domingo, 18 de noviembre de 2007

Territorios inexplorados...



Para Claudia...

Salí a caminar para disimular que estaba perdiendo la memoria, para llenarme de nuevos recuerdos, para que las nuevas imágenes me dieran algunos motivos de los que pudiera hablar. No salía con frecuencia. De hecho, no había notado nunca antes la perdida de la memoria, por lo cual no puedo asegurar de que estas cosas no hubieran sucedido antes o con que frecuencia hago mis rutinas, las cosas que parecen inventadas pero que no son más que las que se viven a diario. Atravesaba quizá la más fuerte de las crisis del verano, no solo referidas a las estaciones del año, sino también a las estaciones de la vida, atravesaba por circunstancias que me desquiciaban, por las noches me levantaba enloquecido gritando cuantos nombres se me podían ocurrir, nombres que parecían no tener sentido, luego la frecuencia con que los sueños se repetían me hacían temblar, después no recordar nada, eso era mi peor temor, ese era el desgaste máximo de energía. Todos los días me preguntaba cual puede ser el destino de un hombre cuando deja de poseer su memoria. Muchas dudas. Ese sabor amargo jugueteando el borde de mi lengua, mientras tú me repetías tantas veces te rea posible, que este era tu tiempo, tu espacio, tu mundo, me hiciste sentir fracasado, apenas era el verano de nuestras vidas. Mis verdaderas intenciones se venían en la necesidad de estar escondidas. Me tire a campo abierto, observando como las nubes formaban a su antojo diversas figuras en este cielo caprichoso.

-¿Es hermoso el azul del cielo?, me preguntó una muchacha de acento norteño, vestida de pantalón de mezclilla, después afirmo que le gustaban las nubes que forman figuras inquietas, me señalo con su dedo índice una que según ella representaba a un elefante. Yo no deseaba plática, me moleste un poco.

-Sí-en respuesta al azul del cielo, luego le dije que no me parecía un elefante, que más bien eso era producto de su imaginación, que quizá otro día bajo otras circunstancias yo podría imaginar lo mismo, pero hoy me resultaba imposible. Ella se sentó a mi lado, me dijo que tan solo deseba cinco minutos, que tenía tantas cosas por contar, pero que cinco minutos le bastaban, saco un cigarrillo.

-No fumo, gracias.

-Hace bien, porque nuestro cuerpo es lo que consumimos-. No le conteste, pero me dije tan solo soy basura.

Cerré los ojos tratando de imaginar un mundo diferente, trate de pensar que nada de esto nos estaba pasando, que cada uno no tenía necesidad de lanzarse en la graciosa huída, para luego un nuevo encuentro, una nueva vida, una nueva esperanza, pensé que el cielo siempre es inquieto, que siempre es azul, que todos los cielos, son el mismo cielo, que tienen la misma piel, que mis recuerdos no son otra cosa que un número infinito de imágenes, las cuales son imposibles de guardar porque requieren millones de espacios donde puedan residir para siempre, pensé que es imposible volver loco cuando apenas se tienen 35 años, cuando apenas la vida esta por llegar a mitad de lo que se desea vivir, pensé tantas cosas antes de abrir de nuevo los ojos, quizá habían pasado tan solo unos segundos. El ruido de la gente no cesaba, el trafico constante, las cosas diarias, las rutinas que no pueden ser olvidadas porque forman parte de la costumbre, los sueños, los malditos sueños que no puedo recordar, el cansancio, la poesía, mis ganas por dejarme seducir por las letras, el cansancio de nuevo, mis ganas, la soledad, los ruidos, mi letargo, tu presencia que nunca se consolida, mi constante pregunta acerca de lo que puede ser un hombre cuando ya no posee su única riqueza, su gran riqueza. Qué somos cuando la memoria ya no existe. Cuando ya se esta muerto, solo nos queda suicidarnos. Sin poder evitarlo, he pensado en la mujer débil que eres, quisiera decir que eres enérgica, que eres capaz de abandonar nuestra cama, que puedes lograr tus metas, pero en verdad estas huyendo de tus demonios, intentas alejarte de tus miedos, crees que con lo que haces le puedes gritar al mundo que pudiste triunfar, no importa que para ello se tengan que pagar los precios más altos. Tampoco me importa. Tus pasos son cortos. Pese a todo el ruido no pude escuchar cantos alegres esta mañana, los pájaros parecían ausentes, cuando cantaban, lo hacían de forma triste. Entonces abrí los ojos, la muchacha que antes me había pedido cinco minutos, aún estaba allí, se fumaba su cigarro. Estaba sentada a mi lado, era un parque, ese parque podría tener un nombre, pero ahora no lo recuerdo. Quizá el parque se llama el Olímpico.

-Por qué sigues aquí, le pregunté. En el fondo pensé que ella se habría marchado ante mis titubeos, pero algo labia detenido, como si al verme se hubiera identificado, como si dos seres fueran idénticos, aunque no creo del todo en la existencia de las almas gemelas, pienso que eso es tan solo un invento de nuestras debilidades.

