martes, 6 de noviembre de 2007

coincidencias...


Los ingenieros que gustan por las letras, terminan por auto jubilarse de su profesión, de otra forma no es posible hacer lo que les gusta, aunque muchas veces las cosas que gustan no dan para comer.

Quizá la tarea de los ingenieros en las letras no este de forma proporcional entre cuentas, o en derivar o integrar los sentimientos en historias que se cuentan en pequeñas letras que derraman de alguna forma esos relatos que dicen, y no paran de decir lo que nos aqueja, sin que eso nos haga escritores, sino ingenieros que dejan lo estudiado por algo que en verdad nos llama. Directamente proporcional la relación entre letras y números o quizá los ingenieros no son tan cuadrados como se les tilda, son tantas cosas.

No lleve nunca un tablero de ajedrez a la escuela, ni siquiera jugaba al domino antes de un examen, es más reprobé tanto como pude, lo importante era dejarse empapar por las letras, algunos de mis amigos me decían que debía haber estudiado letras, yo decía que letras y números podían hermanarse con mucha facilidad, solo que la hermandad de la que hablo nunca me intereso tanto como para dedicarme a descubrirlo. No era un estudiante ñoño, mucho menos de los que pertenecen a los grupos de alto rendimiento y reciben mucho dinero en becas o tan solo becas, ni siquiera fui un estudiante medio, pensaba que estudiar no representaba para mí algún trampolín económico, por lo que el trabajo de estudiar era parte del placer, era parte de ese proceso de adquirir la costumbre del razonamiento, después de tanto tiempo, no lo logre, como tampoco he logrado tener un poco de disciplina. El origen del mundo en 3000 caracteres, y el origen de las especies, en cuantos caracteres será posible, quizá un solo número nos baste para definir tantos orígenes, no porque un número diga muchas cosas, sino porque las cosas se pueden atrapar por su comportamiento mismo con la existencia de un número. Pi. El caos. Después de todo somos un caos. La mochila la tome incluso antes de dejar de reprobar en la escuela, la idea era simple, viajar, me he parado en ciudades que no pasaban en mi mente, ni siquiera en sueños, ciudades distantes a tantos años de locura, no podría ser de otra forma. Me hubiera gustado encontrar un trabajo donde las letras dieran para comer, pero eso es cuestión de suerte y de capacidades. Un día me ofrecieron trabajar para un periódico, haciendo el trabajo de reportero gráfico, no era tanto lo que pudieran pagar, que dicho de paso era poco o prácticamente nada, así que no me servía de mucho porque la proyección que podría tener en lo que me gusta era de igual magnitud, poca cosa, las cosas en los pueblos no ayudan mucho, luego el ambiente no podría obtener una sola foto que me sirviera para enamorarme de un trabajo, las cosas que hacemos deben tener esa virtud, debemos enamorarnos de ello, nos debe gustar porque así todo nos sale mucho mejor. Muchas veces he hecho historias o cartas de amor por encargo, nunca me he preocupado por las ganancias, porque me deje conquistar por un trabajo que no me absorbe del todo, un trabajo que me puede llevar todo el día hacerlo o unas cuantas horas, después de todo se tiene que trabajar, no se puede vivir sin hacerlo, por supuesto que me digo que debería ir a un periódico o ponerme a escribir en serio, pero durante muchos días esa sensación de no ser capaces de crear algo que en verdad valga la pena, me atrapa y entonces lo poco que se puede hacer se va quedando en intentos, me gusta la poesía, pero creo que solo unos cuantos pueden escribir poesía y muchos pueden imaginar la poesía, disfrutar su propia poesía, pero en nuestro país, nadie reconoce públicamente las bondades de los versos por lo cual intentar vivir haciendo poesía se transforma en todo un caos, aunque quizá sea un caos muy bien organizado. Vivir de la letras o en las letras o para las letras, lo que sea, pero el caso es vivir en lo que a uno le gusta. Mi trabajo de ocasión, el que me permite tener lo suficiente para sufragar mis gastos, tiene que ver con aquello de destripar carros, y de ganar cantidades que de paso dan risa, solo sirve para pagar los facturas que más tarda uno en pagar que ellas en reimprimirse. A veces me dan ganas de decir que ya no deseo seguir más, pero esa resultaría la más grande de las mentiras, se pueden hacer tantas cosas, pero yo se que no voy a dejar de trabajar, de disfrutar todo lo que deseo. Como tenga que suceder, terminare esta vida siendo un escritor, aunque nadie se hace escritor por favores de la casualidad, para eso se tiene que trabajar mucho.

Mucha gente no lee siquiera una vez en su vida. No es una situación exclusiva de México el tener una especie de dinastía en cuanto a las letras, donde solo ellos son capaces de equivocarse o de publicar historias que no sirven de mucho, solo historias vacías, pero para el grupo de escritores resulta de una calidad inigualable, incluso ellos mismos, ese grupo de escritores son los que ganan cualquier concurso existente. A veces creo que es imposible romper con esos paradigmas, cambiar los usos y las costumbres que nos definen en los comportamientos diarios. Decepcionante, tales comportamientos. Mejores tiempos. Siempre vienen mejores tiempos, aunque muchas veces debemos definir lo que es un buen tiempo. Los desgarres, las pasiones, los ruidos de la poesía, las cosas personales que nos hacen escribir y un día nos levantamos con una genialidad y con un deseo enorme por convertirnos en lo que de alguna forma deseamos, en mi caso es algo simple. Escritor.

Las cosas diarias parecen ser más intensas, parecen que surgen de la necesidad de seguir con vida, de esa necesidad de renovarse, renovarse no significa reinventarse.

Tantas cosas que nos pueden ir atrapando, tantas coincidencias que solo somos capaces de encontrar cuando así lo queremos, porque todas las cosas allí están, solo que al parecer están escondidas, lejanas de lo que nos hace a diario. Ingenieros que intentan ser escritores, cosa que es muy frecuente, pero como un escritor puede pretender ser ingeniero. Ingenieros que renuncian a tantas cosas, ya sea por necesidad o por gusto, nombres que mutan ante la primera oportunidad para que los otros nos llamen de una forma diferente, aunque nuestra mente siempre este diciendo lo mismo, o nuestra mente nos canse de emocionar nuestros nombres, porque todos nos conocen así y porque cambiar el sentido, el sonido de los nombres, nos va despojando de ciertos sonidos, despojarse de ciertos sonidos no es otra cosa que el deseo de dejar de escuchar esas voces internas que tratan de desnudarnos, de mostrarnos como somos, pero las mascaras no son simples de quitar, esa tarea es quizá la más ardua, cansada, desconsiderada.

Basta un segundo para que las cosas cambien, te imaginas todo lo que se puede ser en quince segundos. Si nos ponemos a jugar, quizá nos podemos cambiar el nombre, quizá cada uno pueda llamarse como mejor le gusta, cambiarse el nombre sin caer en lo ridículo, quizá podemos cambiar lo que hacemos a diario en nuestra vida o perdernos en donde menos se pueda uno imaginar, tantas cosas es posible que sucedan. Pero dejar las letras, eso me suena a imposible, estoy convencido de lo que quiero aunque nunca reciba un peso por ello, deseo vivir para mí y las letras y no que las letras me lleven a vivir, eso quizá suena a un loco sueño, pero así suelo ser la mayor parte de las veces.

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