miércoles, 13 de junio de 2007

La casa...

La casa...
En el silencio de todo este entorno, puedo descubrir que me gusta la casa de mamá, es grande, espaciosa, llena de luz, no es una casa antigua, pero tiene una buena edad (existen casa antiguas que terminaron en el abandono), es un lugar lleno de magia, de historias; la casa esta llena de vida, de las historias más loca, o de las historias más simples, donde muchas veces mi imaginación se fue más lejos de lo que mi cuerpo pudiera creer. Pero también la casa esta llena de mis recuerdos, de mis risas o mis llantos de la infancia, de imágenes de mi abuelo materno que de cuando en cuando pasaba por ella, de mis fantasmas, de todo ese mundo especial que nos acompaña en el día a día de nuestra vida. Después de años ausencia, regrese a ella, me fui habituando, al grado tal, que ahora no deseo dejarla, la siento parte de mí, de mis cosas diarias. Se que parece una locura, pero aquí es donde me siento libre, donde el día a día me hace sentir que en realidad estoy vivo, por lo menos soy capaz de sentirme, de verme, de olerme, de morderme, de gritar lo feliz que me siento. Mis amigas dicen que estoy loco, que ellas prefieren el ruido de las grandes ciudades, que ellas no cambiarían por nada su estancia en ese mundo diario que se les mete hasta el fondo de sus pasiones, que muchas veces termina por contaminarnos; sin embargo, he llegado a creer que no estoy loco, porque en realidad he experimentado la alegría de vivir. Luego cuando me pongo a pensar en el silencio de los próximos días, cuando me observo fuera de la casa, me pregunto quien extrañara a quien, sí la casa me recordara después de todos estos días o no seré capaz de soportar su ausencia, quizá regrese corriendo hasta ella. No son las cosas de una casa o las horas en las que te puedes levantar, tampoco es el mundo externo, en realidad, las cosas tienen que ver con la magia de sus paredes. Paredes que durante mucho tiempo me han seguido como la sombra de mi sombra, entonces al estar en ella, en la casa, entendí la necesidad de desembarazarme de sus paredes, de dejar en paz toda esa condena que me hacía arrastrar cadenas de muros, concretos varilla, pesadillas a lo largo de mi recorrido. No se trata de tirar paredes, sino de darle vida a ese entorno, de llenarlo de luz, de tomar en cuenta todo lo ocurrido en el interior o los alrededores de la casa, la casa de mi madre. No dejar que mis fantasmas, que mis miedos, o esos gritos interiores se apoderen tantas veces como lo quieran de la casa de mi madre, no dejar que me cierren las puertas cada que levanto la mirada, para pensar que en otro sitio se puede estar mejor, no existe lugar más maravilloso que esta casa, solo que he tardado un tiempo para descubrirlo.
Me he habituado a estar con mi madre, solo los dos, en un mundo extraordinario, lleno de nuestros ruidos, de nuestras locuras, o andanzas, de nuestras tristezas o desamores, de lo mucho que extraño a la mujer que un día decidí amar como parte de todos mis sueños, ella como la posible madre de mis retoños; me he habituado a ese silencio especial donde puedo ir dialogando con cada uno de los elementos de la casa, ya sea el comedor, las hamacas, los almendros en su patio, incluso las iguanas que coquetean por todos los rincones exteriores de la casa. Me deje atrapar, descubrí, en verdad me regreso un poco de las horas perdidas entre ese trafico de ir o venir de un punto a otro, a veces todo era el mismo punto. Mi madre se levanta a las 4 de la mañana, le gusta madrugar, hacer sus cosas, salir al trabajo, de cuando ir a las fiestas. Suelo levantarme una hora más tarde, dejarme atrapar por mis diálogos que van construyendo una especie de monólogos (no existe error de diálogos paso a monólogos), después leo un poco, me dejo llevar por las historias de tantos libros, otras veces sueño con literatura que conforma las novedades en las grandes librerías, por acá es imposible conseguir libros, al menos buenos libros, pero uno puede leer tantas veces como quiera un libro, puedo uno asombrarse, nunca esta la tarea terminada, luego esos argumentos te dicen mil cosas diferentes cada que puedes leer. Me gusta estar en la cocina, no siempre puedo cocinar porque esa es una de las pasiones de mi madre. Nos gusta platicar, luego nos reímos de tantas cosas, de lo soñadores que somos, aunque ella dice que yo sueño mucho más allá de los