-A donde quieres que vaya- me contestó, como si este fuera el único sitio existente a largo de este mundo. Como si ella misa se hubiera condenada a las mismas cosas que esta tarde había yo decidido para el resto de mis días, un tanto extraño todo esto, fue lo que pensé. Entonces ella sonrió, sus ojos lanzaron un inquietante mensaje que de principio no podía ser descifrado con facilidad, no era algo complejo, lo complejo estaba en las cosas que uno mismo pudiera pensar, el complejo era uno, sus gestos no me asustaron, pero por un segundo me dieron ganas de levantarme, de buscar la puerta, pero no existen puertas a campo abierto, las manos me estaban sudando, me sentí nervioso, pensé que un café me vendría muy bien, pero la verdad es que nunca tomo café, las cosas estaban fuera de mi control. Sus ojos me miraban abiertamente, con calma, empecé a sentir que era presa de se decisión. Por un momento volví a pensar en ella, la mujer de pisadas fáciles, de situaciones cómodas, la mujer perseguidora de sueños que te alejan de la realidad porque esos sueños no son otra cosa que la expresión de la cobardía, que sin embargo causan ilusión, por un instante, quise borrar toda su presencia de mis días, de los últimos años en los que me aferre dando a su historia diversos nombres, diversos cuerpos para alimentar su presencia, una presencia ahogada en el distanciamiento, alimentada por las razones del olvido, pero que allí estaba cobijada por mi necedad, ella la niña terca que invente para mis historias, pero que en la realidad no era otra cosa que mis caprichos, por primera vez sentí miedo de que esa niña terca quisiera pegarse a mi vida y nunca más me pudiera zafar de ella, que sentido tiene entonces hablar del amor cuando detrás de todo ello existe un gran miedo, que sentido tiene que ella amaneciera algunas veces en mi cama, cuando sus pasos son más débiles que los propios latidos de mi corazón, quizá se trataba de ese oscuro deporte al que todos los hombres nos sometemos, no es sexo, sino el deseo de decir, que a tal mujer la hemos poseído, quizá solo fue eso, pero por un segundo, su nombre, ese invento diario en mis posibles cuentos me asusto más de lo debido. Me acorde también de mis citas a ciegas, donde bien pude caer en los brazos de ladronzuelas urbanas que se habrían encargado de inmortalizar capítulos enteros de mis historias, de que se trataba entonces todo este juego, todo este andar, recordé que me encontraba en un proceso doloroso, donde lo que estaba perdiendo era precisamente la memoria. La muchacha que me había pedido los cinco minutos, que se había sentado junto a mi en el parque Olímpico, no era precisamente una mujer hermosa, le nombro hermosa en el sentido de compararla con alguna artista de Hollywood, tampoco podría decir que ella estaba interesada en los placeres sexuales que se pueden ganar con los favores de una tarde que parece más propicia para la lluvia que otra cosa. No creo que ella fuera una vampiresa, o una mujer loba, es decir no podría ser una mujer fatal por donde quiera que se buscara. No importaba entonces todo lo que pudiera pensar, ella estaba allí, era el momento, lo que tenía que disfrutar, pero al mismo tiempo, confieso que estaba lleno de miedo. Me dieron ganas de levantarme, de echarme a correr, tenia miedo, estaba muerto de miedo, tirado en el pasto, con ella a mi lado poco podía hacer, luego si ella era mujer lobo, al intentar correr, de dos zancadas me daría alcance, así que me resigne, pensé que mi suerte estaba echada, ya nada se podría hacer, cerré los ojos de nuevo. Ella se acostó a mi lado.

-Aquella nube de allá tiene forma de cordero. Aún tenía su cigarro encendido. Entonces me empezó a decir que sabía de un sitio hermoso donde las estrellas tienen un brillo especial, de un sitio donde le gustaría regresar, me hablo de ese sitio, como s fuera el único lugar hermoso de esta tierra, luego menciono el azul intenso de ese cielo, y que estaba convencida que no toda la piel del cielo es igual, que cada lugar es especial y tiene su propio vestido, me dieron ganas de ponerme a llorar, me dieron ganas de tomarla en mis brazos, pero una barrera imposible me mantuvo como clavado al suelo, el mismo suelo donde ella permanecía recostada a mi lado.

