jueves, 5 de julio de 2007

Crónicas de una partida anunciada...
Me gustan las mañanas frescas, lejanas del calor insoportable, lejanas de todos los ruidos que no parecen naturales; existen pocos lugares así. Me da miedo salir a correr porque termino sudando como un demonio, aunque en realidad no se aún si los demonios sudan pero esas son las cosas que me pasan. Pasarse todo el día sudando debe ser insoportable. Muchas veces me preocupa el no ir por el rumbo que lo hacen todos los demás, es decir tener una pareja, tener hijos, tener los sueños que no llevan al suicidio sino a una forma de vida un tanto enajenada, lejana de ciertos principios que parecen divertidos pero que son necesarios para el buen vivir o el vivir acompañado en los días más difíciles de la vida, eso dicen los que saben. Debe ser interesante ver a una madre amamantando a sus hijos en donde a estos les brinque el hambre, de seguro bajo la lluvia el cuadro se convierte en un evento jamás imaginado o el andar por calles de una ciudad desierta cargando en brazos a los pequeños retoños, según esto, los hijos constituyen una garantía de evitar la soledad en los años futuros, cuando todo sea más complejo, quizá todo ello sea el cuento más largo o tonto. Del mismo modo que los sueños suelen salirse de control, así es el miedo, ese miedo que nos llevaba a debatirnos ante situaciones que nos atrapan o nos hacen reír sin tener una razón para todo ello. Ayer fui al cine, mientras observaba un trama de lo más fatal, por mi mente pasaban una serie de circunstancias o recuerdos tontos, una serie de situaciones que me han llevado hasta este espacio, hasta estas circunstancias, hasta enfrentamiento diario. No fui solo al cine, me han acompañado, esa compañía grata de la gente que esta dispuesta a escuchar, de la gente que entre todo su andar te brinda una compañía del todo significativa. Pensé, hable, soñé con las cosas diarias de mi vida, analice una serie de circunstancias, pero sobre todo me instale en mis miedos, en mis prontas derrotas. Observe con detenimiento que ante mis temores las pasiones van cobrando otros rumbos. Puedo decir que identifique que esta vez perderé la oportunidad más grande de mi vida, esa oportunidad de ser en realidad feliz. El último tren con destino al punto que más nos interesa suele salir a tiempo de la estación, el mío comenzó su marcha, así que debo correr si deseo alcanzarlo o conformarme con la idea de que ya nada es posible.
Tengo la posibilidad de realizar un nuevo recorrido por algunas "paredes" de este mundo, saltar de un espacio a otro, encontrarme con los olores únicos de una Europa que se encuentra desde siempre en el mismo entorno. Un lugar mágico que siempre espera, un visita a los entornos menos imaginados, dejarse sorprender, llenarse de sabores únicos, de una vida diferente, tengo la oportunidad de abordar el tren con rumbo a la felicidad, pero al mismo tiempo me pongo a dudar que si es en verdad eso lo que deseo. Mi tren se marcha, ese tren que para septiembre tomara el rumbo de todos sus sueños, mi tren que silba a cada milímetro que va rodando, que me llama, que me invita, el tren de todas mis pasiones, mis desencuentros, ese desamor que durante años me complica, que me hace perder el rumbo de mis caminos. Viajar, una vez tras otra, viajar al interior mismo de todo lo que uno desea, viajar sin límites, dejarse llevar por una pasión que dentro de todo parece estar arropada por la más loca de las cegueras, pero que es uno en le mundo sin los viajes dentro de los sueños, qué es uno sin sueños dentro de la vida…Amor, desamor, pasión, mis miedos se crecen, me atrapan, me condenan, me llevan a la puerta de un mundo que aún no entiendo, puerta donde pocas veces me veo cruzar, luego los viajes de un punto a otro, luego esta marcha de ideas, de sueños, de pasiones que no tienen un punto en común, pero que sin duda atrapan, cansan, deterioran la visión del que vive inmerso en ello. Decir o hacer, buscar o dejarse llevar, entregarse sin más resistencias, olvidar los miedos, que demonios digo, que tonterías hago, a que me atrevo, de dejo de lado, que parte de mi vida se cansa, deja de levantarse para seguir con la cabeza agachada por el resto de sus días, a donde voy en realidad, a quien le importa, a veces creo que a nadie. Todo esto va dentro de una locura a la que hoy decidí llamar la crónica de una partida anunciada, no trato de anunciar mi partida o mi una más de mis locas aventuras, tampoco me ponga a la mano una serie de circunstancias que me orienten de nuevo a dejar este entorno, lo cierto es que me debato entre lo que debo, entre lo quiero, entre lo que haré. Entiendo de una plática instantánea que durante mucho tiempo más seguiré despertando solo, lo importante no es con quien o como despiertes sino todo lo que se pretende ser o hacer, eso es en el fondo lo importante. Ideas que no llevan a ningún sitio, reflexiones que surgen de la mano de una creación, de un entorno un tanto complejo, un tanto extraño, un tanto ajeno, ideas que surgen dentro de la necesidad de complicarnos el andar, dentro esa necesidad de no sentir por más tiempo ciertos vacíos, vacíos que no son otra cosa que un reflejo, pero el reflejo de que, de los silencios, de las pasiones ahogadas, de esa incapacidad de hacer lo que en verdad se desea, de ese mundo que nos aleja de lo que en verdad queremos o lo que pretendemos querer o lo que alguna vez fue lo más amado, pero ahora es parte tan solo de los recuerdos, en fin un mundo cambiante donde un día, un imagen, un beso, unos ojos, una personalidad, lo transforman todo, un sueño es en verdad mucho más poderoso.

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