viernes, 29 de febrero de 2008

sueños...



Anoche tuve un sueño inmerso en la actualidad, es extraño, pero estaba en casa, creo que en la casa de la ciudad de México, pero el resto del escenario era la casa de mamá, claro que sea lo que sea, estaba en el camino más largo rumbo a la escuela, la primera escuela, la que define según dicen el carácter. Andaba descalzo, no se porque me impacte con esa situación de andar descalzo, de chico, siempre descalzo, una porque no me gustaban los zapatos y la otra es porque tenía que cuidarlos, el dinero no alcanzaba para tener más de un par, incluso tenerlos ya era un lujo. Alguien me estaba llamando por mi nombre, no el nombre con el que me conocen todos, ni el nombre de ahora, ni todos los nombres posibles, sino el nombre con el cual crecí, Beto, me decían Beto, a veces me molestaba tanto que me nombraran así, prefería ser nombrado por mi apellido materno, aún lo prefiero, aunque no me desagrada que me nombren como cada uno quiera. La calle es ancha, hace un tiempo ya que dejo de ser terracería, no crean que se modernizo y esas cosas que vienen de la mano de las nuevas épocas, con problemas le pusieran un relleno y un poco de concreto, quizá para hacerla mucho más caliente de lo que era antes, como era antes, cuando iba a la escuela es como se apareció en mis sueños, una calle de tierras sueltas, con una aspecto más o menos agradable a la vista, pero sobre todo, agradable al tacto, ya se imaginan en medio de un calor insoportable y esa tierra, por debajo de la capa superficial un tanto fresca, que daba gusto arrastrar los pies dentro de ella, hasta sentir que no había nada igual en todo el mundo. Se aprende a caminar descalzo en medio de la tierra ardiente, aunque de alguna forma no deja de quemar. Allí estaba yo en mi sueño, listo para salir corriendo, aunque no entiendo porque tenía esa necesidad de correr o esas ganas por hacerlo, el caso es que estaba a la espera de una orden o un disparo que hiciera saltar todos los mecanismos que accionan la marcha a todo lo que el cuerpo da, si es que el cuerpo da para esas cosas. Es muy extraño esto de los sueños, sobre todo para mí, recordar esas cosas, casi siempre me parecen imposibles, quizá en estos días que mamá me habla de sus miedos, de las cosas que le espantan al estar soñando, este intentando conectarme a sus sueños, a sus emociones, quizá de alguna forma intente ayudarle con esos demonios que la visitan y le hacen temblar, quizá no sea otra cosa que una sensación condicionada por llegar y rescatarla, pero a veces los sueños no saben de caprichos y esas misiones son imposibles de cumplir. Qué puede uno hacer en medio de una calle de casi un kilómetro de largo, que se puede pretender en medio del sueño cuando en todo momento estas dispuesto a salir corriendo, como para distraer al cazador de su presa, como para ser el foco que distraiga a los demonios de otro sueño, pero me parece imposible participar en otro sueño, es imposible, supongo, ser parte de un gran sueño o del colectivo de muchos sueños, se imaginan si uno pudiera programar esas cosas, si uno pudiera entrar en común acuerdo al sueño de los demás e investigar lo que allí sucede, fotografiar incluso todo lo que pasa, luego, que colores tendrían las fotografías del sueño, incluso ahora mismo me pregunto cual era el color del ambiente de mi sueño, dicen los que recuerdan con precisión sus sueños, que alguna vez estuvieron en medio de un paisaje hermoso y único, o tal vez un pasaje único y hermoso, que importa el orden, el caso es que en mis sueños, no logro recordar los colores, pienso que soy quien le pone esos colores, pero ya de una manera conciente, lo de anoche, el espacio, me parecía tener un matiz a viejo, ese matiz un tanto sepia, aunque hubiera preferido todo en blanco en negro. Durante seis años nunca interrumpidos, me dedique a caminar ese camino, no era otra cosa que la ruta a la escuela, con el tiempo pienso que esa misma ruta definía mis andares por el mundo, llegue pensar que de seguir siempre en línea recta podría llegar a cualquier lugar, pero como darse cuenta si la línea continua siendo recta o uno comienza a dar pequeños cambios de dirección que a la larga se conviertan en curvas. Nunca pensé que de tanto andar con las pies descalzos, cada que me fuera posible, terminaría por pisar otros suelos, otros mundos y otras historias paralelas, no imagine, ni el norte o el sur de este planeta, no imagine conocer tanta gente, el mundo de esos tiempos se restringía a carretas, a campesinos que se lamentaban su suerte, a niños que no eran capaces de aprobar un curso elemental y profesores incapaces de hacerles entender el verdadero sentido de estar en la escuela, me enfrente a batallas locales que definirían mi andar global, eso suena a consumismo, a lo globalización que a muchos nos parece agresiva sin adentrarnos en ella. Que importa esas son las cosas que pensaba. Pero allí estoy en medio de una noche de sueños, se de forma conciente que estoy soñando, con todo eso, trato de manipular mi sueño, invito a los recuerdo a los viejos conocidos a que me acompañen, creo que convoco a una carrera, quizá era la carrera por la vida, “l que llegue primero escoge compañero”, ese era el juego más constante. Hablando de juegos, yo tenía a mi súper héroe, no vayan a pensar que era el hombre araña o el capitán América y mucho menos súper man. El mío era un tipo enmascarado, que manejaba un pequeño auto deportivo. La imagen que más recuerdo de sus películas, es cuando se sentaba frente a la radio de onda corta y lanzaba su llamado de auxilio. “El Santo, llamando a Blue Demon”. Por supuesto