miércoles, 9 de enero de 2008

Al salir de casa...

De los paseos en medio de lugares desconocidos...



Mutilado por tu silencio,
entre las distancias precisas del olvido,
distancias que casi siempre van más
y que menos vienen,
entre las formas de tu caprichoso espacio
que nos encierra sin razones en el olvido,
mutilado por esas ganas de que nada
de lo que dices sea cierto;
ausencia de todas estas locuras
que nos inventamos a diario,
en ese mismo cansancio
en que la soledad a deprimido
la crecida de mis cabellos.

Paseos forzados entre los árboles de tu universalidad,
paseos a ciegas entre la ausencia de los niños
que no crecerán en tu regazo,
ausencia de mi rostro en tu vientre,
y la ausencia misma de mi presencia
en tu útero ocupado por un trozo de metal,
como si este fuera el único huevo
que pudiera existir allí;
paseos que no son parte de lo fortuito,
sino de la necesidad de irnos mutilando
en esta inexistencia colectiva,
en esta entrega de olvidos necesarios.

Mutilados, asesinados, o simples despojados de lo que somos.

Distanciados entre las primeras horas del día
y las últimas de la noche,
soledad que se puede predecir
por esos tiempos en adelanto o atraso,
sed de ti entre las cosas mías,
pies secos porque no son capaces de cruzar un charco,
soledad que nos transforma en mudos
y dedos ahogados en el silencio diario,
mariposa que no vuelas decidida,
porque entiendes que tu vida
terminaría a la mitad del océano.

Mutilados por la necesidad de hacerlo,
rostros desencajados que se tropiezan a diario,
mientras que el cielo se va transformando.

Y sin embargo te hablo de la soledad del pasado.

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