vivir el resto de sus días.

Antonio recogió las cenizas que estaban aún en el suelo. Las regresa al lugar de privilegio que les había asignado en el libro. Piensa que ya es hora de depositarlas en el mar, quizá en la próxima presentación de su libro aproveche la oportunidad y las deje en libertad para que estas realicen ese viaje cósmico que les ha prometido. Comienza a poner los utensilios en la mesa, esta vez ha pensado en todo, incluso hasta el más mínimo de los detalles fue salvado con buen gusto. Piensa que el vino que han traído desde Santiago, es el que más armoniza con la ocasión. Suena de nuevo el teléfono.


— ¿Sí?
— Antonio, esta noche me voy. Te he comprado el boleto, te espero en el Aeropuerto, el departamento ya me lo han liquidado, lo entregue esta tarde.
— No puedo Ursula. En verdad que no puedo.
— Te espero en el Aeropuerto, agotare hasta el último segundo, ojalá y te decidas y logres vencer tus miedos.
— No iré Ursula. No iré porque ahora que tú te vas yo voy a quedarme con Carla, como debe de ser, como debió ser desde un principio. Para mí tú no existes, eres un sueño, un hermoso verso y nada más.


Antonio tiembla durante un buen rato, se debate, tomar una decisión nunca le ha resultado fácil, pero esta vez esta claro, la ha dejado, han terminado. Desde hoy Ursula ya no existe, ahora solo tiene que esperar que el tiempo haga lo suyo y desaparezca por completo, que sus olores ya no lo castiguen, que la humedad de su sexo no lo trastorne. Deja rodar unas lágrimas, para después secarlas con rapidez, se siente pleno, invadido por una paz que ya lo desconocía. Allí esta la salida a todo esto, a lo que le parecía imposible, es como si nada hubiera pasado, ahora sabe que puede empezar de nuevo, desde cero, no tiene necesidad de fingir con Carla, pero debe fingir que con Ursula nada de esto ocurrió. Ahora se siente completo, dueño de la situación, esta seguro de poderse entregar a Carla sin temores.


Antes de servir la comida, decide checar su correo. Las noticias malas siempre llegan, no importa como, pero de alguna forma te enteras. Lee asombrado que Eugenia perdió la vida en el aeropuerto de Barajas. Su mente se revuelve, lo tranquilo de sus sueños, su pronta solución ante los obstáculos de la vida, le parecen una burla. Imagina el rostro de Eugenia un poco antes morir, esa imagen lo aterra. Recuerda que él le juro que jamás se separarían. Sintió ganas de bailar, de abandonarse a su suerte. Saco del libro las cenizas de esas antiguas cartas, las apretó contra su pecho. Estaba claro, era hora de dejarlas viajar, de despedirse para siempre de ellas. Tenía ganas de que Carla llegara a casa, deseaba decirle lo mucho que la quería y lo imposible que le resultaba vivir sin ella. Esta vez bailarían y brindarían como el primer día en que se vieron, después irán a la cama para convertirse en uno solo, en medio de la llama del amor. Ella nunca va a sospechar que en su vida hubo alguien más y ya nada los podrá separar. Para ese momento Ursula estaría volando, al encuentro de su vida en el viejo mundo.


Carla llega a casa. De última hora las cosas se complicaron, llego al hospital un paciente que se retorcía de los dolores en el epigastrio. En casa la mesa esta servida, pero no ve por ningún lado a Antonio, lo llama, pero es inútil, pues el no responde. En una de las sillas, un sobre con unas cenizas permanece olvidado. Carla se acerca a la mesa, se encuentra con una nota escrita con una letra un tanto confusa.
Carla, surgió una emergencia, mi amigo el Vasco sufrió un accidente, he tenido que ir a verle. No se cuanto me tarde en regresar, pero ten por seguro que te llamare en cuanto llegue. Espero que te guste la comida y perdona que hubiera abierto el vino, pero bien sabes que no puedo resistir tal tentación.

Tentaciones

Tentaciones

Luego de tantas pasiones malogradas, Antonio entiende que es el momento de terminar. No es fácil quitarse de encima las confusiones, pero existe un momento para reinventarse, para soñar con la posibilidad de otra vida, para creer en otras pasiones, y sobre todo pensar que se puede llegar a la otra orilla; extinguir ese amor es como matarla a ella, a Eugenia. Antonio se deja llevar por una serie de rituales, no contesta el teléfono cuando Eugenia le llama, las cartas que ella le escribió, decide quemarlas, borra de la laptop las fotos que se tomaron en sus encuentros secretos. Las cartas se han reducido a cenizas, y entonces otro ritual más, Antonio decide guardar las cenizas para cuando este de nuevo en la playa, piensa arrojar las cenizas al mar y que estas naveguen hasta perderse, luego cuando estén ajenas de la vista, se eleven hasta llegar al infinito, para que tengan su aventura cósmica. La melancolía se hace patente, Antonio decide que es tiempo de cocinar, por lo que una vez guardadas las cenizas, decidí ir de compras. A Carla le apasiona el cine, aunque siempre esta pensando en la próxima aventura, es amante de los viajes.


Antonio conoció a Carla en el aeropuerto de Monterrey. Después de varios días de confusión decidió que no había nada mejor que salir de la ciudad, lo más común es que se fuera a la playa, pero esta vez le pareció que la mejor decisión no estaba en dejarse arrullar por el son del mar. La necesidad de ambos los había impulsado a este encuentro, ellos tan solo habían intercambiado el sonido de sus voces unas cuantas veces mediante las llamadas por teléfono, nunca se habían visto, pero estaban dispuestos a todo con tal de encontrarse por el rumbo de la felicidad. El miedo se estaba haciendo presa de los dos, por un lado ella no entendía que estaba haciendo allí en medio de un aeropuerto, la idea de entrevistarse con un desconocido seguro que era emocionante, pero después de la demora del vuelo; ella llego a pensar que lo mejor era irse, por otra parte Antonio, pensó que estaba metido en una situación sin remedio, desde hacía unos meses se había abandonado a su suerte, así que si las cosas eran por suerte, era casi seguro que tendría que moverse por la ciudad en compañía de su soledad.

La idea de recuperar a Eugenia era por demás imposible, ella había decidido irse a estudiar a otro país, el abandono era su costumbre, habían pasado más de siete años en una ausencia casi diaria, pero se podía decir que estaban juntos, eso si cuando decidían verse tenían que dejarse llevar por la clandestinidad, pues seguro que Nicolás el esposo de Eugenia no aprobaría tales pasiones. Las ocasiones ideales siempre se presentan, Eugenia le había prometido a Antonio que pasarían una semana inolvidable antes de su partida a su nueva residencia, por supuesto que todo ello lo emocionaba, aunque no por eso dejaba de sentirse triste y solo. Recuperar a Eugenia, requería un doble esfuerzo, porque también resultaba evidente esa necesidad de recuperarse, de hacerlo tendría que salir del país, regresar al otro del mundo, su experiencia anterior le robaban esos deseos, nada mejor como estar en casa, así que lo mejor era no verse más y quedarse con el recuerdo de tantas otras veces que se habían encontrado, quizá el recuerdo tendría más importancia que un último encuentro sexual, un encuentro de deseos y pasiones que para ellos ya estaban prohibidos. Antonio conoció a Ursula en Paris, después de un recital poético, donde ambos participaron, sus miradas se encuentran en medio de las luces tenues, Ursula era la mujer ideal, al menos con la que él siempre había soñado, mujer blanca, cabello ensortijado, ojos tornasoles, aunque se podría jurar que eran más verdes que nada; ella le regala uno de sus libros, su sonrisa termina por seducirlo, él le pide que le ponga una dedicatoria en la primera pagina, luego se quedan conversando durante el resto de la velada y sin proponerlo siquiera inician el más hermoso de los romances, romance al que después tratan de encontrarle una salida. Pero ante tal enamoramiento esas salidas son imposibles. Antonio la encontró muchas veces, oliéndose las axilas o acariciándose el sexo, ella era sensual, alegre, única, muy selectiva con la música, y de cuando en cuando escuchaba As time goes by, entre melodías y copas de un buen vino francés, Ursula se sentía el personaje de una película, mientras que Antonio era el ser más feliz de esta tierra. Por la mañana, después de muchos días, Antonio toma el avión de vuelta a México y regresa a casa donde Carla, su esposa lo espera. Esa noche sentía estar perdido en los versos de Ursula, es como si estuviera aún con ella, al cerrar los ojos la veía con sus dedos en medio de su sexo y no dejaba de olerse. Era imposible seguir así, no debe, no tiene sentido porque esta con Carla, porque ella siempre se muestra generosa, lo escucha, le ayuda con todos sus problemas y siempre es incondicional, pero sobre todo porque la ama, Carla no merece que la engañe, así que Antonio decide no volver a encontrarse con Ursula, es la única salida y si la próxima vez coinciden en un recital, él preferiría no ir.

Otra vez esos sentimientos de soledad, sin duda es tiempo de cocinar, así que una vez que regresa de las compras, pone los ingredientes sobre la mesa, luego los mezcla, pone las yemas de los dedos en ellos, los presiona, aspira sus aromas, recuerda innumerables versos y su sexo y su boca , así como esa sonrisa única y la intensidad de su mirada, esos ojos tornasoles que bien podría jurar que solo son verdes, esa última noche juntos, después de llegar a la ciudad, juntos en el departamento de ella. Ursula que estaba por mudarse, que le seducía la vida al otro lado del mundo, quedaban pocos muebles, la mayoría los había regalado a unos cuantos amigos, le restaba vender el departamento e irse Lille, al norte de Francia. Antonio le acariciaba el cabello, mientras ella se olía las axilas, estaba excitada con la vida, se sentía plena. Abrieron una botella de vino que había viajado con ellos desde Paris, se la bebieron toda. Ella esta inmersa en su mundo, sus versos no la dejaban en paz, pero al mismo tiempo estaba perdida, de espaldas a Antonio, recargada en su ventana.

