lunes, 4 de junio de 2007

Angeles caídos...

Ángeles caídos.

Víctor, soñador, inquieto, poeta de ocasión, de cuando en cuando escritor de los que no escriben pero cuentan mucho, de los que dicen, de los que te embriagan, de los que transforman una realidad simple en la fantasía más extraordinaria, ese mismo Víctor, un día fue a recoger hongos a la sierra, de esos hongos a los que gente por lo común, llaman alucinógenos. Su mamá estaba muy enferma, entonces dicha tarea resultaba del todo apremiante. Él ya vivía en la ciudad. Así que tomo el autobús con destino aquella tierra que lo vio crecer que lo lleno de magia, que le transformo la vida, que le hizo tener dos o más encuentros extraordinarios, que le hace hablar de cosa que nadie entiende, que nadie cree. El lugar nombrado como Guevea de Humbolt; llegando a su pequeña comunidad fue a donde su tío, para que este le prestara una yegua, ya se imaginaba en el lomo de la yegua recorriendo los viejos caminos de la sierra, pero el tío sin pensarlo mucho le presto una vieja mula, un tanto inservible, por lo cual Víctor torció la boca, pero peor es nada, mucho peor resulta el tener que caminar durante largas horas que parecen tener minutos largos, que se le va hacer pues, ni modos. La mula parecía andar en tres patas. Parece que el tío se había desquitado de la maldades que en el pasado le regalaba el sobrino, por aquello de que el que ríe al último ríe mejor, parece que aquí se cumplía. Caminar era el peor de los castigos, al menos el tío no fue tan desconsiderado. El caso es que una vez con mula debajo del cuerpo, tomo el rumbo determinado, rumbo que aunque no recorría hacia ya muchos años, era imposible de olvidar.
Su abuelo no sabia hacer nada, pero tenía un don, ese don de saber leer, luego por alguna razón o por extrañas suertes llegaron hasta sus manos unos cuantos libros, entre ellos, "Las mil y una noches", lo cual le daba otra dimensión a las cosas, pues el abuelo disfruta poder contar las historias de su pueblo, cada tarde, cada anochecer era un pretexto ideal para contar las historias, luego con todo lo que podía leer cada historia tomaba dimensiones que ni siquiera él hubiera imaginado. Contar historias, leyendas, cosas que de generación van pasando de boca en boca sin detenerse en lo más mínimo para ser atrapados en unas cuantas líneas, en apenas una cuartilla o media cuartilla de hojas que bien podrían ser blancas o del color que más nos guste. Ese mismo anciano que al mismo tiempo era abuelo de Víctor, un día descubrió el sitio donde habitan los hongos, he dicho donde habitan. Esos hongos de la misma familia, porque los hongos tienen familia según dicen, pues bien estos hongos son ya sea primos hermanos o incluso hermanos, hijos o padres de aquellos hongos con los que la curandera oaxaqueña llamada Maria Sabina (quizá ella era prima hermana o hermana de un tal Joaquín Sabina, pero eso no lo se) curaba a un sin número de pacientes. Después de andar durante varias horas para poder llegar al sitio que celosamente le había heredado el abuelo, Víctor tomo los hongos necesarios para la cura de los males de su madre, supongo que no eran males de amores, pero suponer no es tarea en todo esto, así que con hongos en mano, montado a lomo de la mula que parecía tener tres patas, Víctor tomo el camino de regreso, que no es menos corto que el de ida, pero que se tiene que andar, porque para eso son los caminos de regreso, para andarse. Regreso hasta la casa del tío, entrego a la mula. Víctor sintió mucha curiosidad al notar que su morralito pesaba mucho menos que al principio, me refiero al principio de cuando recolecto a la familia de hongos, ahora sentía ese peso a vacío. Es decir como sino trajera nada. Reviso el morralito, descubrió no con mucho asombro que los hongos se le habían caído del morralito, se lamento no haber hecho caso cuando en el camino sintió como una sacudida, sintió como se iba desembarazando de todo el peso de sus hongos, los hongos que deberían curar a la madre enferma. Dudo un poco entre pedir de nuevo la mula o no, estaba un tanto incierto, porque para él ese movimiento extraño de la mula era la causa de que se le perdieran sus hongos, pensó en regresar corriendo, después de todo no muy lejos estarían a la espera de ser recogidos la familia completa. Así que de nuevo todo el camino que lo había traído, son funcionales esos caminos que te llevan o te traen, por alguna razón no son como los caminos de la vida que tienen diversos senderos o vereditas que te pueden llevar al extravió, por lo menos estos caminos tienen la virtud de no esconderse si se sienten con temor, te llevan o te traen esa es la función, tampoco son de los caminos a los que llaman en espiral, todo es muy simple en esas tierras.
