viernes, 1 de junio de 2007

La Memoria...


La memoria

Lo mejor que me ha dado la vida, es la capacidad de recordar casi todo, por no decir todo lo que me viene pasando. También me ha regalado una sonrisa, eso fue lo que dijo el viejo Adelino. Recuerdo de siempre a tu abuelito. La primera vez que estuve frente a él, fue un día que fuimos a zacatear a su regadío, la mañana estaba despuntando, cuando él, tu abuelo, nos dijo que era la hora de tomar el pozol, en ese tiempo, yo aún no superaba los doce años, recuerdo muy bien aquel día, más que todos los días que pude convivir con tu abuelo. Tenía su regadío más allá de los espacios poblados, llegar hasta allá pues si que era cansado, así que en aquellos tiempos ni quien pudiera pensar en una bicicleta, así que viajar en carreta era lo más cómodo, a menos que alguien quisiera caminar, pero caminar no era la mejor de las tareas.
La ciudad tiene diez diferentes barrios, pero el mío, el del rumbo de toda la vida esta cerca de los terrenos de cultivo -bueno eso es lo que dicen los expertos- aunque eso de tierras de cultivo pues no es otra cosa que un sueño, porque acá ni llueve, ni se cultiva ni nada, al menos no desde que se dieron a conocer esos fenómenos del niño. En fin vaya usted a saber si en verdad existen tierras de cultivo, pero lo cierto es que por acá la constante deforestación, nos va dejando sin cuotas de lluvia, eso si, cada día más calor, es como entrar al infierno, aunque tampoco puedo saber como es el infierno, nunca he estado allí. Eso si las hormigas se pasean bien apuradas como tratando de recolectar la mayor cantidad de comida, como si presintieran que pronto va a llover. Falsa alarma. A veces me pregunto a que horas duermen los insectos, sobre todo ellas, las hormigas. Cuando las veo pienso en tantas otras cosas, por ejemplo recuerdo a las monjas de una casa vecina que todo el tiempo se la pasan rezando, parece que no duermen, vaya usted a saber que es lo que allí hacen ellas, tampoco se lo que hacen las hormigas, después de todo a quien le importa.
Según la gente, la gente vieja, la que recibe de sus antepasados las noticias de la ciudad, tenemos más de 400 años viviendo por estas tierras, su abuelo se que murió a los 86 años, allí estuve, fui al entierro, seguro pase por desapercibido a si suele ser en los tiempos en los que el dolor nos nubla el conocimiento, ni que decir de la razón. Si toda la gente vieja pudiera contar las cosas que pasan en nuestra ciudad, se imagina usted todo lo que tenemos por decir, todo lo que se puede ir diciendo a diario, pero ni los 86 años que tenía su abuelo al morir habrían bastado para contar cada una de las anécdotas, quizá por eso solo se cuentan las cosas que más nos marcan, lo mismo me pasa cuando tengo que hablar de un tal Pedro Saavedra, es decir de su abuelo joven.
II
Pedro era trabajador de campo, también fue presidente de Bienes Comunales. Le gustaba andar en su carreta tirada por un par de bueyes. Las ruedas de la carreta hacían ruidos extraños al chocar con las piedras, luego acá donde el sol cae a plomo, pues se imagina las extrañas imágenes que se van formando. Con frecuencia su abuelo cultivaba sus tierras, pero en aquellos tiempos llovía, luego en los terrenos de riego pues no existía mucho problema con el agua. Mi padre trabajaba para él, lo hizo durante muchos años, después me toco heredar el oficio, pase a ser trabajar de su abuelo. Si vieras como lo recuerdo. Lo hago con frecuencia. Aunque recuerdo muy bien el día en que nos conocimos, fue algo tan especial, tan duro, imposible de olvidar. Pedro era constante en su trabajo, quizá más que las hormigas, pues no tan solo se preocupa por si parecía que la tormenta estaba por llegar. Por las tardes se dedicaba a otras cosas, pero lo que más le gustaba era platicar, era un hombre lleno de platica, como si hubiera recorrido el mundo, pero nunca lo vi salir de la ciudad, mi padre me contaba, de una aventura que había tenido con Pedro cuando se estaban tendiendo las vías del ferrocarril, ambos trabajaron para la compañía encargada de dichos trabajos, se dedicaban al tendido de los durmientes, pero también tenían que labrar la madera, prepararla, para que sirvieran durante muchos años. Tenía la costumbre de amarrarse un pañuelo rojo al cuello, también era inconfundible su sonrisa, que decir de su carácter, en verdad era un hombre muy fuerte. Recuerdos.
Él salía a trabajar desde las cuatro de la mañana. Muchas veces tuve que ir a su casa, pero no creas que por el cobro de las jornadas de trabajo, si algo tenía es que nos pagaba en cuanto se terminaba el trabajo, siempre fue un patrón responsable, daba gusto trabajar con él. Le contaba que iba a su casa porque le gustaba invitarnos a comer, no creas que eran las grandes comilonas, cositas sencillas, eso si, siempre mataba un chivo para sus trabajadores, era de alguna forma muy consentidor. Su rara costumbre de amarrarse la camisa por debajo, bueno tenía tantas costumbres, pero lo mejor en él era su risa, siempre risueño, siempre alegre, en el trabajo siempre andaba chiflando, era un buen patrón, no de los patrones que te pagan, para ellos acostarse a dormir, él no, le gustaba el trabajo, se fajaba con nosotros, siempre andaba alegre, nos consentía, era uno más de nosotros, entendía nuestras penas.
Aquella mañana de la que tanto te hablo, nos fuimos desde muy temprano, con nosotros iba el finado José "pata larga". Después de tomar el pozol, tu abuelo, que ya era hora de empezar de nuevo. Nos paramos, dejamos de momento ese ligero sabor que te da la vida después de un buen desayuno, las obligaciones llamaban. Nos fuimos distribuyendo por el campo, cada uno tenía su tarea, cada uno con sus obligaciones, pero lo mejor estaba aún por venir.
Uno de los hombres de pronto cayó. Te hablo del finado "pata larga", no tuvo tiempo de tocarse la cabeza, se desplomo de inmediato, todos nos dimos cuenta, luego nos echamos a correr, cada uno por donde pudo. Parecía que "pata larga" estaba palpando la tierra como si anduviera buscando en la panza de alguna chiva para saber si el crío viene bien, cayo si meter las manos. Por supuesto que nos llenamos de miedo. Nos juntamos de nuevo en el rancho de Antonio "zapato".
Los mayores estuvieron hablando durante un largo rato, alguien tenía que avisarle a la familia de "pata larga", pero quien se encargaría de esa tarea. Fue tu abuelito quien dijo que él hablaría con la familia, el les daría la noticia, de paso aprovechaba para irse a la casa, que nosotros tendríamos que hacer lo mismo, que por hoy ya estaba bien de trabajos. Por supuesto que yo no podía creer todo lo que estaba pasando, quede impactado, como poseído. Más tarde llegaría el ministerio público para dar fe de lo que allí había ocurrido, al otro día los mayores tendrían que hacer sus declaraciones ante las autoridades, las misma que decidieron que los que aún éramos menores de edad no deberíamos compadecer, de alguna forma sentía alivio.
Pedro se quitó el sombrero, hablo con la familia del difunto, con la ahora viuda, con los hijos, les explico lo sucedido. La familia lo escucho sumida en la desesperación, en la incredulidad, luego se resignaron. Cada uno de nosotros regreso a su casa, el susto nos duro toda la vida, cada una de las noches, cada instante en cada ruido, nos duro incluso en los momentos felices, en los infelices con mayor razón solían aparecer aquellos demonios de la desesperación, del miedo, de presencia de la muerte. Solo fue un ruido tras otro ruido. Mientras corríamos el ruido nos seguía, pero un ruido que se perdía en el aire.
III
Cuando escuchamos el primer ruido, todos volteamos de inmediato. Pudimos ver que la cara de "pata larga" se llenaba de sangre, tenía la cara estallada, como si le hubieran incrustado muchas piedras. Luego lo vimos caer, pensamos de inmediato que estaba muerto, luego vinieron otros ruidos, muchos ruidos, unos tras otros, entonces nos pusimos a correr, nadie entendía lo que estaba pasando, pero si que todos nos llenamos de miedo. Después la gente decía que se trataba de una venganza, nosotros ni siquiera nos dimos cuenta de quien había activado el ruido, nunca lo vimos, solo fuimos capaces de correr, pero otros que estaban por la zanja, lo pudieron ver, de allí todo mundo podía decir lo que pensaba, después sus hijos hicieron lo que en esos tiempos se hacía, es decir ojo por ojo, diente por diente, no existía mejor ley que esa.
Pedro nos dijo que no era sensato regresar, así que nos fuimos todos a casa. Dejamos la carreta, el cuerpo de "pata larga", el zacate cortado, los residuos del pozol, lo dejamos todo. Se quiera o no, nos llenamos de miedo, incluso confieso que llore. Las manos nos temblaban, todos nos temblaba. Por supuesto que un ataque de nervios nos estaba atrapando. A medio día llegaron los del municipio, levantaron el cuerpo, según ellos no había necesidad de la autopsia, era evidente que tenía la cabeza perforada, le habían disparado, pero quien, nadie lo sabía, según los expertos fue con una escopeta, de esas cosas en esos tiempos yo no sabia nada, como tampoco el motivo de que alguien le quitara la vida a otro ser. Pues ese mismo día entre sonrisas por conocer a tu abuelo, un hombre muy agradable, también escuche los ruidos de la muerte, observe su rostro, la mire trabajar, me llene de miedo por primera vez, desde ese instante se iba definiendo el rumbo de mi vida, de esta vida de la cual recuerdo todo, porque mi mayor virtud es la memoria.
Pedro también fue predicador, aunque su mayor virtud era el amor, era de esos hombres que todos suelen querer, que todos respetan. Mucha gente que lo conoció, fue a su funeral, quizá no te diste cuenta, pero ese día el panteón se lleno con sus amigos, gente que deseaba despedirlo. Su voz, recuerdo muy bien su voz, su sonrisa, su camisa amarrada por la parte de abajo, su pañuelo rojo, pero sobre todo recuerdo esa calidez humana con la que a diario se preocupaba por su gente, así nos llamaba él, fuimos su gente. Cuando estuvo al frente de la comuna, se preocupo por cada uno de nosotros, no recuerdo ninguna otra época de bonanza, nos compro tractores, hizo que nuestros campos fueran capaces de producir, nos trajo técnicos, había siempre algo de dinero para las emergencias de alguno de los comuneros, con él nos sentimos protegidos, aunque él, al quitarle sus propiedades a los ricos se exponía de manera alarmante. Nunca tuvo miedo. Mucha gente pudo tener un espacio donde vivir, mucha gente le sonreía al verlo, no había nadie que no lo conociera. Su voz, siempre su voz, sus cantos, siempre con un motivo para estar feliz, parece que a él los problemas no le hacían nada, jamás lo vimos quejarse, digamos que era un hombre "legal" como el acostumbra a decirnos. Siempre alegre, si vieras como lo recuerdo, si vieras todo lo que se de él, nos pasaríamos toda una vida hablando. Estoy seguro que no basta una vida, quizá se deban sumar la vida de otros, porque sino la historia queda incompleta. Pero te cuento que cuando lo conocí, ese día quedo marcado para todos los días de mi vida.
Por un rato el silencio nos gano. El miedo, la agotación, la primera pregunta que se nos ocurrió era la de preguntar si "pata larga" estaba muerto, por supuesto que estaba muerto, nadie tenía dudas.
"Mi padre decía que lo conveniente era ir a decirles a la familia, a las autoridades, que los niños no deberían declara, que sería como si ellos nunca hubieran estado allí, se respeto su voluntad", no existía más complicación, así pensaban ellos.
En el sepelio de "pata larga" no hubo quien dijera nada. Llegaba mucha gente, todos tenían curiosidad, pero no creas que por el muerto, deseaban saber que iba a pasar con los hijos, si estos tomarían cartas en el asunto, por supuesto que en aquellos tiempos nadie se quedaba con una ofensa de este tipo, por supuesto que la venganza no tardaría en llegar. Así fue. Uno de los hijos del difunto se encargo de cobrar la ofensa hecha a su padre, pero se cobro al doble, de paso se llevo a uno de los hermanos del ejecutor, después el se fue de la ciudad, hasta hoy no ha regresado, quizá ya no este vivo.
IV
Quienes estuvieron aquella mañana en el regadío de tu abuelo, cuentan como sucedió aquello que le quito la vida a "pata larga"
A veces se armaba un desorden porque algunos decían cosas sin sentido. La cosa fue así. Después de tomar el pozol, tu abuelito nos dijo que era tiempo de trabajar, apenas tomamos los machetes, cuando sonó el disparo de una escopeta, sonó a golpe, es decir había dado en el blanco, de inmediato volteamos, pero era imposible ver al tirador porque estaba escondido detrás de un matorral, pero si vimos como "pata larga" se desplomaba, tenía la cabeza desecha, le habían tocado varias postas. Murió al impacto. Entonces el tirador se puso a disparar al aire, fue entonces que nos echamos a correr.
Allí conocí a Pedro, desde ese día se convirtió en mi amigo, en mi mejor amigo, trabaje muchos años con él, lo quería. Casi siempre los trabajos fueron debajo los rayos del sol, esa es la vida del campo, las pocas horas con sombras era porque él acostumbraba a llevarnos desayuno, luego tomábamos pozol. Era un hombre integro. Él iba mucho por Cheguigo, nació por la casa vieja, por los rumbos de del señor Cueto, la otra parte de su familia era de Juárez. Entre el suave andar de la carreta, entre los breves ruidos que hacen sus ruedas al demoler las pequeñas piedras, nos fuimos contando historias, cada que se terminaba una jornada de trabajo, él siempre me fue a dejar a la casa, allí lo queríamos todos. Pedro, mi buen amigo Pedro, siempre lleno de vida.
Sino fuera por esta memoria, todas estas cosas ya las habría olvidado. A que la memoria, bendita memoria. Como recuerdo a mi amigo Pedro, como recuerdo aquellos años que jamás volverán. A veces quisiera que la memoria me traicionara, pero la memoria no traiciona, solo sucede que a veces se nos olvida…

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