lunes, 2 de marzo de 2009

¿Lo ves?...


Si-estas, el mundo empieza existir, de otra forma no tiene sentido…

La simple idea de volver a la gran ciudad, casi siempre me enferma, pero parte de mi vida la deje allí, en medio de tanto ruido, en medio de tanto caos, de ese ir o venir de los autos que compiten por estar medio metro más adelante y con ello llegar medio día tarde a sus imposibles citas. No son miedos, ni la soledad que pueda atacarme de nuevo como lo fue en todo el pasado, es el ritmo de vida, la gente que anda por las calles con los bolsillos vacíos y con ganas de devorarse el mundo, este mundo con su luna y dicen por allí que la luna se toma a cucharadas. Me enferma ver esa gente que corre de la periferia al centro y se pone a dar vueltas por todas esas calles llenas de colorido, pero sobre todo de historias, de leyendas y uno que otro vivillo que intenta hacer su agosto a plena luz del día, sin importar que aún es marzo, la necesidad es muy dura y en estos tiempos de carencia, de necesidad forzada y de recesiones que por lo que parece no tienen fin, la necesidad es peor y todos somos amigos del mismo dolor y las mismas necesidades, si, la falta de dinero. La ciudad esta llena de sonidos. En el centro tienes el metro y los sonidos de los discos piratas que son revendedores pero que te ofrecen los éxitos del momento a tres por diez y si quieres, puedes conseguir la película que aún esta por estrenarse en unos cuantos pesos, allí no existe limite, ni la imaginación ni la creación se ven trastocadas por la ausencia del dinero, si la necesidad es canija, se dice por acá. Lo peor de salir, no esta en salir, sino en tener que regresar. Durante muchos años lo he considerado un puerto seguro, el lugar del que voy o vengo con cierta libertad, siempre viví en las periferias, ciudades al buen cuidado de Dios, al menos así dicen que era antes, ahora yo no se si es peor o mejor, solo se que es una ciudad muy diversa, con mucho más problemas que soluciones. En el centro, te decía que tenemos, música, tiendas, pero sobre todo reina el espectáculo callejero, cuerpos que se contonean en una danza rítmica de nuestros ancestros, cuerpos agraciados que se mueven al ritmo de un ritual o que solo danzan en medio de una lucha de siglos y sus movimientos ya perfeccionados, hombres o mujeres pintados como mimos, que intentan llevarse a su bolsa, el peso que juguetea en la soledad de la tuya…

La simple idea de volver, me transforma, confieso que me lleno de miedo, pero no es por el ritmo de vida o por los ruidos o la idea de viajar en metro o perderme entre tanto murmullo, eso es lo que más escuchas, murmullos que salen de todas partes y que están hambrientos por descifrados y que puedas entender su historia. Me aterra la idea de encontrarme con mi recurrente soledad, con mi incapacidad inmediata de no transformarme, me espanta el simple hecho de creer que los días empezaran a correr de forma desmedida porque los tiempos allí exigen ser vividos a prisa y luego los años cuando ya han pasado nos hacen juzgar nuestros actos. Dentro de todo ese miedo también me emociono, quizá porque nunca he logrado amar a otra ciudad tanto como a la que esta llena de todo y que de cuando en cuando aborta a unos cuantos, pero al parecer nos negamos a no seguir en ella y las cosas así tienen otro sentido. La ciudad de todos mis tiempos, dueña incluso de mis pensamientos más extraviados.

Después de vencer las barreras del miedo, qué sigue, acaso las cosas se vuelven lo que antes eran; sin duda hacen falta ingredientes, algunos amigos, que sin importar su edad ya no están y los que están que tanto han cambiado, quizá sus bolsillos estén desgastados de tanto que sus manos se pasean en ellos sin encontrar nada con que entretenerse, o sus sueños se han extraviado y entonces juguetean a buscarlos donde sea más cómodo, pero que hay con los sueños, como es que estos se modifican; luego que hace con nosotros la soledad, a que estamos dispuestos esta vez, acaso daremos ese paso que al fin nos libere de todos los demonios, que dicho en forma más humana no es otra cosa que las constantes limitaciones que transformadas, solo son el lamento por no hacer nada y ver como nuestras vidas se nos escapa de la mano, acaso los amigos se animaran a dar el siguiente paso, no importa si en ese camino que a simple vista parece complejo, tienes que coquetearle a la infidelidad o tienes que dejar la virtud de la castidad y empezar por el camino del sexo, y con ello descubrir otros sentidos de la vida, o quizá creerte que encontraste a la persona de tus sueños y vivir con ella o decirle al mundo ya me he casado y soy feliz son lo que nos hace falta para estar completos, o quedarte de una vez por todas en un solo trabajo y no andar más de arriba abajo, pensando que lo mejor no es lo que nos dicen siempre, sino lo que en verdad nos interesa hacer. Después de todo esto no es otra cosa que suponer y creer que nadie más tiene la razón, sino se ajusta a lo que deseamos.

El problema no consiste en volver, el problema que ya nada es igual a lo que recordamos y entonces esa sensación de estar mutilado puede ser incluso peor que la de perder alguna parte de lo que somos, y ningún espejo será capaz de devolvernos las imágenes que hemos guardado durante tanto tiempo en un espacio llamado memoria. Volver es empezar de nuevo. Hacernos a la idea que nunca nos fuimos, quizá no sirva de nada.

El mundo no deja de existir, mientras te tomas una siesta…

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