martes, 11 de marzo de 2008

bicicletas...


Mientras leo tu correo escucho “some where over the rainbow”, existen varias versiones, la que más se adapta a mi forma de pensar, de ser, en eso del ritmo por supuesto, es la que lleva un sonido un tanto “hawaiano”, tantas versiones podrían terminar por deformar el sentimiento que uno pueda sentir por las cosas, las canciones o los escenarios de un lugar, incluso un sonido es capaz de atraparnos para siempre o dejarnos en medio de una desolación total, el verbo es lo importante, sin ese dialogo no existe nada, nos vamos quedando sin emociones porque es la única forma de expresarnos, de sentir, de saber que estamos vigentes. Aunque no lo creas recuerdo las pocas cosas que hicimos durante nuestro trayecto en la universidad, no grandes cosas, pequeñas cosa que son las que marcan de forma definitiva a una persona, recuerda las clases con la maestra de economía o algo así, no recuerdo el nombre de la clase pero si las clases, y la compañía que nos quisimos regalar.

Te veo por esas calles, te imagino cuando vas de un sitio a otro al ritmo que tú le imprimes, correr, caminar o deambular no es otra cosa que sentirse lleno de energía, la bicicleta es un buen vehículo porque nos permite investigar acerca de nuestra buena salud, entre otras situaciones ventajosas, sin duda creo que el mejor lugar para hacerlo es la ciudad de México, porque solo así se puede conocer y reconocer el lugar donde uno habita y así entender su grandeza. De las ciudades lejanas o ajenas o como cada uno le llame, puedo decir que son como las mujeres que desconocemos, uno las recorre, no se cuantas veces, es puro placer; es esa sensación increíble que nos causa el perdernos entre todas sus callecitas y espacios escondidos. Luego cuando los días pasan, parece que todo se torna familiar y se corren dos riesgos, el primero es que terminemos por aburrirnos y no descubrir otros encantos mágicos, como ese placer propio de hacer explotar y hacernos explotarnos en el clímax de la pasión; no es locura la idea de comparar a una ciudad con una mujer. El encanto de las mujeres esta precisamente cuando nos reconocemos en ellas, lo mismo pasa con esas ciudades ajenas. Así que no debemos quedarnos con la impresión de que algo se nos escapo y entonces la aventura sea, digamos incompleta. Recuerdo la canción que te mencionaba a un principio y con ello se que también la escuche en la película del mago de Oz, pero me quedo con la versión que antes te he mencionado.

No dejes de alquilar una bicicleta es mucho mejor que un auto, no tengo duda de ello o quizá porque no se manejar un auto declinaba por la bicicleta. Claro que estando en una ciudad opuesta a la gran cuidad, (que es como le llamo al D.F.) la idea de andar en auto debe ser atractiva, porque entonces se puede sumir el acelerador a fondo.

La idea de pasear en dos ruedas es sin duda algo lleno de romanticismo, los atardeceres, cruzar puentes, pensar en el amor que espera en casa, sentir en la carne el golpe propio del viento y sentir como el ambiente nos acaricia, nos hace recordar que nuestros sentidos trabajan al ciento por ciento, y la experiencia que con ello se gana, esa experiencia que nos hará atesorar de manera intensa todo lo que se pueda vivir en ello.

La suerte de andar en la bicicleta es que podemos formar un mapa mental, adueñarnos de las calles de otra ciudad y de todo lo que lo conforma, mientras que el peatón en su lentitud diaria no logra avanzar al mismo ritmo y puede ser que se canse de buenas a primeras y deje muchos espacios sin recorrer, un taxi, subterráneos, u otras formas de transportes me parece un crimen, algo tan simple que no nos lleva a nada; en bicicleta seguro que te aprendes hasta el número de baches y otras deformidades del pavimento.

Quizá todo este cuento no sea otra cosa que mis sueños infantiles, donde la triste rutina de no tener nada y desearlo todo, me convirtieron en un andante de calles, buscaba atajos, buscaba reconocerme en todos los rincones, quizá tenía todo el tiempo del mundo y ni con todo eso pude lograr lo que pensaba o deseaba. Es libertad sin duda, el poder ir a la ligera y libre por donde se le antoje a uno. ¿Un anhelo?, sí se quiere ver así, sin duda lo es. Se quiere y se sueña tanto con estas aventuras, es como abrir las alas y pensar que uno puede llegar hasta el infinito, pero siempre en dos ruedas, sino es mucho pedir. La gracia he dicho antes es la de no privarse de nada.

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