jueves, 25 de octubre de 2007

Las cosas instintivas...


Los trabajos siempre que llevan consigo el intercambio económico los considero falsos, no por falsos menos o más cansados, el caso es que son necesarios, sin ellos no podemos hablar de viajes, de hacer poesía, de la familia o de tantas otras cosas que podemos o no disfrutar; aunque me salta la duda, si la poesía se hace, se construye o simplemente fluye. Los trabajos sin ese intercambio económico, como llamarse, excentricidades, o mucho más simple, pasatiempos. Los recuerdos me gustan más que el trabajo, lo único malo de hablar de los recuerdos es que se nos van las horas hablando de ellos y entonces surgen conflictos en los que tenemos que decidir si hablamos o trabajamos, las horas trabajo, dan para unos cuantos instantes que pueden ir directo al almacén de los recuerdos, las horas recuerdos no dan para comer, quizá nos deberíamos convertir en cuenta recuerdos, que quizá no sea lo mismo que un cuenta cuentos, lo bueno de todo esto es que tenemos un poco de tiempo para irnos contando todo lo que se nos ocurre, todo los que en un momento nos atrapa y forma parte de nuestras sensaciones más intensas, robarle tiempo al trabajo es quizá el mejor invento que podemos lograr, lograrle poesías a la vida eso es único, solo que no todos pueden hacerlo, yo sigo buscando la combinación para lograrlo, no es nada sencillo. Me gustan las ideas largas, sobre todo en los diálogos, es como medir la respiración o la fuerza de quienes lo hacen, me gustan todas las historias que puedan contarse, me gustan porque me llenan de más emociones, porque esas emociones genera una pasión, un sonido que se aleja del ruido, un sonido que me habla sin tener miedo a nada, me gusta.
Yo me he encontrado con otro tipo de ratas. Ratas ecológicas. He ido por la mañana a un centro de verificación vehicular, por supuesto que yo no tengo auto, no me alcanza para esos lujos, con problemas puedo cubrir la cuenta del telefono, suelo rascar al igual, que tú las pelusas que se van quedando en la bolsa, aunque siempre me queda alguna en el ombligo, es casi seguro encontrar en mi ombligo una pelusa. Allí nadie pelea por el auto que pueda verificar, los usuarios del sistema se acercan, no dicen nada, solo se dan la mano y depositan unos billetes en la de los técnicos o dejan en sus autos pequeñas propinas, no importa si contaminan, es más a quien le importa si la ciudad esta contaminada, las ratas suelen interesarse por su comida, pelean por un tramo de ella sin importar quien sea el rival, estas ratas se preocupan por traer autos nuevos, autos que de ninguna manera reflejan la calidad de vida de una sociedad, esta sociedad que dicen es nuestra. Más tarde he tenido que trabajar, lo hago con autos extraños, te he dicho que no tengo uno, por un lado mejor pues los costos de mantenimiento, de seguro me dejarían sin comer, no es la gran cosa reparar motores dañados o afinar autos que empiezan a toser y que cuando lo hacen arrojan grandes cantidades de humo, no es la gran cosa tener las manos llenas de grasa o llenas de aceite, tampoco el que la gente te llame por un nombre que nunca fue o es tuyo, porque te nombran según las circunstancias. Por la noche dejarse atrapar por el embrujo de la luna fue la tarea inquietante, exquisita, pero casi me fui a esconder de inmediato, para mí el frío no es mi mejor aliado, aunque no se necesita de aliados para este andar profundo e inquieto en esta ciudad de ruidos, lo que más abunda es el ruido y sin embargo cuando hablamos de nuestras cosas, de nuestras soledades ponemos énfasis en los silencios, parece que vamos añorando las cosas inexistentes, quizá porque en nuestra soledad no somos capaces de escuchar las voces, o los deseos de la gente que nos rodea, si nos damos un tiempo descubrimos que la gente va haciendo unos sonidos extraños, esos sonidos una vez interpretados dicen tantas cosas, en las calles por ejemplo, el caminante va recitando sus versos, esos versos que no se encuentran en libros de poesía y no se encuentra porque es una poesía personalizada, esa poesía que habla de su vida, de sus alegrías o sus dolores, aunque casi siempre los poemas de esta ciudad hablan de la soledad y de cómo nos fuimos quedando sordos, quizá por eso fingimos conocer los sonidos del silencio. Por otra parte, el ponerle atención a todo, demanda una capacidad sin límites, no poner límites a algunas cosas de seguro nos lleva a otro caos, a otro mundo que quizá sea más complejo que el que podemos vivir a diario.