Antonio se siento confundido, las lagrimas se le escapan, mete la cabeza entre sus manos, en realidad no tiene ganas de cocinar, ni de estar triste, no tiene ganas de nada, se siente culpable, le cuesta trabajo entender la realidad.

— Ven conmigo a Lille, Antonio. Allí no tendremos que escondernos de nadie.
— No puedo Ursula. Sabes bien que no puedo.
— ¿Alguna ves serás en verdad libre, te atreverás a realizar lo que deseas? Es claro que no deseas estar con ella, y que me deseas.
— No voy a abandonarla, no puedo, ni quiero, no es algo fácil.
— Tus miedos son los que te condenan Antonio.

La idea de irse, el arriesgarse, era un tormento constante, si bien Ursula era la mujer con la que siempre había soñado, no la conocía del todo, era fuego con la pasión, llena de gracia, pero al mismo tiempo representaba una gran incertidumbre y él sentía que ya no tenía más fuerzas para aventurarse, para empezar de nuevo; no quería tener culpas, ni decepcionar a nadie, las cosas estaban bien, Ursula podía entender lo que estaba pasando, así que era mejor no llamar a la culpa. Termino de cocinar. Los recuerdos lo hicieron presa enseguida, no se había desecho aún de las cenizas de aquellas cartas quemadas meses atrás y si un día las encontraba por error Carla, que explicación podría darle, era importante cumplir con la planeado, entre más rápido mucho mejor.

Antonio piensa en lo feliz que esta Carla con su regreso. Piensa en todas las tardes que han pasado juntos, en los innumerables viajes que han hecho, en la próxima aventura por New Orleáns, siempre un sitio diferente para cautivarse, le hace feliz verla feliz y ella disfruta mucha de la manera como se quieren. Cuando Antonio vuelve a casa después de verse con Ursula, llega con un entusiasmo desbordante, Antonio cocinaba antes cuando estaba depresivo, cuando la soledad le arremetía con tal fuerza, que era la única forma de escaparse de su absurda realidad, pero ahora, sobre todo después de conocer a Ursula, tiene la necesidad de una receta diferente, es necesario distraerla, no permitir que ella lo huela, porque seguro huele al cuerpo, a las axilas, al sexo de Ursula. Así que salir con Ursula se ha convertido en un riesgo, en una necesidad, porque solo así él se siente completo y puede ofrecerle a Carla el hombre que ella desea. Una fragancia especial se desprende del cuerpo de Ursula, su cuerpo emana una leche espumosa. Suena el teléfono. Antonio corre a contestar, en el camino tropieza con la mesa y tira un libro, de el se desprende un pañuelo con las cenizas de esas viejas cartas, levanta el teléfono.

— ¿Carla? Amor…¿Cómo van las cosas?
— Bien… de verdad todo va muy bien… pero llegaré un poco tarde, tengo algunas urgencias y además el trabajo se a cargado.
— Amor, te estoy preparando algo especial, una pequeña sorpresa, por favor no demores.
— Tú siempre me sorprendes cariño…así que tendrá que dejar el trabajo para más tarde y así no te hago esperar.

Antonio esta desbordado, tiene muchos ímpetus, pronto ofrecerá un recital y estar por publicar su nuevo trabajo. Tiene claro que el amor perfecto es imposible, que se necesita de una serie de circunstancias para que las cosas adquieran sentido. Era necesario entender que no se puede tener todo en la vida. Lo mejor le decía su madre es quedarse con la mujer que más te quiera y no con la que tú más quieras, eso siempre es un error. Así que Antonio, pensó que lo mejor era tomar los consejos de su madre, tenía que olvidarse de Ursula; se le escapo una sonrisa cómplice de sus decisiones. Por supuesto que Antonio hubiera deseado, en el supuesto de que el hubiera tenga una existencia válida, que una de las dos, Carla o Ursula, tuvieran el valor de tomar una decisión por él y así facilitarle la vida, por supuesto que esa situación era poco menos que imposible. Que él no tuviera que elegir, le resultaba muy cómodo, evadir la confusión entre ser libre o ser cobarde, entre ser el culpable o seguir la naturaleza de su voz interior. Pero esas historias en las que una doncella toma la decisión por su caballero solo se dan en las películas que dicho sea de paso ya no son tan comunes. No había esperanza lo que él decidiera hacer, solo correspondía a su total responsabilidad y era algo con lo que él tendría que vivir el resto de sus días.

Antonio recogió las cenizas que estaban aún en el suelo. Las regresa al lugar de privilegio que les había asignado en el libro. Piensa que ya es hora de depositarlas en el mar, quizá en la próxima presentación de su libro aproveche la oportunidad y las deje en libertad para que estas realicen ese viaje cósmico que les ha prometido. Comienza a poner los utensilios en la mesa, esta vez ha pensado en todo, incluso hasta el más mínimo de los detalles fue salvado con buen gusto. Piensa que el vino que han traído desde Santiago, es el que más armoniza con la ocasión. Suena de nuevo el teléfono.


— ¿Sí?
— Antonio, esta noche me voy. Te he comprado el boleto, te espero en el Aeropuerto, el departamento ya me lo han liquidado, lo entregue esta tarde.
— No puedo Ursula. En verdad que no puedo.
— Te espero en el Aeropuerto, agotare hasta el último segundo, ojalá y te decidas y logres vencer tus miedos.
— No iré Ursula. No iré porque ahora que tú te vas yo voy a quedarme con Carla, como debe de ser, como debió ser desde un principio. Para mí tú no existes, eres un sueño, un hermoso verso y nada más.


Antonio tiembla durante un buen rato, se debate, tomar una decisión nunca le ha resultado fácil, pero esta vez esta claro, la ha dejado, han terminado. Desde hoy Ursula ya no existe, ahora solo tiene que esperar que el tiempo haga lo suyo y desaparezca por completo, que sus olores ya no lo castiguen, que la humedad de su sexo no lo trastorne. Deja rodar unas lágrimas, para después secarlas con rapidez, se siente pleno, invadido por una paz que ya lo desconocía. Allí esta la salida a todo esto, a lo que le parecía imposible, es como si nada hubiera pasado, ahora sabe que puede empezar de nuevo, desde cero, no tiene necesidad de fingir con Carla, pero debe fingir que con Ursula nada de esto ocurrió. Ahora se siente completo, dueño de la situación, esta seguro de poderse entregar a Carla sin temores.


Antes de servir la comida, decide checar su correo. Las noticias malas siempre llegan, no importa como, pero de alguna forma te enteras. Lee asombrado que Eugenia perdió la vida en el aeropuerto de Barajas. Su mente se revuelve, lo tranquilo de sus sueños, su pronta solución ante los obstáculos de la vida, le parecen una burla. Imagina el rostro de Eugenia un poco antes morir, esa imagen lo aterra. Recuerda que él le juro que jamás se separarían. Sintió ganas de bailar, de abandonarse a su suerte. Saco del libro las cenizas de esas antiguas cartas, las apretó contra su pecho. Estaba claro, era hora de dejarlas viajar, de despedirse para siempre de ellas. Tenía ganas de que Carla llegara a casa, deseaba decirle lo mucho que la quería y lo imposible que le resultaba vivir sin ella. Esta vez bailarían y brindarían como el primer día en que se vieron, después irán a la cama para convertirse en uno solo, en medio de la llama del amor. Ella nunca va a sospechar que en su vida hubo alguien más y ya nada los podrá separar. Para ese momento Ursula estaría volando, al encuentro de su vida en el viejo mundo.


Carla llega a casa. De última hora las cosas se complicaron, llego al hospital un paciente que se retorcía de los dolores en el epigastrio. En casa la mesa esta servida, pero no ve por ningún lado a Antonio, lo llama, pero es inútil, pues el no responde. En una de las sillas, un sobre con unas cenizas permanece olvidado. Carla se acerca a la mesa, se encuentra con una nota escrita con una letra un tanto confusa.
Carla, surgió una emergencia, mi amigo el Vasco sufrió un accidente, he tenido que ir a verle. No se cuanto me tarde en regresar, pero ten por seguro que te llamare en cuanto llegue. Espero que te guste la comida y perdona que hubiera abierto el vino, pero bien sabes que no puedo resistir tal tentación.

TIM BURTON'S VINCENT featuring edgar alan poe's the raven

miércoles, 20 de mayo de 2009

sábado, 9 de mayo de 2009

Memorias...


¿Se pueden inventar las pasiones inmemorables de la niñez perdida? Pocas cosas puedo recordar de la niñez, el patio de la casa que se me hacía gigante, los combates con los primos, donde invariablemente la lucha libre estaba presente, yo era el Santo, aunque a las orillas del río me convertía en Tarzan. ¿La casa?, nada, era un cuadro de cuatro por cuatro, no se porque pero la gente construía sus casas en un cuadro de cuatro por cuatro, en ese espacio, teníamos el comedor y los dormitorios, el baño estaba al exterior, al igual que la cocina, se puede decir que casi al aire libre, la construcción de dichas imágenes no es compleja, porque aún se ven ese tipo de construcciones en los patios de la ciudad que he crecido. Pero mis deseos van de la mano de la pasión de aquellas noches casi a oscuras, noches alumbradas por los desechos fósiles de los dinosaurios y que en casa teníamos un quinqué, hoy en día eso debe ser una extravagancia para muchos, aunque más bien es un artefacto desconocido, incluso conseguir petróleo ya resulta ser una tarea titánica. En las casas donde se vendía el petróleo, tenían unos tambos de doscientos litros, un gran embudo y una bomba mecánica con la cual extraían el liquido que nos despachaban, por supuesto que yo no imaginaba que en mi bote traía restos de dinosaurios y algunos otros desechos fósiles, de haberlo sabido, seguro me pongo a inventar historias. El olor del petróleo era muy peculiar y de aspecto más bien grasoso. En las manos te quedaba una sensación sedosa, pero la piel terminaba por resecarse. Con unas cuantas imágenes es posible reconstruir los recuerdos, armar el trama de un pasado, solo que desde siempre he tenido una mente que lo enreda todo y no se detiene ante la idea de averiguar si ese pasado corresponde a la realidad. Un barrio de callejones oscuros, eso si, no había pavimento, con dificultad te encontrabas con un carro a no ser que fuera el de la Pepsi, la Coca allí no tenía tanto éxito. En ocasiones me da por poner casa donde nunca habían existido, me da por poner personas y alego que siempre estuvieron allí, que no es posible el haberlas olvidado.