Encontró a la familia de hongos no muy lejos de la casa de su tío, empezó a regañarlos a decirles sino entendían de la importancia de este viaje, de la necesidad que tenía su madre como para que se pusieran a jugar, como para hacerse los inocentes, como para salirse del morralito, les dijo que los tiempos de la niñez hace mucho que habían pasado, profirió maldiciones, lanzo pestes, se lleno la boca de un veneno amargo, se perdió en su cólera. En pocas palabras los insulto, también insulto al tío una vez que pudo andar el camino que te trae, le dijo que sino tenía conciencia de lo importante que resultaba esta misión, estaba cegado de rabia, estoy seguro que si en ese momento mordía a alguien el resultado sería poco alentador, aunque tampoco se sabe que la gente enferme de rabia cuando el coraje esta en su máximo momento. El camión de regreso demora unas tres horas para entrar a la ciudad, luego en lo que termina de adentrarse, es otro espacio de tiempo, Víctor lo aprovecho para dormir, tuvo un sueño extraño, pero no le presto atención, nunca antes había viajado con tanta premura, nunca antes había pensado en lo hermoso que puede resultar un viaje si vas de la mano de una familia de hongos, la simple idea, el acariciar un sueño de este tipo convierte la vida en inquieta, dan ganas de no salir de allí.
Clementina tomo de forma muy cariñosa a la familia de hongos, significaban su cura, ella tenía puesta su fe en ellos, por supuesto que también tenía puesta su fe en Dios, pero cada uno sabe que el sincretismo de nuestras creencias permiten todo tipo de juegos, esta no era una excepción. Ella se encerró en su cuarto, estaba lista para el viaje, estaba convencida que una familia le sería suficiente, dicen que una familia, al menos para este caso esta compuesto por un trío de hongos, la verdad es que no se la ciencia o la precisión que los lleva a escogerlos, por un lado como saber quien conforma una familia, luego por otro existe el peligro determinar envenenados, entre la gente conocedora nunca se escuchado de un caso de tal índole, vaya uno a saber como le hacen, lo importantes es el efecto del viaje. Por supuesto que dan ganas de experimentar, dan ganas de ponerse la mochila al hombro, de salir por esos caminos, de llenarse el alma de esas aventuras, de esos viajes únicos, dan ganas de vivir también un poco de esa vida, no se en verdad si alucinas o no, pero dicen que es un viaje maravilloso, quien este enterado de ello que lo cuente. Clementina comenzó su "viaje", se presentaron ante ella un trío de "hermanos" a los que ella les expuso su mal. Los "hermanos" le prometieron curarla, pero antes le pidieron por favor que pagara la luz eléctrica porque les molestaba mucho, ellos estaban acostumbrados ala vida de la sierra a los espacios sin tanto ruido al mundo abierto, al olor natural, al sonido constante que emite el canto de las aves o el correr del agua en las vertientes de un río, su vida era diferente, alegre, alejada, placentera, no esa vida de ciudad con olores pestilentes, con ruidos que provienen de extrañas cajas grises que profieren insultos. Hablando de insultos, le comentaron: acerca de las groserías del "gruñón", estaban molestos con él. Por supuesto que el tal "gruñón", no es más que Víctor. A este trío de "hermanos", les gusta escuchar las historias de los ancianos, la vida en toda su expresión, la vida a plenitud como ellos dicen. Niños que con la boca abierta se asombran por los cuentos que nunca nadie antes, les había contado. Dicen que se quedaron dormidos en el camino que te lleva o te tare, cuando sintieron, se estaban cayendo del morral del "gruñón", entonces le dieron un fuerte jalón, pero aquél "gruñón" con todos sus corajes ni cuenta se dio, el golpazo al caer fue tremendo, aún les estaba doliendo. Luego por si fuera poco, al regresar por ellos, los lleno de insultos, como si tuvieran la culpa de su falta de sensibilidad, que mejor no lo enviara nunca más por ellos si se iba a portar grosero o que resolviera sus problemas antes de salir, que si fuera por ellos de buena gana le pegaban un buen escarmiento. El viaje de Clementina duro lo que tardan los días para completar una semana, parecía estar en coma, en trance profundo, desconectada del mundo, sin tomar líquidos o comer, parecía en un estado de muerte transitoria, al menos eso era para los ojos de los demás, del resto de la gente que no hace esos viajes, mientras que ella se dejaba transportar por a través de un mundo paralelo, un mundo mágico, extraño, único.