Me gustan los puentes, he llegado a pensar que es un buen sitio para bien morir, no un sitio donde se puede ir muriendo, sino descubrir allí la muerte final. Las pequeñas muertes son interesantes, en algunos lugares a los orgasmos les llaman una muerte chiquita. Burlar la inocencia debe ser algo complicado, pero se antoja, es más se antojan tantas cosas que están fuera del orden diario, aventarse de un puente y caer parado sin dañarnos nada, pero me preocupan mis rodillas y mis tobillos que están muy dañados, aunque hablar de daños supone que tengo en claro cual es su condición, y entonces estaría mintiendo, no es que no me guste la mentira, pero esa no me agrada, solo se que mis rodillas o mis tobillos me duelen sobre todo cuando hace mucho frío, la verdad es que ya me duele todo y la edad aún no es como para estar en esas dolencias, pero que se le va hacer. Saltar de un puente no es la mejor opción. La edad de la inocencia, cuando empieza, cuando termina, acaso es un camino donde alguien se burla de esa inocencia y al otro segundo abrimos los ojos, llenos de maldad, ajenos, maliciando nuestros actos y pensando ajenos de cómo antes lo hicimos, la edad de la inocencia se pierda acaso cuando nos llega a edad de la ciruela. A veces creo que nadie se burla de la inocencia, lo que sucede es que nosotros tenemos muchas ganas de experimentar, es por eso que nos despojamos de ella, pero no la perdemos, la tenemos allí guardada para cuando sea necesario o para cuando nuestros llantos quieran regresar, lloramos inmersos en la tal inocencia, en la fragilidad de nuestras emociones, somos inocentes, débiles, sinceros, ajenos de nuestras voluntades, somos otros. Me gusta este dialogo. Cruzar un puente, ver el río, no importa cuantas veces lo hemos cruzado, lo que importa es lo que nos asombra al instante, en ese mismo instante que todo se va creando, las pequeñas cosas forman las grandes cosas, no podemos partir de un gran bloque de cosas para hacer muchas que sean pequeñas, no en mi mundo.
Me gustan las espirales, los laberintos son parte del diario andar, me gusta tanto el chocolate, quizá con una crepas me vengan muy bien. Vaikuntha te viene muy bien. He intentado hablar con Vishnu, por supuesto que anda muy ocupado así que le pedido un poco de espacio dentro de tus espacios, puede ser una excelente mensajera, así que no hecho en saco roto lo que voy aprendiendo, y procuro conseguir buen hilo para todo este andar.