que no podría tener otro héroe, es decir como mexicano, me encantan las mascaras, no tanto por los luchadores, sino por la lucha misma de todos los días, esa lucha donde cada uno desea salir victorioso, esa lucha que nos define, ser un tipo con mascara, es parte de la identidad, de lo que en verdad somos, de lo que define nuestros juegos, nuestras aventuras, nuestros desvelos, esto con madres ser luchador enmascarado, no se necesitan de telarañas y artificios tecnológicos, basta una mascara, si tienes un poco más dinero, pues te compras una capa y entonces todo se pone a modo, a pedir de boca, todo se pone sabroso y puedes jugar como nunca, te montas a la escoba y tienes un caballo o el auto con más caballos que alguien pueda imaginar. Ahora que hablo de los caballos, pienso que desde entonces aprendí a correr, era el más rápido de mi generación y de unas cuantas generaciones más grandes, aprendí a correr no se aún porque, quizá porque no deseaba padecer los efectos del hambre o porque el espacio en el hogar así lo demandaba, después de todo nada es como uno quiere, nada es parte de la realidad inventada, todo tiene otro sabor, ese crudo sabor que nos hace parecer débiles, pero estaba muy correr, ganarle a todos, saltar del árbol, lanzarse al río, no tener límites, estaba todo aquello a pedir de boca y con un héroe, que más se puede pedir, uno no sabe en esos tiempos de amores, de complejos o de distancias, uno no se entera de las necesidades que arrojan a un mundo que algunas veces nos parece agresivo, las mascaras a esa edad son símbolos de poder, de juego, de dominio, de lucha, a esta edad, después de casi tres décadas, las mascaras son una herramienta fundamental para poder seguir luchando, para poder seguir corriendo. Qué era un niño sin mascaras en aquellos tiempos, quizá un desposeído, aunque el campo para jugar era abierto y nuestros ojos no encontraban los límites, solo existía un lugar que nunca podíamos atravesar, pero eso estaba en nuestra imaginación y en nuestros miedos, hoy en día esos lugares tan inmensos, me parecen poca cosa, como si con los años, el suelo, la tierra, esos rumbos se fueran enjutando, haciéndose más pequeños, como si una joroba les hubiera salido y les doliera verse igual que cuando niños. Una joroba, no conocí en aquellos años a alguien que tuviera una joroba, ni siquiera a un camello, quizá porque no iba al circo, el dinero solo alcanzaba para las cosas básicas, eso si, siempre se tenían tortillas en la mesa. La pobreza no era un símbolo o una discapacidad social, era una forma de vida, una plenitud de lo que se podría hacer, tampoco la pobreza era un pretexto para no poder hacer nada o exigirles a nuestras madres que ya teníamos hambre, cada uno a su manera ayudaba con la economía de la casa, cada uno buscaba la forma de tener sus juegos a bajo costo, correr era muy barato, si lo hacías descalzo, los zapatos duraban mucho más, esconderse, nadar en el río, soñar, observar las estrellas no tenía un costo integrado, jugar a la pelota era posible si todos nos poníamos de acuerdo y cooperábamos para comprar una, pero eso sucedía una vez en la vida. Los regalos si eran juguetes nos venían mucho mejor, ya se imaginaran cuando tuve un balón profesional en mis manos y luego que estaba firmado por los jugadores del Cruz Azul, aunque confieso que no me gusta el fútbol, no como para hacerlo mi actividad preferida. Pero todo esto no se ni porque lo cuento, si la idea es hablar de mis sueños de anoche, cuando alguien me nombraba como antes, cuando alguien me decía que yo podía llegar primero y estaba en medio de una calle de mi infancia y allí mismo había voces de la gente que ahora conozco, voces de arrepentimiento, voces informales que te decían que todo era parte de un desliz emocional, voces que provenían de todas partes del mundo, y la casa, siempre la casa de mi infancia, pero ahora mudado a un espacio de la gran ciudad, y listo para despegar como si esa fuera la única razón para estar soñando, mientras los demonios de mi madre la hacían presa del pánico, creo que no sabía que estaba pasando, pero deseaba dirigirme a ella y no sabía aún que hacer. ¿Correr? Eso fue lo que hice, empecé a correr como loco, pero conforme avanzaba, el lugar al que deseaba llegar se hacía más y más lejano, pensé que se trataba de un engaño, de un truco de mi mente que no se atrevía a descubrir lo que me esperaba más adelante, pero tampoco podía ir más rápido, que carajo, pensé en pararme, pero ya no era una buena idea, no había visto mi rostros pero estaba seguro que llevaba una mascara del Santo, eso hacía yo allí, estaba trabajando de héroe, tenía que vencer a las brujas, a los demonios o a los burgueses, aunque no se muy bien si aún existen los burgueses, quizá debería de vencer a los que tienen el poder, serán acaso lo políticos, los adinerados, en realidad nada de eso tenía sentido, pienso que mi tarea era la de derrotar a los demonios que atrapaban los sueños de mi madre, pero al parecer ese no era el camino correcto. Entonces alguien me hablo dentro del sueño y note que su rostro no correspondía a la cara que me mostraba, pensé de inmediato dos cosas, la primera es que de seguro tenía una mascara y la segunda es que fingía la voz, una voz se puede fingir, pero pocos saben los secretos que nos unen a los demás, quede sumido en una confusión sin sentido. Pensé en el amor y sus héroes, si es que los tiene, pensé en tantas cosas antes de llegar al último punto de esa carrera, mientras alguien me distraía, no todo el tiempo era la misma voz o la misma imagen, alguien se encargaba de irlas cambiando, deje de preocuparme.