Por supuesto que en aquella infancia no teníamos problemas por si la luz, como la conocemos ahora, decidía irse. Tampoco existía esa fijación por tanto juego moderno, por lo general nos reuníamos en las tardes y los más viejos contaban sus historias, no hacían las versiones tan renombradas de las revistas como Lágrimas y Risas o Memín Pinguin o la Familia Burron. Dibujábamos en el suelo, algún juego o ya en la oscuridad nos atrapaba la idea de jugar a las escondidas, al tú las traes, que dicho sea de paso nos regalaba excelentes condiciones físicas porque no entiendo como pero corríamos y corríamos sin cansarnos, tampoco fuimos niños obesos. Por supuesto que ahora, todos queremos una moderna consola de juegos, en fin es como si aquello nunca hubiera tenido lugar y solo es posible entre suspiros. Noches olorosas a luz carbonizada, esa prehistoria que nos acompaño en cientos de tareas. La cosa en aquel tiempo no requería de televisores, nos divertimos a lo grande, tampoco añoro de forma desmedida la infancia casi a oscuras, las bondades de la memoria me hacen transformarlo todo y entonces me parece un lugar mágico, pero sin el incandescente parloteo entre la noche y esa necesidad de iluminarlo todo, claro que la mayor parte del mundo ya conocía las bondades de la luz eléctrica, incluso nosotros. En el barrio de a lado, seguro que nos veían como retrasados, pues ellos disfrutaban de unas pequeñas luciérnagas que los alumbraban todo el tiempo y tenían instalados en las salas de su casa un gran televisor que tardaba media hora en calentarse y otra media hora para sintonizar más o menos un conocido canal. A esas casas fuimos para ver las películas del Santo, ya no recuerdo cuanto nos cobraban, pero valía la pena el pago, pues por las noches teníamos más argumentos para descubrir el mundo, nuestro mundo que estaba al lado del progreso y a unos cuantos metros de cables, por suerte esos metros tardaron muchos años en llegar hasta nuestros dominios, quizá para cuando ya nos había dominado otra pasión y los juegos no nos interesaban más, había llegado la época de querer besar chicas. Cuantos escenarios, cuantas historias han quedado atrapadas en los recuerdos y de cuantas de esas historias hemos quedado preñados para después, con el escenario de la luz, tratar de reproducirlas, tratar de contarlas, aunque eso si, las hemos llamado nuestra versión, aunque nunca se pueda seducir la memoria y esta nos regale un inagotable mundo de sensaciones que se puedan atrapar con letras, pues el olor a prehistoria y los bellos diamantes que tejían esas historias son voces que corresponden a un escenario muy especial, del cual solo quedan sensaciones, quizá la mayor parte ya las he olvidado.

En casa teníamos un quinqué, creo que tenía más años que mi padre. Los primos que eran al parecer más pudientes, tenían una linterna, pero ambas quemaban petróleo y muchas tardes nos fuimos de compras con nuestros garrafones. Nos vendía el preciado liquido don Genaro, poco me acuerdo de él, solo se que era un hombre que vivía solo, y después de morir, su casa se fue viniendo abajo y ahora solo queda un viejo árbol de tamarindo en aquel sitio, ese lugar es un espacio común de esta memoria; recuerdo con la exquisita precisión, la composición de los sonidos y la fuerza de los olores, recordar un lugar común del pasado, es parte de la pequeña construcción de los recuerdos y con ello logro evocar imágenes, recordar con los olores incluidos, es por demás seductor, resulta en verdad muy pasional y me hace temblar, por la emoción. De camino a la compra del liquido prehistórico, cientos de veces me puse a inventar mis historias y comprendí que soy un mentiroso, aunque no le tolero a nadie que me llame así, ¿el por qué no lo tolero?, bueno eso es parte de otra historia, y fue de cuando ya teníamos luz, por ahora suspiro por aquellos tiempos.

viernes, 20 de marzo de 2009

Las consecuencias del olvido


Las consecuencias del olvido

Cuantas veces más olvidaste la pastilla suicida. No existe mucha diferencia entre un micro aborto y un aborto abrupto de muchas semanas, eso dicen los expertos, la verdad es que no lo se, pero supongo que si la hay. No me pongo a pensar en todo esto por aquello de las ideas de Dios y su mano torturadora, no el caso es de simple pensamiento, de poder dormir o no, de no tener nunca más una buena salud mental, aunque a los locos eso no nos preocupa.

Te pregunta si estas segura, que tan solo fue una vez, se que es agresivo preguntar por las cosas de tu cuerpo y las que haces o no, pues nadie mejor que tú para saberlo, al menos me hiciste creer que solo fue una vez y nada más que conmigo, porque según decías manejabas con exactitud tus fechas, pero ya ves lo que hace un pequeño olvido. No crees que fue un riesgo innecesario si manejabas tus fechas con tanta precisión. A veces creo que te gusta el juego, el ponerle emoción a todo que no medias las consecuencias, pero que hay de mí, sea como sea soy tan culpable como tú y teniendo en cuenta que sumar no es una tarea tan compleja, debí ponerme a contar el día exacto de tu fertilidad, al menos debería tener una franca idea, pero con toda la pereza posible delegue la responsabilidad siempre. Te gustaba la idea de la rebeldía, de hacer repeler a los demás, también te gustaba la idea de manejar todo a tu antojo. Cuantos años tendría ahora, creo que seis, pero mejor dímelo tú. Lo cierto que después de tomar tu decisión, empezaste a culparte por todo, me hiciste el dueño de tus miedos, y de tu amarga experiencia con el aborto, solo me hablabas de responsabilidades que me habías quitado de encima, que el problema era de los dos y que yo me había hecho a un lado.

Te recuerdo que nunca me dijiste nada, ni siquiera me mencionaste tu embarazo, tomaste una alternativa, el decidir que hacer y listo, así que llegaste un día y dijiste, “qué crees, estaba embarazada, pero ya lo arregle todo”, arreglar todo era tirar, deshacerse. Me dijiste necesito para antibióticos, para los honorarios del médico y dijiste sentirte feliz porque habías comprado la fertilidad en ambos, por lo menos no tendremos el problema de muchas parejas adjuntaste. A veces me pregunto si en verdad ocurrió o me tomaste el pelo. Ya esta, así como si nada, -pum. Eso si, me comentaste que te acompaño tu madre y tu abuela, como si fuera tarea exclusiva de mujeres, como si solo entre ellas pudieran protegerse, luego ellas ponían cara de hastiado al verme, hasta no poder más y terminar por odiarme, solo que se les olvido entender que yo no había matado a nadie, si que se mato a alguien, cuantas semanas dices que tenía, ¿seis?, si quieres recuérdame, para no olvidar las cosas importantes.

Las otras veces si es que existieron esas veces quien te acompaño, cuantas veces perdiste las cuentas o te gusto correr el riesgo, cuantas veces te olvidaste de la pastilla suicida, cuantas veces dijiste, -mira, ya me he tomado la dosis. En realidad todo eso no importa. Lo importante era compartir la responsabilidad, la toma de decisión y no solo el costo de los antibióticos y los honorarios del médico, pero creo que a ti te pareció lo mejor para los dos.

Muchas cosas no ayudan mucho, los debates tratan de educarnos, de hacernos cobrar conciencia de la importancia de las responsabilidades. Ten por seguro que si me hubieras contado lo que estaba pasando, habríamos tomado la mejor decisión ambos, así fuera la misma, porque era nuestro derecho, nuestra responsabilidad, no me enoja que lo hicieras, sino que me condenaras a tus reclamos diarios.


El tiempo no ayuda a curar, sobre todo cuando se tienen dudas, el tiempo es enemigo del olvido, por lo menos no se olvidan las cosas que se quieren, sino las que no se desean olvidar. Uno no se olvida de las frustraciones, pero se olvida de las cosas que parecen sin sentido, como la sonrisa o el coqueteo de los demás. Pueden pasar todos los tiempos, las horas, las semanas, los meses, los años y convertirse en décadas, en siglos, y todo sigue allí, como el recuerdo más fresco, como si todo hubiera sido ayer, todo con la misma fuerza, con ese impacto que nos sorprende y nos arranca de nuestras rutinas, las palabras nos recorren, nos hinchan la pasión y muchas veces nos destruyen, la pasión se fractura, la vida ya no es igual y no existe una sola posibilidad de regresar y reparar los daños, tienes que aprender a vivir con ellos.

La pastilla suicida no combate los recuerdos, pero te ahorra tragos amargos, te quita de encima angustias y te permite no recordar las cosas que duelen. Es imposible usarla para olvidar cuando el daño ya esta hecho, es muy buena sin embargo si tienes dudas con tus cuentas, y aunque se digan tantas cosas nos ayuda a dormir tranquilos, fuera de todos esos atributos la vida es la misma, no dejamos con facilidad de debatir, de luchar a diario contra mil recuerdos, y tratamos de recordar cosas que quizá nunca pasaron. Nos hicimos mucho daño, nombramos a nuestros actos oportunidades futuras, pero tú y yo no éramos precisamente unos adolescentes y las oportunidades ya estaban en marcha, nada las podría frenar. Nos llenamos cada uno de sus egoísmos, tú decidiendo y yo pensando que tu decisión no fue lo mejor, juzgando y dictando sentencia cuando nosotros mismos creíamos que la justicia esta en no ser precisamente juez y parte. Nos olvidamos de la pastilla, de las cuentas, de paso olvidaste decirme lo que te ocurría y un día me regalaste una cuenta y la gran noticia.