-La de más allá es un león, ¿la ves?, nunca le importo mi silencio, parece que su hambre consistía en hablar. Leones, corderos, elefantes, que demonios estaba haciendo yo allí, en ese instante ya no lo sabía. Ahora me movían otras sensaciones, una idea cruzaba por mi mente, el miedo se estaba mudando, esta adquiriendo nuevas formas, nuevos sonidos. Imágenes de un pasado inmediato empezaron a deslizarse por mi memoria endeble, mi cerebro estaba estimulado al máximo, parecía que los lugares que iba recorriendo eran como territorios nunca antes explorados, pero estaban allí en mi mente, en los recuerdos, en las cosas que antes había hecho, en los mapas de mis antiguos recorridos. Dentro de mí todo empezó a tener sonidos fuertes que retumbaron tantas veces como nunca antes en las últimos tiempos, empecé a olvidarme de esos inventos emergentes, de esa necesidad de nombrar amor donde nada existe, de esa falacia de un encuentro que te rescate, de algo que te permita descubrir que aún estas vivo. Entonces abrí los ojos, allí estaba ella, no era un invento. La posición de su cuerpo, su voz, sus manos señalando el paso de la nubes, sus palabras evocando una ciudad con nombre de Real y con un número extraño Catorce, Real De Catorce era el nombre, y ella seguía allí para nombrar, para hacer vibrar con un eco nunca antes experimentado en mi cráneo. Sus dedos parecía normal, ella parecía normal. Quizá era tan solo una muchacha o tal vez una medico que reposaba un poco después de una larga jornada de trabajo, tal vez era alguien con un poco de tiempo extra, ese que nadie tiene, a lo mejor era desempleada o alguien que no se preocupaba por el futuro ose veía sin preocupaciones para el resto de su vida. Sea lo que sea ella estaba allí, dentro de mi cabeza, recostada a mi lado, mientras yo experimentaba la más larga inmovilidad. Hubiera deseado por un segundo que todo fuera producto de mis alucinaciones, que nada de esto estuviera pasando, que las hormigas no me hubieran picado, que la larga fila que hacían las mismas hormigas para entrar a su hoyo jamás hubiera existido, que la lluvia cayera sin consideración, que el pasto estuviera mojado, que las nubes no tuvieran forma de corderos, de leones, pero sobre todo de elefantes, porque aún me asalta en la memoria esa tonta idea por saber a donde se van a morir los elefantes, luego me inquieta el no saber que hacer cuando se pierde la memoria, los elefantes poseen buena memoria, sin memoria ya no son nada, y el hombre, qué es un hombre sin su memoria.

-Tienes miedo-me pregunto la muchacha. Ella no dejo de observar las nubes. El miedo es algo normal para cuando se calla por mucho tiempo –añadió.

-Qué es normal, pregunté. Acaso la demencia es algo normal. Me empecé a molestar, a dejarme llevar por una sensación de mal humor, tenía miedo es cierto, las manos me temblaban, un sudor frío me recorría todo el cuerpo, deseaba que lloviera ya. No podía moverme, pensé que había olvidado como hacerlo.

-A la gente loca así le pasa, me contesto. Cada quien tienes su forma de ser, no dejo de reírse.

No deje de observarla desde ese instante, hubiera querido decirle tantas cosas, pero no logré articular palabras, quizá el efecto de los tranquilizantes estaban en su punto máximo, sentía los labios dormidos, una especie de hormigueo que me bullía por todo el contorno y la poca habilidad para dominar mi capacidad de pensar, la observe eso, me detuve tantas veces en su cabello abundante, un cabello ensortijado y negro tan negro como la noche y espeso, me gusto su cabello. Pensé en pedirle que me llevara esa misma noche al cielo de Real de Catorce, tenía ganas de ver las estrellas.

-No te esfuerces, todo lo que te pasa es muy normal, es lo último que le escuche decir, después cerré los ojos y caí en un largo sueño.
Cuando desperté me dolía el hombro derecho, aún no se como fue que llegue hasta mi cama. No entiendo como fue que las cosas empezaron a tener otro sentido, me toque la cara, mis labios ya tenían total independencia, de alguna forma ya podía expresarme, ella seguía allí, parecía que me entendía mucho mejor que yo, parecía que adivinaba mis deseos, como si alguien le hubiera dado el mapa de mis caprichos, como si ella misma fuera lo que soy o como si alguien la hubiera arrancado de mis costillas para de allí construirla, en verdad que no creo en esas cosas, pero cuando veo su comportamiento, no tengo más opción que empezar a creer, digo que por algo suceden las cosas, espero que no sea la única forma de explicarlo, también espero no tener necesidad de explicar. Intento mover mi brazo, ya no tengo tanta dificultad, no intento detenerla porque estoy seguro que ella no va a ningún lugar, porque entiendo que se va a quedar conmigo. Se que es una mujer inexplorada, como una tierra nunca antes habitada y quizá alguna vez visitada, porque ella no es invento de mis caprichos, ni mujer de mis historias, ella no es parte de mis cuentos y no me da miedo que se quede para siempre.

-Pronto va a llover mi amor -me ha dicho ella. más tarde se observa en el cielo la presencia de leones y corderos que van dibujando nubes, muy lejos veo venir elefantes, cuando se juntan desatan una tormenta, pero esta vez no existen trueno ni relámpagos, esta vez, no importa la demencia, solo importa el amor. Allí sigue ella, esta vez no la he inventado yo, ella llego para quedarse.

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