Soñar. ¿Para qué diablos soñar? Suena duro, se que no es parte de lo que me distingue, pero que sentido tiene toda esta aventura, que sentido tiene el salir de la cama con los pies descalzos, a los treinta y seis años, luego ponerse una mascara, sentirse héroe y creer que se pueden solucionar todas las cosas de esta vida, que sentido tiene viajar tantos años con destino al pasado para poder observar un largo camino que serpentea con rumbo a la misma escuela pero que ahora tiene otro disfraz, otras gentes, otros tiempos y el mismo espacio físico, que sentido que mis sueños tengan que despegar en ese espacio de terreno, como si fuera una pista, y de allí lanzarse al mundo y recorrer una ciudad Europea o el sur de este continente con la misma frescura de cuando se tenía entre seis y doce años, acaso me estaré volviendo un hombre común y toda mi locura se este mutando a las cosas que se hacen a diario para poder sobre vivir, acaso es necesario tener una responsabilidad de vida, con una pareja, con hijos y con sueños de grandeza y decir que uno se a domesticado, y que desde ahora esta dispuesto a realizar las tareas que nos impone una sociedad que se encarga del consumismo en su máxima expresión, acaso es tiempo de sacar dinero de todos los rincones, de exprimir acaso la alcancía porque lo que tenemos en cuenta no nos alcanza para tener un crédito y sin ese crédito no somos capaces de comprarnos nada, aunque después se le deba la vida y unos años de la eternidad a los bancos, acaso es tiempo de dejar de creer que estoy en medio de la locura más extrema y volverme a la realidad y soñar que estoy descalzo en medio de un camino, con una mascara blanca que me inmortalice y correr como nadie que es lo mismo que estupido sin saber a donde quiero ir, pero aún así me pongo a correr porque las voces que me siguen demandan de mi ayuda y demandan que les diga todo lo que pasa por mí y en mi vida y porque creen tener derecho a saberlo todo cuando no te dan nada y dentro de esa nada unas cuantas palabras parecen que los definen y piensan que es suficiente carnada para que pueda soltarme de la lengua y entonces, entonces poder decir que estoy mal o bien y que debí entender que el mundo no es diferente si estoy o no en el, pero que cuando guardo silencio me veo extraño y no debería callar porque mi tarea es estar pendiente de los demás y las voces siguen y continuo corriendo, no he venido a rescatar a nadie de sus sueños, no he venido con la idea de que mi madre tenga una noche sin sobre saltos, después de todo son sueños, sus huéspedes constantes los que le visitan y entonces, mi sueño es algo muy loco y poco intenso, pero que me hace sentir por un segundo más la tierra de un lugar que hace un buen tiempo quedo sepultado bajo los efectos de la llamada modernización y los restos de concreto que tal vez estén mezclados con asfaltos y los niños de ahora no podrán ver la gran laguna que se hacía en medio de ese camino, justo antes de llegar a las vías y que teníamos que rodear para no mojarnos los zapatos, pues sin ellos no se podía entrar a los salones de clases y era importante tenerlos bien porque no nos podrían comprar otros sino hasta el próximo desfile de independencia, nuestros pies no tenían derecho a crecer, como otras tantas cosas, me cansé de correr y decidí que era tiempo de despertar, no llegue a ninguna parte, pero antes de abrir los ojos, estaba de nuevo en Lille, empezando un viaje con rumbo a Brujas en Bélgica, me dije que "chingaos", vuelve a dormir esto se empieza a poner bueno.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y esos gigantes locos que abrazan el aire y danzan a su son....

No cambies nunca Carlos, eres único.

Un beso y seguimos soñando.