miércoles, 4 de junio de 2008

Vida al Norte....


Vida al norte

Pocas veces pierdo el control. Me encontrado en los últimos tiempos con comportamientos que no se explicar, parece que todas las cosas son así, que la gente esta acostumbrada a estos ritmos, a estas andanzas, que les gusta el atropello, quizá sea un reflejo de mi poca tolerancia o quizá sea un completo ignorante de las cosas que suceden al norte, de cómo se vive por acá. La vida al norte es como andar sin brújula, para ser digamos un poco preciso, me refiero a esta vida fronteriza donde la gente esta preocupada por pasar al otro lado, siempre el otro lado y esta sensación agotadora de ser extranjeros en cualquiera de los lados, esta sensación abrumadora de castigo, de juego, de perdición. La gente va de aquel lado a comprar, según y no lo dudo, porque las cosas son más baratas, según porque allá todo es más bonito y se puede pasear con toda calma ya que la gente no tiene prisas y no maneja de forma animal. Acá la gente maneja sin cuidado, se suben al coche estando borrachos o drogados o ambas cosas, hace unos días, el domingo un conductor embistió a un pelotón de ciclistas que deseaban hacer un recorrido de casi 40 kilómetros hasta la playa, el resultado fatal, por lo menos una persona murió y el conductor quizá pase unos ocho años en prisión, con suerte un poco menos, pero eso es lo que se espera. Dicen los de acá que del otro lado esas cosas no pasan y de alguna forma añoran e incluso tienen envidia por aquella vida. Otro se cruzan a diario para hacer el trabajo allá para ganar los billetes verdes y gastar en productos verdes para que el caso se reduzca a nada, las cosas sean donde sean están encarecidas, pero ese no es motivo de alarma. Acá al norte fuera de los centros comerciales, te encuentras con letreros que dicen”asamos su carne”. Esa cultura de la carne asada no es algo que se tenga arraigada al sur, bueno, uno se ve obligado a crecer sin la presencia de tanta carne que quizá nos escuchen decir que no nos gusta, a mí no me gustan las verduras, pero eso fue de tanto comerlas, aunque decir verduras ya es un lujo. El calor, el chillar de las llantas, la gente agresiva es la constante, eso sin hablar del miedo, de los malos manejos, de las noches sin sueño, de la vida deprimente, hasta hoy me parece que en esta frontera la vida esta llena de depresión, que la gente ríe o actúa de manera autómata, quizá este equivocado y sea mi falta de tacto ante los del norte, quizá son más de lo que creo, pero eso lo voy ir averiguando, por lo pronto es lo que hay, lo que percibo, lo que huelo, lo que presiento. Mientras todo esto pasa un grupo de gringuitas andan por las calles de esta ciudad ofreciendo algo, haciendo algo, intentando vivir de este lado de la frontera, como si ese sentimiento de no sentirse propios de un entorno las vomitaran a estos suelos, quizá no logren dejar de sentirse extranjeros. Lo que yo deseo es poder fotografiar su exterior, con eso ya me daré por bien servido. Que siga la vida en esta frontera, en este norte misterioso. Las gringas van de regreso, visten de negro, de blanco, de naranja, su piel viste de un tono muy oscuro, muy oscuro, muy oscuro, si ríen sus dientes se ven brillantes, blancos, alegres.

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