Las cosas diarias, el tener que trabajar porque las pelusas no sirven para pagos, el tener que observar las ordenes de pagos que se desencadenan muchas noches sin dormir, el lidiar con algunos amigos que no entienden de estos silencios ruidosos, el ruido de la ciudad, los conductores de autos que se desesperan si un embotellamiento los atrapa, las prisas que no son otra cosa que correr para llegar a casa, pero no llegan a jugar con la familia o el perro sino a encender su televisor, llegan porque allí encontraron el refugio excelente a todos sus miedos o llegan porque el frío de los últimos días cala, cala tan hondo que desnuda los huesos si te quedas en la calle, quizá llegan porque tienen que hacerlo pero en su paso, en ese gran recorrido van inundando la ciudad de sus ruidos, el oído derecho empieza a conocer el silencio. Yo quisiera pagar con letras todo, quisiera formar una especie de fondo económico donde se sufragan gastos menores, todos mis gastos son menores pues no alcanza para más. A veces un lujo consiste en ir al centro de esta ciudad y observar a al gente que se come todos sus antojos, a mí en estos tiempos ni para antojos me alcanza, pero no por eso desconozco la felicidad. Es cierto que el trueque ya no vale, pero algo debe haber que nos ayude, algo que nos deje sin tantas deudas en estos tiempos, o en todos los tiempos, quizá un romántico compre algunos poemas o quizá en alguna plaza pública la lectura de estos poemas nos de una cuantas monedas que después de todo son mejor que un puñado de pelusas. Los papeles antipiratas pueden tener el valor de este mundo pero nunca será tan generosos como la imaginación, la imaginación no tiene precio aunque algunos se valen de ella para malos tratos. Ahora me pregunto que son los malos tratos. Insisto, me gusta este dialogo.
Como pagar por la soledad, o un consuelo por la existencia de ella, no existen billetes que lo puedan lograr, no existe tal unidad entre el pago y las sensaciones, me gusta la idea de que tu y yo somos uno o ambos somos más que más, me gusta., aunque no sea algo que sale de uno, pero cuantas cosas de las que hacemos o decimos salieron de otros, de esas soledades que no encontraron el eco de sus cantos, de sus quejas en nadie, bendita soledad que no puede ser pagada, porque ella al final de todo nos premia, claro que tiene una forma muy rara de compensar, pero lo hace. Los instintos, los razonamientos, las cosas que nos hacen diferentes, las migajas que salen donde uno menos lo espera, el cable del telefono o el no cable del mismo, que carece de vida si el otro, el que esta del otro lado no pone a funcionar su voz, la voz que puede atraparnos para dejarnos lejos de los problemas diarios, de las preguntas que parecen no tener sentido, de todo este entorno que nos hace según nosotros diferentes, pero como entrar a la mente de todos y pensar como ellos, como ser capaz de entender que existen animales que tras sus complejos si es que los tienen, terminan por ser así tan solo instintivos, existen los padres que son como perros, que no preguntan y un día se cogen a sus hijas porque el instinto en ellos fue superior y el razonamiento no existe. No todos tienen esa capacidad de ser instintivos y razonar, no todos comprenden que los problemas no se solucionan de forma orgánica, no todo este andar esta claro, al menos no para todos. Es mejor pertenecer a todos los momentos que nos van formando, a esa pequeñas cosas que nos hacen, al creer que si saltamos de un puente podemos volar, al pensar que la vida con deudas y todo es mucho mejor que andar buscando las migajas de la comida que otros van arrojando, que importa si para ello debemos pagar altos costos, que importa si en ello va el trabajo y nadie paga por los poemas que salen a nuestro rescate, que importa si le robas dos horas al día, para seguir este dialogo, pues este dialogo no tiene precios ni precisa de buscar en los cajones el dinero que no existe, porque este dialogo no se paga con nada y las deudas siguen y el recibo del teléfono esta allí, esperando en números grandes que alguien pague por las voces que tantas veces se han llevado nuestra soledad a dar un paseo, no todo en la vida es andar de cuerpo en cuerpo, la vida tiene un dialogo inmenso, solo que debemos atrevernos a tomarlo, tampoco soy un consejero solo hablo dentro de todo este silencio ruidoso, dentro de todos los escándalos diarios, donde a cada paso te encuentras con todo tipo de ratas, con todo tipo de pasiones y de gente marcando un límite, no se puede racional del todo y muchas veces el instinto es más poderoso que he llegado a creer que no hemos podido soltarnos del pasado, de ese pasado instintivo, porque lo animal nos persigue.

No hay comentarios: