jueves, 15 de noviembre de 2007

El principio de las mudanzas...


La voz de Inquieta o la voz de mi cabeza, en realidad no estoy seguro cual fue la voz que escuche, pero sin duda he escuchado una voz.

Me mude a una ciudad distinta. El barrio parecía estar lento, los movimientos apenas se percibían, de noche los ruidos no eran otros que los provocados por el silencio, por extraño que parezca el silencio suele tener los ruidos más ensordecedores. Los versos parecían estar ajenos, luego esa constante necesidad de estar en los pensamientos de otros, confundiendo la realidad con los sueños, jugando con las historias contadas para convertirme en un antihéroe, me gusta ser un tipo que no cree en los personajes fantásticos, quizá porque en ello estriba un protagonismo esencial, quizá porque todo esto no es otra cosa que un dialogo al desnudo donde no existe un patrón determinado. Para poder ser escritor dicen que se tiene que hurgar a fondo, de eso no se mucho. Decía que me mude a una ciudad que al principio me parecía tranquila, ajena de los ruidos, una ciudad exactamente humana, igual que todas las ciudades, con sus casas fragmentadas, con esas paredes que visten de gris, de un gris color cemento, creo que muchos conocen ese tono de gris, me mude no por casualidad ni por necesidad, sino porque llegue a creer que allí se estaba fraguando mi destino, aunque en esencia siempre he creído que el destino es cosa de tontos, en esos tiempos, pensaba como un tonto. Si quisiera escribir una historia de gatos, tendría que investigar mucho acerca de los gatos, es decir parece algo tan simple escribir una historia de gatos, pero no se con exactitud como son los gatos, no se como es su coqueteo, cada cuanto se aparean, con quien se aparean, si existe un domino, todas esas cosas que parecen simples, así que tendría que investigar para poder escribir acerca de ellos, de cosas más complejas con mayor razón tengo que hacerlo. Escribir no es nada más un razonamiento exquisito, o decir que nos llego la inspiración, o no basta con gritar ¡Eureka!, y las cosas pasan, se requiere de un compromiso constante, quizá sea un trabajo agotador, solo que no todo el mundo te paga por ello. Pero no se que hago hablando de estas cosas. En el fondo deseo hablar del tiempo de cuando me mude. Esta parecía la gran ciudad, pero no otra cosa que la pequeña ciudad dentro de otra pequeña ciudad que conformaba como una especie de nido de ciudades hasta conformar la gran ciudad, donde el recorrer de un extremo a otro podría llevarte a descubrir un mundo aparte, se que todo eso suena a locos, pero así resulta ser este rumbo, entonces todo el descubrimiento inicial se restringía al mundo en unas cuantas calles con unas cuantas personas que ni siquiera por error conformaban el todo, pero que por alguna casualidad conformaban el todo de mi realidad. Me mude a una ciudad donde en los techos vecinos los gatos se lamían, siempre he pensado que es un desperdicio que los gatos se pongan lamerse, todos los techos tenían gatos, pensé que la gente tenía mascotas, nunca pensé que la mayoría de esos gatos pertenecían a la casa donde había llegado habitar. En invierno suele hacer mucho frío, al menos mucho para la gente que no esta acostumbrada al frío, para otros es un escándalo decir que hace frío, a veces pienso que tienen frío en realidad, lo que no tienen es con que abrigarse, se que esa postura suena muy dura. Pero debo confesar que vivo en un barrio donde la pobreza abunda, la pobreza no es otra cosa que no tener capacidad de hacer tantas cosas por no tener dinero, no por falta de trabajo, en el país el que falte el trabajo es algo muy normal, aunque muchos difieran de este punto de vista, de nuevo me he salido del tema, trataba de hablar de cuando me mude a esta ciudad. Tendría unos 17 años en aquellos tiempos, aunque no era la primera vez que llegaba a la gran ciudad, no se aún porque le nombro la gran ciudad, es decir es una ciudad muy grande y con mucha gente pero no debería nombrarla así, quizá no debería ponerle sobre nombre, como aquel que alguna vez le pusieron, la ciudad de la esperanza, me parecía tan agresivo, la ciudad en realidad es gris, aunque en ocasiones, sobre todo después de que el frío se aleja y despeja el cielo, se observa un azul espectacular, un azul muy hermoso que parece que estamos en otro sitio, cualquier sitio, pero muy hermoso. La pequeña ciudad no esta contamina por tantos ruidos, aunque en ocasiones se deja sentir un olor a fétido, dicen tantas cosas acerca de esos olores, pero uno no puede estar seguro de su procedencia, otras veces esos olores son como para volverse loco, sobre todo cuando no se tienen ganas de dejarse llevar por aromas desconocidos. La realidad es que deseo hablar de los tiempos en los que llegue a la ciudad cuando los gatos parecían llorar en las azoteas de las casas, llegue a pensar que exageraban, pero mucho tiempo después he comprendido que se enfrascaban en una lucha por demostrar quien era el rey, quien podría estar con la gatita en celo, por lo menos en muchos aspectos somos diferentes, por lo menos tenemos la capacidad de elegir con quien deseamos estar. Aquellos tiempos donde un desvelo no tenía trágicas consecuencias y los dolores no existían, donde poco se sabia de los problemas, de esos problemas que llaman de la gente mayor y donde trabajar no era otra cosa que un pasatiempos, y con las ganancias casi siempre se podía ir al cine o comprar ropa o ambas o incluso ir a comprar un helado como si se fuera un niño o entrar a una librería porque nos dijeron que allí estaba en venta un buen libro y luego ir a leerlo cercas de un río, pero en esta ciudad ya no existen los ríos, al menos no los ríos sin malos aromas o los ríos con agua limpia, ya no existen las calles tranquilas o tardes en donde los autos dejen estallar el sonido de sus motores en medio de un trafico que parece interminable, acá ya no existen tantas cosas a cambio de la existencia de otras.
Aunque en realidad quiero hablar del tiempo en que llegue a la ciudad, cuando la calle donde ahora vivo estaba habitada de gente de mi edad que con el tiempo se fue y me dejaron allí, como esperando y ahora me toca marcharme para dejar esperando a otros, aunque la pregunta es que es lo que se espera, o por quien se espera. La calle donde algunos vamos formando nuestra verdadera pasión y donde nuestro rostro adquiere su verdadero color, el sitio donde tantas cosas han pasado durante todos estos años, esa calle que siempre he dicho que es la gran ciudad, cuando en realidad solo tan solo una pequeña parte de lo que la conforma, la calle donde llegue para sentirme a gusto por los últimos años y ahora estoy apunto de emprender la mudanza, la verdadera mudanza sin importar el sitio adonde pueda irme a vivir, sino importando que seguiré viviendo con la misma o mayor intensidad como lo he hecho en estos años de esta vida. Después de todo deseaba hablar del tiempo de cuando llegue, pero alguien hablo en mi cabeza o quizá fui yo, el caso es que esa voz no me deja en paz y mi vida empieza a tener sentido, eso no quiere decir que me he convertido en lo que puede decirse que es exactamente un humano, quiere decir que desde ahora soy libre, lo cual me gusta tanto…

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