límites, entonces me pregunto cual es límite de un sueño, donde debe uno dejar de soñar, pero no encuentro respuesta, después, al cansarme de esos pensamientos, regreso a los sueños, exagero, disfruto, me dejo conquistar, me dejo sorprender. Mi madre ha rechazo algunos pretendientes, ella aún no supera mucho de los traumas con los que ha tenido que venir luchando a lo largo de los últimos años, a veces me confiesa todos sus sentimientos, entonces no soporto su tristeza, no aguanto su soledad, entonces trato de animarla, de hacerle entender que siempre existe una vida adelante, pero ella dice que nadie esta interesado por vivir con ella, con su carácter, con su explosión constante, ya sea por los arrebatos de tristeza, o por la soledad con la que ha tenido que luchar en estos tiempos. La casa ahora es más ella, más limpia, más llena de luz, con más magia, más alegre. Ella sabe que un día se morirá en su casa. Nos da por pensar, quien se quedara con la casa, luego hacemos bromas, pensando que ella debería tener un heredero, un hombre con el cual pueda compartir los siguientes momentos de su vida, incluso entre juego, pensamos que debería hacer su testamento, eso para que otros no se apoderen hasta el del último ladrillo, eso para que nadie venda la casa de mamá. En ocasiones mi madre dice que antes de morir, ella se encargara de tirar todas las paredes, que eso es, lo que le parece más justo, quizá tenga razón.
Extrañare la casa, o ella me extrañara, en verdad no tengo importancia para la casa, importante son sus paredes, sus ventanas, sus puertas e incluso el color que la maquilla, como también importante es para la casa, mi madre, con ella coquetea, juega, habla. No existe una distribución extraordinaria de la casa, es algo simple, incluso tradicional, un gran cuadro donde esta contenido todo lo necesario, incluso el baño esta dentro de la casa, algo diferente a lo que la gente en esta ciudad acostumbra, pues dejan el baño fuera de la casa. Mamá se la pasa jugando por toda la casa, luego anda bailando, modelando sus enaguas, a ella le gusta diseñar, confeccionar sus ropas, al terminar con sus proyectos, le gusta jugar con el espejo o bailar con sus ropas que están recién hechas.
En el fondo, todas las cosas se van transformando, las paredes de la casa han experimentado mil cambios, quizá no es difícil reconocer la casa una vez que estas dentro de ella, pero sin duda, al establecer un dialogo con ese mundo de silencios, comprendes muy bien todo lo que va ocurriendo, comprendes lo hermoso que fue la vida en los tiempos pasados, pero al mismo tiempo te dejas llevar por la vida que ahora te envuelve, la vida que te regala, las pasiones que te hacen despertar contento. Dentro de todo ello existe una especie de eslabón perdido, el cual nadie desea encontrar.
La casa se quedara en el mismo espacio, contabilizando tiempos, eventos, de cuando en cuando llenadose de sonrisas de niños, de juegos, de amigos, llegara también el día en que madre abandone la casa, llegara el momento en que sea una casona olvidada, todo tendrá que ocurrir en los próximos tiempos, al igual que ahora que me tengo que alejar de ella por salir a la cacería de mis sueños, de mis andanzas de esos rumbos jamás definidos, pero que se fueron gestando en estos espacios, en los tiempos pasado, en los tiempos de ahora, donde cada uno de mis momentos me fue transformando hasta ponerme en el espacio, en el tiempo, en todo lo que soy. No se aún si la casa suplicara por mis ruidos, si de cuando se quejara reclamando mi presencia, lo que si puedo decir es todos los sentimiento que salen a mi encuentro con esta nueva partida, con este andar que no se cansa de otros entornos, de otros lugares, de otros amigos, amigos que viven que sueñan, que sienten que también aman sus espacios, sus casas, sus familias, sus juegos, su mundo. Se también que he de regresar, se también que algún día mil cosas me han de suceder en ella, que quizá un día las paredes me lloren o se yo el que llore antes las perdidas irreparables, todo eso en suma se llama vivir, todo eso no es otra cosa que la necesidad, el deseo, las ganas de seguir adelante con todos mis juegos, con todo lo que soy, sin dejar en casa. Llevando dentro de mí todo ese sentimiento que surge de los diálogos que se convierten en el silencio en el más largo e interminable de los monólogos.

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