Esta tarde hemos abortado…

Otras cosas...


“No es por vicio ni por fornicio.
Es por hacer un hijo en tu santo servicio”

En los próximos días voy a la ciudad de México. Me esperan un par de cursos, la verdad de todo esta locura de ir y luego venir es muy simple, se llama necesidad, sino hago esos cursos quizá me quede todo el tiempo con la duda de cómo puede y pude ser. Luego el por qué la ciudad de México si acá también puedo encontrar esos cursos, en secreto confieso que es porque me atraen los nombres de las personas que se encargan de dichas tareas, dicho sea de paso que el estar conviviendo con otro tipo de gente es seductor. Puede que al terminar la tarea, me encuentre más confundido o por decirlo de otra forma, me regrese con las manos vacías, pero eso dependerá tan solo de mi actitud ante este reto, lo mejor es experimentar y así poder hablar de todo esto, aunque bien se dice por allí que cada uno habla de cómo le va en la feria.

Regresando a los territorios diarios. Me pongo a pensar en la serie de cosas de las que se pueden escribir, imagino la poesía del miedo, del narco menudeo, de la muerte, aunque todo es un tema muy general y con imágenes tan trilladas, pero bueno es lo que dicen que se respira, muchas veces no me doy cuenta de lo que pasa y es quizá por andar distraído, así que pienso que estamos en un lugar de lobos y nuestros olfatos no nos ayuda a saber quien es quien pero todos nos tenemos miedo, esa es otra posibilidad, la poesía del silencio, de los desaparecidos, de los olvidados, de los agachados o de los que habitan a las orillas del río, esperando algo para pasar, quizá esperan por un poco de valor. Lo mejor de todo es que se puede escribir siempre y que los temas abundan, así que no hay necesidad de inventar algo, eso si los mismos temas que en todas las ciudades, pero de pronto uno quiere hacer sentir a los demás que acá son diferentes. Puede uno escribir de las cosas que no pasan, que también es interesante, ficción, magia, y lo que uno quiera imaginar. El limite es personal.

Descripcion local


La ciudad tiene una geografía extraña, primero que nada es una ciudad llena de tiendas Oxxo y en las caminos de salida siempre encuentras a los que venden bebidas a las que apodan como rusas, no es otra cosa que squirt(el del slogan famoso hace algunos años, con que placer quita la sed squirt), hielos, trozos de piña, naranja, sal y chile, pero eso es desviándose de la ciudad. Acá tienes puentes de cruce internacional y puedes ver desde esta orilla a la Border Patrol que va y viene, aunque no se decir cuando es que hace una y otra cosa, pero de nuevo es salirse de la ciudad. Lo de acá es más sencillo, la gente que quema llantas y tiene gusto por los acelerones y los disparos. También es el mundo de los que vienen de lejos, de los indocumentados y luego el de los ilegales, que según pienso son lo mismo pero alguna diferencia deben tener para nombrarlos de forma diferente. Eso si, acá reinan las maquiladoras aunque ya están cerrando.
La ciudad huele a combustible mal quemado, sino es que a orines putrefactos, en algunas colonias, el sistema de drenajes perdió la piel y la puedes ver sin problema alguno, desde el ras de suelo como se dice, es una ciudad con vehículos chatarras, basura del otro lado, pero que es una oportunidad de tener algo, de hacerse de una troquita, claro que también vez esos monstruos de camionetas que con tan solo escuchar el rugir de sus motores te pones a temblar, también son muchos, pero esos parece que son reservados a otro tipo de gente, los que tienen dinero pues. El cielo es diferente, muchos matices, muchos azules indescriptibles, pero eso si los atardeceres tienen un rojizo especial, el cielo esta adornado por el vuelo de las gaviotas y sus escándalos propios, la playa esta muy cerca y es casi siempre un buen pretexto de fin de semana, al menos para ir a comer algo. Los autos chatarras se van al sur con los que vienen del sur. Este es un México extraño, uno que es pero que no lo es, es como una región negada, ausente, un lugar que se resiste, un espacio que añora las cosas del “otro lado”, pero que al mismo tiempo siente que no existe nada como lo propio, como ser sin ser. Acá es el traspatio del vecino poderoso y a veces quiere pasar la escoba, pero no todos los traspatios pueden ser barridos. Lugar de “gabachos”, gringos como mejor se les conoce, lugar de “pochos”, de narcocorridos, de la droga a menudo, de la droga que va de una ciudad a otra y que cansada de viajar, se atreve a un último viaje por las fosas nasales de esta sociedad tan deprimida, sociedad de maquilas, de cerveza, de sexo por gusto y sexo prostituto, lugar que se quema, que nos quema, la vida que se rola como un cigarro de “mota”, los sueños y el “pinché” futuro.

jueves, 19 de marzo de 2009

Del amor...


Por supuesto que el amor es el enrredo que uno busca más reiteradamente, y casi siempre lo único que no le sobrevive es la pasión...

Correo a uno mismo...


Besos‏
De: Carlos Saavedra (biguidibela@hotmail.com)
Enviado: jueves, 19 de marzo de 2009 02:40:33 a.m.
Para: biguidibela@hotmail.com

He llorado tanto esta noche, no se si sea porque presiento que algo en ti esta mal o porque deje de ser el que era y ahora soy un extraño más de este mundo, quizá he llorado porque no dejo de ser triste, ultimamente te veo en las peliculas, en los comerciales, en mis sueños y en los libros, dime estas bien, aún te acuerdas de mí, la verdad es que no logro olvidarte aunque nunca lo he deseado...





Saavedra

miércoles, 18 de marzo de 2009

Rutinarias...diez


Siempre me llovían los apodos. La primera vez que me rape, no tenía la más minima idea de que me iba a quedar calvo. Mi mamá me había cortado el cabello, pero su corte no me gusto, así que busque una especie de peine navaja y pum, que le doy hasta dejarme algunos espacios descubiertos en la cabeza, consecuencia inmediata, fue la de ser rapado, sin más opciones, fueron de las primeras veces que se burlaron de mi cabeza, pelón, pinché pelón y una que otra canción acerca de los pelones que me cantaban, la gente era cruel, no dejaban un espacio para tus emociones. Sufrí de una infancia muy agredida, tuve necesidad de defenderme, no había más o partía caras o me la partían a mí, mis primos, los vecinos, y cualquiera que pasara cerca de mí tenía ganas de ser mi enemigo, no se cuantas veces me tuve que dar de golpes ni cuantas veces me dieron en la boca, eso si me la rompieron a gusto, pero nunca dije que no a los golpes, de una u otra forma siempre pasaba, sino en la escuela, cerca de la casa, era desde entonces una persona diferente. Estuve obligado a enfrentar a los agresores de mi infancia, para que les cuento las mil cosas que invente, o de mis maestros imaginarios de defensa personal, para que les cuento de los cientos de página que tuve que leer de karate, todo eso era parte del ritual diario. De haber sido otra mi infancia, de no tener necesidad de luchar para sobre guardar mi orgullo y mis dientes, otro gallo cantaría en mi vida. A nadie le he dicho que rea un niño en extremo flaco, con poca fuerza y quizá con mucha maña, pero la maña a veces no sirve en contra de la brutalidad. Emocionalmente estaba destruido, lloraba por todo y parece que en eso de las emociones todo mundo estaba en mi contra, incluyendo a los adultos, sobre todo a las tías que todo el tiempo mi gritaban mis verdades, mis historias y la hora exacta en la nacía y de ser posible, creo que hasta predijeron el día y la razón de mi muerte, pero lo único que hicieron de mí fue una persona débil y me lo lamente por muchos años.
Todos los días recorría el mismo camino para ir a la escuela, un poco más de kilómetro y medio, un camino accidentado, no solo por la abundancia de nopales o mezquites, no solo por la gran cantidad de polvo que se estacionaban en nuestros ojos cada que se soltaba una tormenta de arena, sino porque era el escenario natural de una pelea al regreso de la escuela, siempre había alguien con ganas de golpearme, siempre había alguien que tenía la necesidad de estrellar sus puños en mi rostro o su rostro en mis puños y la agresión nunca se hizo esperar, ese era su ambiente, su naturaleza.

Los recuerdos siempre están allí por alguna razón nos persiguen incluso hasta antes de nuestra muerte, algunos que lo han experimentado dicen que poco antes de morir su vida empieza a pasar por su cabeza como si fuera una película.
No se muy bien en que momento, pero un día me puse a soñar y deje el mundo de los demás, para sus luchas, para su encuentro de caras y puños y empecé a preocuparme por vivir, por conocer el mundo, pero sobre todo por escribir historias, estas historias, pues otras las desconozco y no me dan ganas de inventar.
Mis sentidos explotan, los gritos de la gente que pasa, de esa gente que se ríe siniestramente de mi apariencia, me duele, no soporto más que me digan pelón, piche pelón, peloncito, pelón pelonte cabeza de cuete. No soporto y no quiero soportarlo más, pero tampoco me voy hacer una peluca y mucho menos pienso usar una gorra, después de todo yo no pedí estar así, y tampoco me mata.