Al salir de su viaje, Clementina le contó de forma detallada sus aventuras a Víctor, le dijo que había echo todo el recorrido por la sierra, a lado de él, en su aventura para traerle a los "hermanos", le contó que ellos estaban muy enojados por su comportamiento, que le habían advertido que si se repetía ese actitud, le darían un buen escarmiento, le dijo que lo llamaban el "gruñón". La idea de que lo llamen gruñón, no le ha gustado en lo más mínimo, se ha puesto de mal humor. Por otro lado un miedo se fue apoderando de él conforme su madre le repetía cada una de sus palabras cuando él recorría el camino que te lleva o te trae. Pienso que lo que sintió fue miedo, sea lo que sea a expresado su deseo por no regresar más a recoger una familia de hongos, le pidió a su madre que evite enfermarse, como si no enfermarse fuera como dejar de hacer las cosas diarias. Dice que no le importa el poder milagroso de la familia, que tampoco le importa si lo pueden sacar de un apuro, dice que nada ni nadie de este mundo lo va a convencer de regresar allí, por supuesto que estoy tentado a pedirle que me lleve, pienso que no existe ser que no tenga un precio, deberé averiguar el de él, por supuesto que no todo es dinero, pienso que su precio esta en otro nivel, hablo de lo importante que le resulta contar sus historias, quizá pretexto de todo ello, logre andar un día de estos por los campos de esos hongos maravillosos. El abuelo de Víctor no sabía hacer nada. Estaba desesperado, el único poder con el que contaba era maravilloso, pero pocas veces ese poder le daba de comer, el poder de la palabra lo acompañaba en todas sus aventuras, era un contador de historias inigualable. Contador de esas historias que van de boca en boca sin que nadie se preocupe por escribirlas, esas historias que nunca dejaran de tener vida, mientras exista entre la gente del lugar interés por saberlas, por oírlas, por no dejarlas morir, aunque esa gente con la misma paciencia que el tiempo sigue su rumbo, ellos van dejando la sierra para instalarse en la ciudad, ya corren otros tiempos. Historias que habitan en mentes frágiles, que duermen en ciudades que se rompen ante la menor de las insinuaciones de un mundo mejor, ellos creen que existe un mundo feliz, con máquinas, con tecnología, con riquezas.
Un día el abuelo en su punto máximo de desesperación, se fue al campo de los hongos, al sitio donde las familias duermen. El estrés, el mundo extraño que empezaba a descubrir lo estaba haciendo presa de todos sus temores, no entendía que estaba haciendo allí, tampoco se pudo enterar en que momento decidió darle paso a la "familia", con toda naturalidad empezó a consumirlos, uno a uno, hasta perder todo referencia con la realidad, para así dar paso al viaje más maravilloso de su vida, un viaje en el que no existe tecnología, un lugar sin limites un lugar que es todos los lugares posible, donde te asomas por un punto, donde ese punto es todos los puntos del universo, puedes saltar a los brazos de la luna, puedes ir de tiempo en tiempo sin tener un sitio que te diga este es el final, no existe un orden, pero tampoco existe el caos, es el viaje mismo de todo lo que se sueña se puede encontrar en un viaje, quienes han realizado estas aventuras deben entender exactamente lo que trato de decir. Un lugar que es todos los lugares. En medio de la sierra, envuelto en un silencio natural, un silencio de máquinas, de aparatos, de gente con su paranoia, de gritos sin sentido, en medio de una luna extremadamente hermosa que le pide al sol que le lleve de la mano por los jardines secretos del amor. Allí, en ese preciso lugar, se le presentaron los "hermanos", le preguntaron en que le podían ayudar. Por un segundo el abuelo dudo en que debería pedir. Pensó en riquezas, en placeres jamás imaginados, pensó durante un largo rato, mientras tanto no dejaba de viajar. Por fin fue capaz de pedir. Deseaba tener el poder de curar. Deseaba que ellos los "hermanos" fueran su herramienta. Así fue como sostuvieron una larga amistad. Con el tiempo esta familia de hongos, estos "hermanos" como él los llamaba, terminaron por confesarle su secreto. El sitio donde ellos caían, se transformaba en su hogar eterno, era el sitio escogido por sus antepasados, después de su lucha constante ante el mal, caían no abatidos, sino porque le daban paso a los más jóvenes, ellos son ángeles caídos.


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