viernes, 19 de octubre de 2007

El por qué escribo....


Si alguien me pregunta acerca del por qué escribo, quizá me deje mudo durante un largo tiempo, puede ser el tiempo tan largo como la vida, o quizá este exagerando y no sea tan largo o ese tiempo no pueda ser medido, pero si tuviera la necesidad de dar una respuesta, es decir de esas cosas que son de pronta fabricación, pues diría que no existe una razón de todo esto, quizá escribo porque no me gusta el trabajo, quizá algunos de mis amigos hagan cara de sorprendidos, pero no me gusta el trabajo, al menos no ese trabajo donde se tienen que hacer muchos esfuerzos para apenas ganar para comer, pero en verdad esa tampoco es la respuesta. Escribo porque me dan ganas de hacerlo. A quién le escribo podría ser la siguiente pregunta, pero aún no respondo la primera así que no se ni como afrontar esta realidad ante la inmediatez, ante la precocidad de mis actos, de mis acciones. Hace un tiempo me invente que le escribía a mi soledad, luego a esa dichosa soledad le puse nombre, le puse cuerpo e incluso le puse sexo como una sexualidad encendida, desde luego le escribía porque estaba solo, de haber estado con ella, pues dudo mucho que me pusiera a escribir, pero según yo le escribía a ella, la única razón que tenía para escribir era que según mis cálculos era la única forma de conocerme, digo reconocerme entre cientos de imágenes o en medio de una multitud de seres que deambulan por las calles de esta ciudad, debo aclarar que todo eso que me fui proponiendo no fue otra cosa que otra engaño, no una farsa sino otro engaño. La realidad de escribir no solo va de la mano del gusto ni tampoco tenía un destinatario favorito, ni uno no favorito, la idea venía tomada de otras circunstancias, pero el ir dejando al descubierto todas esas pasiones me parecieron una traición al menos para mis momentos de absoluta soledad, esa soledad que me hacia abrazar el vacío, esa soledad que me convertía en cómplice de no se cuantas pasiones, soledad con pasiones, alguien puede imaginar lo intenso de esta vida, yo no puedo, es simple el porque no puedo, es porque la vivía, no tenía tal necesidad de imaginar.
Escribo sin tener razón alguna para hacerlo, así todo es más fácil porque no tengo que sujetarme a no se cuantas cosas sin perder de vista el hilo o la frase creadora o el objetivo de algunas letras, es decir las letras que voy creando suelen nadar en una felicidad especial que da el ser libres, aunque hablar de libertad suele complicarlo todo, pues uno empieza a confundirse, a pensar en espacio limitados por nuestros juegos, por nuestros dominios, o por la incapacidad de hacer lo que se nos viene en gana, por lo menos estas letras pueden contar lo que se les venga en gana o de plano no contar nada como ahora, el caso es que se van juntando, es como un ejercito de hormigas que en su loco afán de seguir vivas se desarrollan en un mundo nada complicado y se ponen a contar, en este caso el ejercito de letras cuenta, el ejercito de hormigas de seguro lucha por obtener algún exceso de comida que almacenara para las épocas complejas. Escribo porque de pequeño a nadie le gustaban mis historias, que si era yo un mentiroso, que si deseaban oír otras cosas o que nada les gustaba, de chico jugaba con una varita mágica, una verdadera vara mágica que por un segundo se convertía en un poderoso fúsil capaz de cazar rufianes, capaz de lanzar gritos atroces mientras decenas de animalitos iban dejando la vida para alimentar a un pueblo hambriento, solo que durante todo ese tiempo pensé que la gente tenía hambre de alimentos, no pude ver que su hambre era más complicada y que solo con una varita mágica los podía alimentar, esa era el hambre de existencia y saben porque no lo pude notar, porque en aquellos tiempos los olores del entorno me parecían tan normales y tan humanos, pero allí casi todos olían a muertos y el no tener un olfato bueno me hizo no notar la diferencia, pero te estaba hablando mi varita, esa si que sabía hacerme reír, en ocasiones se convertía en mi caballo, era muy rápida, no tenía límite alguno, mi caballo claro era mucho más hermoso que el del llanero solitario, mientras las chicas de mi edad no pensaban en que hacer por sus vidas, por sus sueños, quizá porque no los tenían y si les hablaba de mis cosas, consideraban que yo era un tonto soñador, ellas se conformaron con esperar, pero como el que no espera nada, se conformaron con seguir con las mismas mañas de sus madres, total parir hijos mientras alguien más te mantiene nunca fue visto mal por aquella sociedad y quizá por otras tantas sociedades, nadie jugaba a que podía ser médico, pero si jugaban a las escondidas para regalarse los primeros manoseos, jugaban a la casita para quitarse las ropas porque en sus casas sus padres por la noche se quitaban las ropas para dar rienda suelta a lo único que tenían como verdadero, su animalidad, sus ganas de saciar esos instintos después de todo yo no dejaba de ser un loco, un mentiroso, un soñador, mi varita era capaz de reproducirse, de tener otras varitas que hicieran esa magia, peor nadie deseaba andar a caballo, si acaso deseaban ganar a las canicas y mi varita caballo se convirtió en varita avión, en varita helicóptero, en varita de amor. He olvidado muchos nombres, muchos rostros, a veces recuerdo de que por algún segundo estuve enamorado de cierta miradas, de ciertos instantes, de mujeres que no deseaban pensar, de mujeres que odiaban mi forma de ser, que no les gustaban mis cuentos, que no querían nada con tipo más bien paliducho, más bien debilucho, que su única gracia consistía en querer siempre mentir, mentir porque una ballena era capaz de nadar en un río o porque de noche se soltaban los demonios y lo único bueno que s eme ocurría era espantar a esos pequeños niños que fueron condenados por sus padres a tener un vida en espera de reproducción, en espera de muerta y mientras ellos fueron agonizando, mi varita se convirtió en viajes por diversas ciudades del mundo, se convirtió en un avión de verdad, en un policía de migración que no se cansaba de confundirme, con su loca idea que yo deseaba introducir droga a su país o que tenía la sospecha de que era un árabe disfrazado como si ser árabe fuera un delito, el policía que se moría de paranoia porque tal vez a mí se me ocurriría convertirme en uno más de esos ciudadanos del mundo que van por allí buscando trabajo, cuando lo único que no quiero hacer es trabajar, claro llamo trabajo a esas jornadas de más de ocho horas que nacen con el sol y mueren a la llegada de la luna, y todo para que, para tener en la bolsa una necesidad mucho mayor de lo que se gana. Mi varita fue de todo, solo que cuando salí de mi ciudad ya no estuvo conmigo en su forma original y desde entonces va dentro de mí, me ayuda a seguir con estas ganas de escribir, aunque la pregunta siempre sea la misma para qué, por quien, qué se gana con todo esto, quizá nunca pueda contestar.

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