Rutinarias...nueve


En la frontera entre España y Francia, los agentes de migración nos pidieron nuestras identificaciones. Siempre me ha pasado que al pasar por un punto fronterizo soy parte de una serie de investigaciones, sobre todo me preguntan si en verdad soy mexicano, luego acerca de lo que hago y de cuales son mis intenciones en el país que deseo visitar, me preguntan mi edad y otras veces sino pertenezco a alguna organización criminal o si mi familia no es árabe, en otras ocasiones me confunden con Colombiano, incluso en mi tierra natal, muchas veces me han detenido los agentes de migración para interrogarme. Quizá sea mi forma de hablar, parece que tengo un acento peculiar o un tanto extraño, o quizá la adrenalina que se me sube al máximo y demuestro mi nerviosismo. Después de pedirnos nuestros documentos y verificarlos, me pidieron que bajara del autobús y no solo eso, sino que bajara también mis pertenencias, pues tendría que quedarme en el puesto de revisión, la falta de sello en mi pasaporte era el pretexto inicial, lo segundo es que no llevaba el boleto de regreso de avión. Por un rato les explique mi situación, el porque no traía a la mano mi boleto de regreso a México, pero a ellos les parecía que me quería quedar a vivir en su país, cosa que vista de manera fría había sido el objetivo inicial de mi viaje, pero a estas alturas las cosas ya habían cambiado, ya no tenía tal interés, una porque me estaba cagando de miedo y la otra porque después de tanto soñarlo lo había entendido y nadie esta mejor que en su propio suelo, en su tierra, donde la gente habla el mismo lenguaje y sea como sea se ayudan. Cuando me dijeron que tenía que bajar del autobús, pensé lo peor, pensé en que ya me habían boletinado, como si en realidad fuera un delincuente de máxima peligrosidad, por resumirlo de alguna forma, hoy en día siquiera existe una demanda judicial en mi contra y lo que había hecho tampoco ameritaba dicha demanda, pero ustedes saben que el miedo no anda en burro y que en país de ciegos el tuerto es rey, en mi caso la ignorancia era mi pero enemiga. Sea como sea, me mantuve tranquilo y en vez de preocuparme me tome las cosas con calma. Eran quizá la una o dos de la mañana. El paso a seguir era regresarme a Francia, pues si ellos no me habían puesto un sello, entonces el problema era de ellos y no de los españoles, como quien dice tirar la bolita, así que tenía que esperar a que una patrulla pasara a territorio español y me llevara de nuevo a Francia a unos escasos metros, pero las reglas son las reglas, miren que yo deseaba irme caminando, no pensaba que fuera para tanta humillación y luego si me investigaban y si en verdad estaba boletinado, la cosa se pondría peor, pero era inexperto en esas cosas que solo me resigne a esperar.
De nada me serviría llamar a mis amigos en España. Pero si hubiera, considerando que el supuesto hubiera no existe, pero bien, si hubiera tomado el teléfono y llamado al vasco, quizá habría ido por mí sin importar de que lado de la frontera estuviera, y no solo eso, me habría dado cobijo por lo menos un día, las cosas no tendrían ese tono de desagradable y de soledad, pero no quise molestarlo, no quise alterar la vida de nadie, ni siquiera la de sus amigos, después de todo pensé que no podría pasar, pero uno no puede juzgar y hoy en día muchas cosas seguro serían diferentes, pero como dije antes me estaba cagando de miedo y no había sido honesto con nadie. Soledad era lo que más tenía y lo que más temía. La espera fue larga, al menos eso me pareció. La policía Francesa no estaba interesado en mi persona, de nada servía irme con ellos, pero eso estaba aún por saberlo, yo pensaba que una vez que estuviera e sus manos me sellarían el pasaporte, pero nada de eso era posible, pensaba como puede cualquiera pensar, sin embargo una vez que fueron por mí y me subieron por primer y única vez en mi vid a una patrulla me preguntaron en un español confuso de cual era el problema y simplemente me explicaron que esa no era una complicación y que no me podían sellar un pasaporte, que para eso tendría que ir a un aeropuerto internacional o regresarme a Paris, lo que mejor me viniera. Así que me pasaron del otro lado de la línea, al lado francés, me tomaron mis datos y me dieron una patada por el culo, que hiciera de mi vida lo que se me viniera en gana, si deseaba quedarme a vivir allí era bienvenido, que gente les hacía falta para el trabajo, pero en medio de un mundo donde nadie habla como tú, poco se puede hacer. No tuve más opción que caminar hacia la estación del tren, muchas veces había visto que la gente va allí a dormirse, al menos lo había visto en las películas, así que algo de cierto debería de tener.
La estación de tren estaba cerrada, empezaba sus operaciones a las seis de la mañana y todo el calor del día se había transformado en frío, no había un hotel cerca y de tomar un taxi y luego un hotel se me iría el poco dinero, así que tenía un movimiento muy limitado, dormir en la calle, como un autentico vagabundo, no es algo que hubiera hecho antes y la verdad es que no lo estaba deseando, pero no había opción, debería intentarlo, debería tirarme allí en medio de una ciudad que desconocía y si bien después me entere de su nombre, me resultaba poco romántico. Es decir la sola idea de estar en medio de la calle durmiendo, cuando no persigues un fin en particular es por si mismo agresivo, pero allí me quede y por si fuera poco, al cielo le dio por llorar. Europa, tres de la mañana, ciudad al sur de Francia, Irun, frontera con España, sueños destrozados. Que diablos estaba haciendo allí, mi primer noche en Europa de lo que yo había considerado el inicio de mi nueva vida, la primer noche de mi segundo chance, no era del todo prometedora, deseaba un poco de tranquilidad. Abrieron la estación del tren a las cinco de la mañana, parece que allí las puertas se abren automáticamente, por lo que aproveche y busque un sitio, pensé que tendría toda la estación para mí, pero mi sorpresa fue aún mayor, porque todo estaba lleno, gente que espera, gente que no paga hoteles y también los mendigos, los que no tienen a donde ir, me sume a ellos, me perdí entre ellos.
No pude dormir en realidad, estaba agotado, había tomado una decisión, entonces de donde venían los miedos. Me pregunte durante toda la madrugada que es lo que había hecho, porque había dejado que la vida se me fuera de control, me pregunte no una vez y no encontré respuestas todas las veces que lo hice, me sentía agredido por los agentes de migración española, pero ellos tenían razón aunque no podrían estar seguros, pero mi idea era la de vivir en su país por el resto de mis días, al menos eso cuando salí de México, porque cuando llegue a Europa, ya había cambiado de planes, no podría aguantar mucho, seguro que me pasaría inventando mil pretextos para regresar, pues en el fondo soy un hombre débil aunque la gente que me conoce lo sabe sin ir necesariamente al fondo, es decir transpiro mis inseguridades y miedos. La soledad es lo que más preocupaba, me sentía abandonado, no esas cosas que tienen que ver con el amor, pero estaba seguro que el amor me podría rescatar, como si el amor fuera un faro y mi necesidad en este naufragio me estuviera condicionando a encontrarme con ese faro. No existían las malas intenciones, pero tampoco deseaba incomodar a nadie. Ahora pienso que de haber movido las piezas correctas, que de haber tomado los hilos verdaderos, las cosas habrían salido como las pensaba, pero dude, preferí lo que según yo consideraba mejor y termine por quedarme cada vez más solo. En la estación de tren me dieron ganas de comprar de nuevo un boleto para alguna ciudad de España, pero estaba seguro que correría con la misma suerte. De no haber llevado esas mochilas con toda mi historia podría cruzar la frontera a pie y seguir mi camino ya del otro lado, pero tampoco fui paciente, esa fue mi primer derrota la falta de paciencia, me quise abalanzar sobre un destino inexistente, me moví antes de hora, y todo era cuestión de esperar solo un poco más. Lo sensato era ir a un café Internet, además de que era lo más económico e imprimir mi reservación de regreso a México, pero lo que más me hizo falta fue la inteligencia, sobre todo la inteligencia emocional. Compré un boleto de regreso a Paris, pero ahora en Tren, era lo más rápido, y con ello podría ganar un poco de tiempo y pasar la noche en alguna casa de España, en una cama, después de bañarme, me urgía descansar y necesitaba llenarme de energía positivas. El viaje en el tren fue solo y callado, al menos no tenía con quien platicar, pues casi toda la gente hablaba en una lengua rara, hoy creo que rea en francés. El dialogo más intenso, era con mi mente. De nuevo en Paris, el ruido y el calor eran insoportables. En Paris a correr, fui al aeropuerto, pero en pocas palabras me mandaron al diablo, no había nada que hacer, si quería ir a un lugar necesitaba obtener mi boleto de regreso a México y con eso podría moverme, pero nadie me lo dijo, todo era tan sencillo como acercarse al mostrador de la línea aérea y el asunto estaba resuelto, pero uno nunca piensa en eso cuando tiene ganas de otra cosa. Estuve un buen rato dando vueltas pero no logre nada, así que pensé que lo mejor era llegar a Barcelona por aire, así no me detendría un agente de migración, pues los vuelos son de tipo domestico y puedes andar como por tu casa, es decir si eres ilegal y tienes dinero para viajar no importa.

Rutinarias...ocho


Un día puedes decir que ya te aburriste de todo y de todos, palabras que después te dicen que las escuches y en realidad las escuchas antes de que salgan de tu boca y si bien es cierto que salen llenos de ponzoña, nunca denotan lo que el que la escucha quiere entender. Es cierto. Un día te cansas de la misma historia, de la misma pregunta, de esa insistencia con las cosas, de tener que conformarte con lo que no estas de acuerdo y sin embargo así tiene que ser y así se tiene que hacer, y todo porque el dinero es la seguridad de tus actos, porque sin ese dinero no eres lo que piensas y te atemorizas y los planes se vienen abajo, entonces hablas, escupes ponzoña, pero no quieres que esa ponzoña sea mortal solo que tienes necesidad de escupirla porque empieza a cansarte y dentro de ti, te atormenta, pero nadie entiende las cosas como son, porque en todo momento están esperando que hagas algo, que dejes de ser el flojo de siempre y entonces te comparan, lo cual no te gusta y entonces concientes los comentarios, pero cuando eso pasa es que perdiste el control, es en ese momento que te dejaste domesticar y entonces empiezas a dejarte llevar por las aguas de otro río y estoy seguro que desde ese instante ya no existen gigantes que vencer ni molinos de vientos que presenten un obstáculo y saben por qué pasa eso, es simple se carece de voluntad. Así que un día lanzas unas palabras, estas concientes de ellas porque antes de que algo sucediera lo pensaste, después escupiste, más tarde tienes que afrontar las consecuencias y no resulta divertido, porque es ese el momento en que todo se fractura, es una pequeña fisura, es posible que nadie lo vea y se necesite algo más que un microscopio para detectarlo, pero allí esta y conforme se den los diversos movimientos, empieza a volverse más y más perceptible, entonces la vida nos deja atrapados, quizá sea una alerta, pero las alertas son para corregir el rumbo. La verdad es que estoy cansado, no de un acto, de un comportamiento o unas personas, no estoy cansado del amor y no lo que ello implica, solo que cuando te cansas puedes confundirlo todo, puedes mezclarlo y tus actos te llevan a cometer situaciones que carecen de nombre. No se porque me preocupan tantas cosas, no tiene sentido alguno, sobre todo después de ser rescatado, estoy vivo, gracias a que alguien se ha fijado en mí, y no me siento fuerte como para tener estos comportamientos, pero me desespero desde siempre y me traga un dolor agudo que no me deja gritar, que no me deja soñar, que me detiene y cada que deseo dar un paso me vienen a la mente esos miedos recurrentes. Sin importar para nada el rescate, siempre seré igual, de eso no tengo dudas.

Rutinarias...siete


Durante mucho tiempo había deseado viajar por Europa, quedarme a vivir en medio de alguna ciudad romántica, por supuesto que todo lo que estaba ocurriendo en esos momentos nada tenía que ver con mis expectativas, el sur de Francia en autobús, ese sur desconocido, que por más belleza que pudiera tener no lograría atrapar mi mirada más que de una forma inmediata, de forma efímera, sin sentido, hasta llevarme a soñar con espacios que nunca más volvería a recorrer, hasta dejarme en medio e tanta soledad y pendiente de los ruidos. La compañía en el autobús no era nada mala, al menos tenía algo de que platicar, de enterarme de las historias ajenas, sin tener prejuicios de ello, historias que salían sin tener otra intención que dejarnos llenos de su mundo, ese mundo que hasta hace unas horas era del todo desconocido. En el autobús viajaba una familia Rumanos, tres pequeños que viajaban con sus padres, en ese año, Rumania aún no se integraba a la comunidad Europea, por lo que podrían estar incurriendo en el delito de viajar como ilegales, sobre todo si planeaban conseguir trabajo en alguna tierra de la comunidad o en el mejor de los casos si intentaban quedarse a vivir en alguno de esos lugares. El camino hasta la frontera española era muy largo, no puse atención de todos los rumbos que el camión fue desandando para poder llegar al sitio esperado, no repare en anotar en la agenda cada uno de los sitios donde se hacía alguna parada ni mucho menos puse atención en los sitios de descanso, estaba en agonía, poco faltaba para que me abandonara a mi suerte, poco me hacía falta para pedir caer muerto, pero a quien se le pide la muerte, acaso existe un ser poderoso que escucha nuestros ruegos, pero sobre todo cumple con nuestras suplicas, seguro que no es así. La mexicana con atuendo de los años 50, no paraba de hablar, me comentaba de los diversos espectáculos que habían montado en Paris, me hablaba del espectáculo llamado cabaret, un espectáculo hasta esta fecha ignorado por mí, pero que al parecer es muy bien conocido por todos lo largo de este mundo.
Por un segundo la confusión emocional, la poca facilidad de desenvolverme, la soledad y las ganas de huir, de perderme, de no saber ya nada de mi existencia, me nublaron el entendimiento. Después de muchas horas de viaje el hambre empezó hacer de las suyas, tuve necesidad de comer, ansiaba que el autobús se detuviera, que el conductor gritara hora de comer, ruegos que fueron atendidos de forma casi inmediata, al menos eso fue lo que me pareció. En el restaurante que nos paramos no habían grandes platillos, era lo que se dice un lugar en la carretera, donde se venden las comidas típicas de los sitios de carretera, algunas comidas tradicionales, así como los recuerdos, por alguna razón esos sitios siempre tienen objetos para llevar como recuerdos de la visita a ese lugar, quizá lugares que nadie sabe de su existencia, pero que te invitan a llevarte algo en su nombre, un nombre que se borra ante el siguiente acto sin importancia. La familia de Rumanos, descendió del autobús, sus tres pequeños hijos se quejaban del hambre, y el hombre se rascaba la cabeza diciendo que le era imposible pagar un solo alimento. Por primera vez a lo largo del viaje alguien me rompía el corazón, me resulta poco creíble que un padre se estuviera desplazando a otras tierras sin tener siquiera para la comida de sus pequeños, no era posible, que alguien no pudiera preveer las consecuencias de un viaje de esta naturaleza, pero entonces me pregunte, de cómo debería ser la situación en su país como para atreverse a viajar, como para arriesgarse a una deportación y sobre todo para hacer un viaje lleno de miedos y hambre, como dije antes se me rompió el corazón, así que me olvide de mis ideas de cuidar el dinero, les compre la comida a cada uno de los miembros de la familia, que dicho sea de paso, se olvidaron de hablar en español y desde ese momento solo hablan en un lenguaje extraño, que era del todo desconocido para mí. Cuando terminaron de comer, los niños se pusieron a correr por todo el lugar, recordé aquello de barriga llena, corazón contento. El padre se compró una cajetilla de cigarros, considerando que en Francia los cigarros son muy caros, me puse hacer cuentas mentales y bien podría haber comprado comida para todos sus hijos, pero pude entender que el vicio es superior a cualquiera de las obligaciones. Y si bien se trataba de un circo, es decir, era una familia entrenada, una familia de gitanos que dejan todo a su suerte y solo cuando observan que será imposible lograr lo que pretenden es cuando se dan por vencidos y sacan su dinero y suplen sus necesidades, sea como sea yo había caído en su red y poco ganaba con cuestionarme. En Europa y no se aún si por todo el mundo es igual, pero los gitanos tienen mala fama, todo mundo los acusa de ladrones, todo mundo piensa que no les puedes tener confianza porque a la primera oportunidad te dejan sin tus cosas. Siempre me creído de las historias no bien contadas acerca de mi origen, que soy descendiente de gitanos, que mi naturaleza me obliga a moverme, pero esa misma naturaleza me transforma en ladrón, pero es posible que todo ese comportamiento se traiga en la sangre y no se logre pulir con el comportamiento. Después de todo quien sabe lo que es en realidad. Un día me nombraron vagabundo, pero no en el sentido de esa gente que anda de un lugar a otro, sino esa gente que aprovecha una oportunidad y se mete a lugares donde por cualquier razón se les abre la puerta, un aspecto más de los gitanos. Me enoje mucho por el título sin sentido, al menos yo no había pedido nada de lo que me pasaba, sin embargo tenía que soportarlo, siempre en silencio, porque el silencio es la mejor regla de convivencia, tendría que soportar que me llamasen mantenido, oportunista, de alguna forma aprovechado, todo porque las reglas de una sociedad demandan ciertos comportamientos y cualquiera que no este dentro de esos parámetros merece ser juzgado, que diablos importaba todo eso, si lo principal, lo que tiene que ver con los sueños era posible de hacer. Las horas de viaje seguían su curso, quizá podría contar acerca de los grandes campos de trigo, o como en algunos lugares se notaba la formación de montañas, podría contar de edificios con los que uno se alucina y gente bonita caminando por las calles, podría contar las mil imágenes que se me vienen a la mente, las platicas que sostenía en el autobús y la noticia que me dieron mucho antes de cruzar por la garita de migración entre Francia y España. Sea como sea, me fui sincerando con la mujer que me hacía compañía desde la terminal de autobuses en Paris, no tuve más opción que ser amable con la única persona que había permanecido a mi lado en las últimas horas, no quise verlo así, pero se podría tratar de mi tabla salvavidas, acaso no era algo por lo que estaba rogando en las últimas horas, no era complejo, pero podría ser acaso desleal con mi forma de pensar, podría traicionarme y de paso traicionar a una persona con tal de sentirme seguro, podría nombrarle amor al miedo, dejarme vencer por completo y besar una boca que al paso de los años había aprendido a pintarse por cualquier lugar pero nunca en los labios, que me estaba pasando, que me estaba moviendo, era mi incapacidad tal que me habría conformado, era tal mi miedo que hubiera sido posible caer hasta lo sublime y arrastrarme en medio de lo ridículo, confieso que poco me falto para sucumbir, para dar por sentado que el destino del hombre estaba hecho, que no existe nada por luchar y que tarde o temprano caemos siempre al mismo lugar, y luego el miedo y luego la edad son lo que empeoran todo. Europa empezaba a tramar todas las traiciones posibles que les ofrece a sus habitantes, si quería vivir en ella, tendría que aprender de sus mañas, tendría que acostumbrarme a la idea de andar a salto de mata, la vida en ese lado debería estar matizada por un mundo de delincuencia, nada volvería a los ritmos de antes y todo por la mala educación, la mala educación con el dinero, con las acciones, con la honestidad, con la vergüenza pero sobre todo con la vida, perdí el respeto por ella, me deje arrastrar por mentiras, por miedos y después ya no pude más con mis miedos hasta perderme en medio de un viaje sin sentido, en medio de un autobús que si bien tenía un destino fijado, poco tenía que ver con mi destino a lo largo de la vida y que era yo en ese instante, ¿un fugitivo de mis temores acaso?

viernes, 13 de marzo de 2009

Rutinarias...seis


La gente cuando me ve por la calle, le da por reírse, me llaman pelón, pelón pelonete cabeza de cuete, pelonchas, pinché pelón, que por apelativos nunca paran. Nuestro cuerpo dicta su historia, según te ven, te tratan, una persona gorda tiene menos probabilidades de todo en la vida y de allí que algunos médicos se aprovechen y hagan tratamientos reductivos con ellos, el negocio del siglo son los gordos, aunque estas palabras se escuchen agresivas. En la escuela, mucho antes de que perdiera el cabello, todos eran muy agresivos, por un tiempo tuve la necesidad de defenderme, muchas de las veces manchaba el uniforme de sangre, lo que era invariable es que a la hora del recreo, se tenía que desgastar la punta de los zapatos, patadas a las sillas o los mesa-bancos, patada a la pelota, patadas al cuerpo de los compañeros, patadas al perro hambriento que intentaba morderte, cada uno jugaba a que era un tal Hugo Sánchez e intentaba hacer sus famosas “chilenas”, por su puesto que no era el único héroe del momento, y tampoco había dejado de jugar con los Pumas, aunque el goleador era el “cabo” Cabinho, pero lo mejor de todo era dar patadas. Recuerdo que el gran héroe vestía con mascaras, podría ser el Santo, Blue Demon, o Huracán Ramírez por mencionar algunos, era cuando la vida adquiría sentido, cuando el patio de atrás no solo se me hacía inmenso, sino que único, por mucho que te subieras a un árbol, nunca se podía observar el limite, no existía lo real y el sueño como un mundo único, el mundo era solo uno y mágico, era un mundo de patadas y trompones, un mundo que se disculpa de las agresiones gracias a esos héroes que nos hacían pasar los días de forma dinámica y alegre, las tristezas allí no contaban, el mundo de atrás, ese mundo del pasado, de las agresiones verbales, de los golpes mal intencionados que trataban de sacarte la sangre, se justificaban con nuestros juegos, con los recreos incipientes que nos sabían a salado. Del cuerpo que contarles, al menos el mío fue objeto de burla durante mucho tiempo, uno suele burlarse de otras cosas, de la nariz, de los ojos, o del cabello, pero pocas veces del cuerpo, pero el mío era en extremo flaco y parecía débil, pero resistía todos los embates sin caerse. Ahora, que pasaron los años, pocas cosas han cambiado, al menos la gente cuando me ve en las calles no puede ocultar su burla, se ríen abiertamente, no dejan de decirme pelón, pinché pelón, y una que otra vez peloncito, no me duele la burla, lo que me preocupa es no poder decir nada, tampoco ando por la calle con la cabeza agachada, ando siempre recto, observo directo, me atrevo, pero como le dices a alguien algo sin que sea agresivo, como le haces entender que no deseas igualarte, que el mundo así carece de sentido.
Contarles como es que soy, el como es mi cara no tiene sentido, porque pienso que se trata de una tarea inútil. Por lo menos ya les he dicho que no tengo cabello, es cierto soy calvo, no es algo que yo hubiera querido, pero esas cosas no son las que se desean; son de las que pasan o no, y no se si en ello tiene que ver con las herencias de nuestros padres o se trata de alguna enfermedad, de ser así, de tratarse de alguna enfermedad debo empezar a cuidarme, no sea que un día tenga algo contagioso. Mi nariz es lo que se dice chata, muchas veces me hicieron burla con eso, por supuesto que no me comparaban con Pinocho, pero me decían que sino olía o es que estaba chato. La nariz siempre despierta una serie de comentarios sin sentido, al grado que uno puede llegar a ofenderse, sobre todo por el tono en que se dicen las cosas. Mi piel es morena, pero ni es morena clara u oscura, solo un moreno neutral, algunos amigos me decían así, “moreno”, a veces pensé que se estaban burlando, pero eso ya es tener encima algún complejo. La cejas casi no existen, una pequeña cantidad de vellos la definen, pero lo que más se tiene es ausencia; unos labios delgados, digamos que de débil definición; por la falta de molares no me preocupo, pues nadie anda hurgando dentro de mi boca, he crecido con muchas limitaciones, pero lo que más me caracteriza es el estar siempre callado y a la defensiva, comportamiento que después me llevo a convertirme en agresivo, pero un agresivo paciente, de esos que se esperan hasta el último segundo para reaccionar. Boca amable y cejas invisibles, que más se puede pedir, a no ser que uno pudiera desear una cabeza que pasara por alto las burlas de los demás, pero ya me acostumbre a la idea de que siempre me digan, pelón, pelochas, pelón pelonte cabeza de cuete.
Cuando ando por la calle, miro sin mirar, confieso que tengo algo de miedo, ese miedo que durante muchos años me fue negado, no es que el tener miedo sea una virtud, pero acá si levantas la mirada puede convertirse en una ofensa y luego tu cuerpo aparece en medio de una balacera, en medio de tanto escándalo, claro que apareces muerto y con las manos atadas, otras veces no se necesita de las balaceras para justificar tu aparición, pues te lanzan de algún auto en plena marcha y allí te quedas, hasta que alguien llegue y se encargue de recogerte y si corres con suerte de que tu familia se entere, pues reclaman lo que pueda quedar de tu cuerpo y te despiden como debe ser. Andar con la cabeza abajo es algo que no hago, solo ando por las calles con un poco de prudencia, pero siempre pelón, pues no tengo alternativa, sin importar que el sol queme mucho.
Los recuerdos siempre están presente, por alguna razón saltan de nuestra memoria cuando algo nos ocurre; no es fácil vivir sin recuerdos, es parte de la experiencia, de la memoria que vamos haciendo ya sea de forma individual o colectiva, la memoria es la que siempre nos dicta parte de estas rutinas que nos vamos fabricando, porque tenemos necesidad de contar algo, porque si dejamos de contar algo es como si estuviéramos incompletos y todo esto es entonces una gran necesidad. Nos contamos cosas, acudimos al recuerdo casi siempre y un día en medio de ciudades desconocidas nos preguntamos que demonios estamos haciendo allí, a que se debe tanto movimiento y empezamos a observar a nuestro alrededor y lo único que podemos sacar en claro es que estamos solos, y solos de nada nos sirve lo que vamos haciendo, porque entonces a quien le vamos a contar todo esto que nos sucede. Los tiempos desobedecen nuestros caprichos.

Rutinarias...cinco


La ciudad de Paris me parecía muy grande, llevaba mucho tiempo en el tren y cada vez que tenía que transbordar, sentía que el dolor terminaría por matarme. Llegue a la estación de autobuses, muy cansado y no solo eso, tengo que agregar que estaba confundido, pero me conformaba la idea de poder llegar más tarde a España, ya no importaba la ciudad pues había decidido regresarme en cuanto pudiera hacer efectiva mi reservación, pocas cosas me podrían detener en ese instante, mi deseo estaba lleno de miedos, de corajes, pero sobre todo de soledad, no era posible salir del entorno de toda la vida porque el miedo era mucho más poderoso que todos los razonamientos posibles o es que me preocupaba lo que la gente pudiera decir, Salí huyendo, no me merecía esa vida, no era justo perder todo lo hecho y de paso a los amigos a cambio de que los demás pudieran vivir bien, pero como puede uno saber en que medida las cosas son justas o no, como puede uno decidir como nombrar a las cosas, si nombrarse a uno mismo es de por si complejo. Pensé en pedir un pasaje directo a Barcelona, pero ningún autobús hacía ese recorrido, tendría que llegar a España por el norte, cruzar por el país Vasco, quizá por Bilbao, donde vivía uno de mis mejores amigos y de allí tomar la ruta hacía Barcelona, decidí que lo mejor era llegar a Madrid, al menos ya conocía la ciudad y podría moverme con cierta facilidad, no pensé en nada más y el autobús saldría en unas cuantas horas más, recuerdo que se tardaría por lo menos seis horas más en salir. Mientras estaba en la fila para comprar el boleto de ida y que no necesariamente implica uno de regreso, al menos en este caso no me interesaba ningún boleto de regreso, conocía a una mujer de unos 50 años, mujer que a todas luces mostraba interés en mí persona, ella decía ser de México, pero que sus abuelos eran familia de algunos zares rusos, la verdad es que me impacto, me hablo que cuando era muy pequeña la habían raptado en Acapulco y que la habían vendido con un americano(gringo) viejo y con mucho dinero, que ese americano la había violado cuantas veces quiso y que después de mucho tiempo de sus abusos la dejo de nuevo en Acapulco, donde antes la habían arrancado de los brazos de su familia, con ello, acabaron con el brazo protector de los zares rusos, con ello su historia se vio obligada a vagar por diferentes ciudades, en sus ojos se nota ese grito intenso, esas ganas de decir sálvame, pero quien era yo para intentar tirar el salvavidas, si lo que buscaba era eso precisamente, alguien que pudiera salvarme, aunque a veces creo que entre dos necesitados de esa salvación, quizá hubiera sido posible salvarse más rápido, pero la verdad es que no me atreví.
No solo era mi necesidad por ser salvado lo que me imposibilitaba, sino que juzgue por las apariencias, decidí que la mujer entrada en edad no me gustaba y con ello me llene de prejuicios, aun antes de poderla conocer en realidad. En la sala de espera estaba su hija, una mexicana porque según su madre ella era mexicana, pero que había nacido en Francia, la chica aún jovial, no mas de 23 años, despertó mi instinto animal, me ofreció quedarme en Paris, ella tenía un departamento en el barrio latino y si yo quería juntos podríamos trabajar con su compañía teatral, compañía que se encargaba de entretener a todo tipo de público. Por primera vez me sentí tentado, pero en la mirada de ella no se denotaba esa ansiedad por rescatar, más bien su grito venía de la mano de ganar experiencia, posiblemente todo aquello pudiera durarme algunas semanas, pero no había esperanzas, así que tome la decisión de viajar, ya tenía el boleto en mano, y el correo, como el número telefónico de esta chica, si algo salía mal, no sería mala idea buscarla.
En el autobús, nos fuimos de compañeros de viaje, la mexicana nieta de zares prusianos o rusos y yo, la verdad es que no entiendo aún la diferencia entre rusos y prusianos, no entiendo que diablos hacía un zar y porque sus nietas estaban en México o porque habían nacido en nuestro país, como tampoco entendía de las perversiones de un americano que pagaba porque alguien más se robara jovencitas y después regresarlas al sitio donde las tomo, solo que con unos años más y con un profundo dolor emocional, no entendía porque la vida me hacía extraños regalos, porque me tenía que encontrar con ella precisamente y cuales eran los designios o caprichos que encerraba el destino de existir, para ambos, sea como sea no me cuestione más y emprendí el más largo de mis viajes por el sur de Francia, y de haber terminado toda la ruta, quizá hubiera sido el más largo de mis viajes por toda Europa, pero algo me estaba esperando kilómetros arriba o lo que es lo mismo, horas después.

En realidad nuca logro dormir, es una especie de sueño raro el que me aqueja, suelo despertar mucho antes de lograr el sueño profundo, a veces pienso que vivo estresado, otras veces he llegado a creer que no puedo deshacerme totalmente del miedo, pero como no puedo estar seguro de lo que en verdad me sucede, me disculpo de mis malos hábitos diciendo que es imposible dormir con tanto ruido o con un colchón de tan mala calidad, no importa que el colchón sea de lo más caro y con tecnología de punta. Otras veces pienso que me volveré loco, pero eso nunca sucede.

Rutinarias...cuatro


Escuche mi nombre, tarde mucho tiempo para entender que se trataba de mí, no estaba ya acostumbrado a que me nombraran como antes. No tan solo es el nombre como nos conocemos todos, sino lo que nos da esa complicada identidad que arrastra con todas las historias y antecedentes. Las imágenes que podía tener, eran muy claras, imposible estar soñando, imposible creer que algo o alguien se había metido en mi cabeza para manipular la realidad que experimentaba. Me llamaron para decirme que no tenía caso seguir huyendo, que tarde o temprano toda la verdad sería revelada y que no bastan unos cuantos cambios para maquillar lo que fuimos y que debería cumplir con mis responsabilidades, pero qué son las responsabilidades sino otro invento, para justificarnos de nuestros errores. Escuche mi nombre a través de la línea telefónica, me dio por temblar y sentí asco, mucho asco y ganas de salir huyendo para siempre, de terminar con aquella situación que me persigue del pasado, me dieron ganas de gritar que no soy el otro que el mundo me confunde. Pensé que todo esto no es otra cosa que una cita que he aplazado durante un largo tiempo y que ya era tiempo de cumplirla. Del teléfono pase a las imágenes de un hombre que me amenazaba, que me leía mis posibles derechos y que por más que lo intentaba no podía ocultar su risa irónica, me desesperé y sentí como el dolor constante de mi cabeza se intensificaba y rasgaba todo su interior, su risa no podría ser más burlona; me pidió que me identificara, no le basto que le entregara mi credencial de elector o el pasaporte, me dijo que tenía dudas fundadas acerca de mi identidad, que alguien había chivateado, que me habían puesto el dedo y que del dedo precisamente obtendría la información que necesitaba para comprobar quien era yo en realidad, por supuesto que me hablo por mi nombre y se identifico como la persona que horas antes me había llamado por teléfono. Eso de las huellas no me pareció una buena idea, pero no podía demostrarle mi miedo, así que le dije que me mostrara una orden correspondiente para hacerlo y que además me explicara de que me estaba acusando. El hombre no me dijo nada, volvió a repetir mi nombre, se burlo abiertamente y me pidió que lo acompañara.
Saco dentro de un portafolios viejo, un sobre tamaño carta, de esos sobres amarillos. Me dijo antes de continuar, esto es para usted, quiero que lea, que se informe y si esta de acuerdo podemos seguir con nuestras vidas de otra forma le pediré por favor que me acompañe. Tenía un rostro frío, como si en el se hubiera instalado la eternidad. Toque el sobre, mientras un temblor se apoderaba de mí, no deseaba abrirlo, no sabía que esperarme, de alguna forma estaba sorprendido y lleno de miedo, como es que alguien ajeno a los secretos de la familia se había enterado, la traición tendría que venir de la familia, alguien dolido por mi comportamiento me había vendido, no se necesita ser Dios para ser vendido, como tampoco se necesita ser Judas para vender. Jugué un rato con el sobre entre mis manos, luego le pedí que me dejara por un momento a solas, solo así estaba dispuesto abrirlo. No podía pensar, el mundo y la historia empezaron a trasminarse por los poros invisibles del sobre amarillo, temblé como nunca e imagine había llegado el momento de afrontar todas las consecuencias de mis actos, sino era ahora, nunca más tendría la fuerza para hacerlo.
Lo abrí, no pensé en nada, no me propuse dejarme sorprender, era irracional mi actitud, podrían haber puesto una bomba o alguna trampa, no tendrían porque ser papeles que denotaran mi identidad ni la prueba irrefutable de lo que deje de ser, pero a cambio de todas esas consideraciones había una buena cantidad de hojas en blanco, y una nota entre todas ellas que decía, aquí puedes anotar lo que ahora eres y olvidar lo que dejaste de ser. Supuse que se trataba de una broma, que alguno de mis amigos no tenía nada que hacer y había decidido jugarme una broma, nadie más podría saber mi necesidad de ir escribiendo, pocos saben acerca de lo que en verdad me mueve, entonces como es que alguien me sugería que esas paginas estaban disponibles para mi historia, como es que alguien salía de la nada y me gastaba tal broma, busque de inmediato por todos los sitios posibles, no me había dado cuenta pero no estaba solo, me encontraba sentado en el aeropuerto de Paris, como había sucedido algunos años antes cuando empecé con esta nueva vida, frente de mí estaba la mujer hermosa que hace un tiempo había olvidado; sentí un resoplido en el cuello, mire a todos lados y esperaba encontrarme con alguien en franca huida, alguien que por su sonrisa pudiera delatarse, pero nada, la gente continuaba con sus rutinas de aeropuertos, mucha gente y en ese momento sentí tanto miedo que pensé que estaba por morir.
Me sentí inmerso en una soledad aún más profunda hasta las ahora experimentadas, el hombre e reconocía, sabía mis defectos, sabía de mis necesidades y de todo lo que deje de ser. Lo que antes había hecho no era tan malo, no por eso se va uno a la cárcel, al menos no hasta hace algunos años, ahora, con eso de que las leyes se aplican como mejor convenga ya ni se que se pretende. Regrese a buscar al hombre, pero en su lugar estaba una mujer, con el mismo portafolios y le pregunte por el tipo que antes me había entregado el sobre amarillo tamaño carta, ese sobre anónimo, pero que al parecer su contenido estaba dedicado a mí, él sabía de forma clara lo que me gustaba, pero sobre todo se había metido a mi interior y había escandalizado mis miedos, poca gente sabe donde están y lo que son en realidad. En ese momento no podía jugar a la idea de la duplicidad, es imposible que alguien me suplantara o que me conciencia estuviera reclamando por lo que deje de ser y de paso lo que deje de hacer. La mujer me sonrió, pero no me entrego alguna respuesta, así que en el ambiente reinaba el silencio y de pronto el escenario ya no era el mismo, y como entender que pasas de la sala de espera de un aeropuerto en Paris, a la casa de mi madre. Sin duda aquel mensaje oculto en el sobre amarillo, venía a exigirme que cumpliera con la tarea que había dejado abandonada, pero se trataba entonces de un sentencia que se logra después de un juicio, o se trataba de hacerme ver que estaba dejando de lado todo lo que había planeado para esta vida que no terminaba de empezar en lo que más me gustaba y que es el escribir, un reclamo o una sentencia, que extraños designios no tiene la vida como enviarnos mensajes en sobres anónimos y que sobre todo como entender su lenguaje más caprichoso.

Recordé los años de mi infancia, la falta de prejuicios me hacía libre y podía imaginar y contar cosas sin el temor de que alguien me dijera que estaba mal, recordé el tiempo en que las criticas no me destruían, eso sin importar de quienes vinieran, entonces por qué ahora, esas cosas sin sentido se apoderaban de mi imaginación y no me dejaban dormir, por qué ahora se vestían de una importancia que nunca existió, quise recordar en que momento decidí que deseaba ser escritor, si es que existe un momento para ello, me pregunte si es que algún día sería posible dejar atrás todos mis miedos y por fin hacer lo que sueño, pero todo ello metido en un ambiente desconocido.

Regresé en el tiempo, llegue al instante en que el hombre me entrego el sobre amarillo, pero esta vez no pude ver de forma definida su rostro, me grabe el olor que despedía pero no correspondía a ninguno de mis recuerdos, quizá era el cansancio, quizá era el haber escuchado tantas veces esa voz amenazadora al otro lado del teléfono o tal vez sea que nunca pude olvidar por completo a esa mujer hermosa que conocí en el aeropuerto de Paris y que me tuve que conformar con una sonrisa, porque ella no estaba dispuesta a rescatarme, como tampoco podría saber que mi mirada reclamaba un poco de comprensión, más que de amor, como podría saberlo ella si estaba a acostumbrada a que la vieran y a regalar una sonrisa para hacer más ameno el encuentro de miradas. Como sea regrese en el pensamiento y los recuerdos. Estaba yo allí, incapacitado, viendo las hojas blancas, cuando sonó el despertador y entendí que se trataba de una jugada del sueño y que tan solo era cuestión de tiempo, para que las cosas volvieran a esa supuesta normalidad. Desperté y dije que no podría dejarme vencer por los miedos ni por el tiempo. Tiempo. Entonces cierro los ojos de nuevo y por fin puedo dormir.