lunes, 31 de marzo de 2008

otra interrogante más...


¿Sí despues de todo no llegan más las letras? Que importa, si aún estoy vivo....

sábado, 29 de marzo de 2008

Descubrimientos...


Para poder contar historias tenemos que hacer que pasen cosas en nuestras vidas, un romaqnce, un dolor, una enfermedad, un mundo en soledad,algo, tenemos que hacer algo, lo que sea, pero que pase, porque no todo es invento sobre letras e historias que nunca existieron...

viernes, 28 de marzo de 2008

Encrucijada?


A veces tengo ganas de que todo se lo lleve la chingada, otras veces ni siquiera ganas de eso...

martes, 11 de marzo de 2008

bicicletas...


Mientras leo tu correo escucho “some where over the rainbow”, existen varias versiones, la que más se adapta a mi forma de pensar, de ser, en eso del ritmo por supuesto, es la que lleva un sonido un tanto “hawaiano”, tantas versiones podrían terminar por deformar el sentimiento que uno pueda sentir por las cosas, las canciones o los escenarios de un lugar, incluso un sonido es capaz de atraparnos para siempre o dejarnos en medio de una desolación total, el verbo es lo importante, sin ese dialogo no existe nada, nos vamos quedando sin emociones porque es la única forma de expresarnos, de sentir, de saber que estamos vigentes. Aunque no lo creas recuerdo las pocas cosas que hicimos durante nuestro trayecto en la universidad, no grandes cosas, pequeñas cosa que son las que marcan de forma definitiva a una persona, recuerda las clases con la maestra de economía o algo así, no recuerdo el nombre de la clase pero si las clases, y la compañía que nos quisimos regalar.

Te veo por esas calles, te imagino cuando vas de un sitio a otro al ritmo que tú le imprimes, correr, caminar o deambular no es otra cosa que sentirse lleno de energía, la bicicleta es un buen vehículo porque nos permite investigar acerca de nuestra buena salud, entre otras situaciones ventajosas, sin duda creo que el mejor lugar para hacerlo es la ciudad de México, porque solo así se puede conocer y reconocer el lugar donde uno habita y así entender su grandeza. De las ciudades lejanas o ajenas o como cada uno le llame, puedo decir que son como las mujeres que desconocemos, uno las recorre, no se cuantas veces, es puro placer; es esa sensación increíble que nos causa el perdernos entre todas sus callecitas y espacios escondidos. Luego cuando los días pasan, parece que todo se torna familiar y se corren dos riesgos, el primero es que terminemos por aburrirnos y no descubrir otros encantos mágicos, como ese placer propio de hacer explotar y hacernos explotarnos en el clímax de la pasión; no es locura la idea de comparar a una ciudad con una mujer. El encanto de las mujeres esta precisamente cuando nos reconocemos en ellas, lo mismo pasa con esas ciudades ajenas. Así que no debemos quedarnos con la impresión de que algo se nos escapo y entonces la aventura sea, digamos incompleta. Recuerdo la canción que te mencionaba a un principio y con ello se que también la escuche en la película del mago de Oz, pero me quedo con la versión que antes te he mencionado.

No dejes de alquilar una bicicleta es mucho mejor que un auto, no tengo duda de ello o quizá porque no se manejar un auto declinaba por la bicicleta. Claro que estando en una ciudad opuesta a la gran cuidad, (que es como le llamo al D.F.) la idea de andar en auto debe ser atractiva, porque entonces se puede sumir el acelerador a fondo.

La idea de pasear en dos ruedas es sin duda algo lleno de romanticismo, los atardeceres, cruzar puentes, pensar en el amor que espera en casa, sentir en la carne el golpe propio del viento y sentir como el ambiente nos acaricia, nos hace recordar que nuestros sentidos trabajan al ciento por ciento, y la experiencia que con ello se gana, esa experiencia que nos hará atesorar de manera intensa todo lo que se pueda vivir en ello.

La suerte de andar en la bicicleta es que podemos formar un mapa mental, adueñarnos de las calles de otra ciudad y de todo lo que lo conforma, mientras que el peatón en su lentitud diaria no logra avanzar al mismo ritmo y puede ser que se canse de buenas a primeras y deje muchos espacios sin recorrer, un taxi, subterráneos, u otras formas de transportes me parece un crimen, algo tan simple que no nos lleva a nada; en bicicleta seguro que te aprendes hasta el número de baches y otras deformidades del pavimento.

Quizá todo este cuento no sea otra cosa que mis sueños infantiles, donde la triste rutina de no tener nada y desearlo todo, me convirtieron en un andante de calles, buscaba atajos, buscaba reconocerme en todos los rincones, quizá tenía todo el tiempo del mundo y ni con todo eso pude lograr lo que pensaba o deseaba. Es libertad sin duda, el poder ir a la ligera y libre por donde se le antoje a uno. ¿Un anhelo?, sí se quiere ver así, sin duda lo es. Se quiere y se sueña tanto con estas aventuras, es como abrir las alas y pensar que uno puede llegar hasta el infinito, pero siempre en dos ruedas, sino es mucho pedir. La gracia he dicho antes es la de no privarse de nada.

martes, 4 de marzo de 2008

Ruegos al tiempo…




Al tiempo
le pido
una tarde
en Burdeos
una noche
en Quito
un amanecer
con mis amigos
una isla
donde nadie
hubiera
estado
un azul
inmediato
una loca
pasión
un sueño
sin fin
un fin
sin sueños
y el tiempo
breve
a disposición
de todos

A ritmo de los amigos...


A ritmo de los amigos…

Estar allí, en el lugar
sin límites, en el todo
de esta nada compleja.
Estar allí sin medir
los tiempos o las distancias,
sin preocuparnos de si unos
brazos nos arropan
o si unos labios nos tocan,
si preocuparnos que nada
es como imaginamos
y que las cosas tienen
su ritmo, su ruido
su caprichoso mundo
que a veces no entendemos,
que otras veces creemos
entender en medio
de esta catarsis diaria.

Más andares, más locura
calor en todo el cuerpo
vasijas que atrapan
nuestros alimentos
barro que nos conforma
ciudades que nos atrapan
movimiento perpetuo
inquietud, un instante
y de nuevo ese movimiento
inquieto, labios que no
esperan, cuerpos
que nos olvidan
mientras todo eso pasa
algo me lleva a ti
inevitablemente,
quizá sea el amor,
pero nunca la costumbre.

lunes, 3 de marzo de 2008

Una tarde de domingo


Una tarde de domingo…
Casi todos los pueblitos tienen un letrero a la entrada de ellos que nos habla de su nombre y el número de habitantes; uno no puede pensar en otra cosa que no sea la cantidad mínima de gentes que vive en ellos, quizá sea por el efecto de estar en grandes ciudades, casi siempre no falla la comparación, esa de decir que ni siquiera podrían llenar un estadio de fútbol, por supuesto que una cosa no tiene que ver con lo otra, pero los números casi siempre nos suelen decir más cosas de lo que en verdad son, entre 600 y 800 habitantes es hablar de pueblos grandes. Aunque los censos poblacionales se tardan mucho en ser actualizados, pocas veces esos letreros son cambiados y nos hablan de la realidad, es cierto que muchos nacen, pero igual de cierto es que la gente se marcha a las ciudades, y porque al muy cercano país del norte.
Casi todas las casas se ven tristes, no quiere decir que estén tristes, sino que la gente escoge colores muy de lamento, son pueblos que están llenos de polvo y así se ve todo, llenos del abandono, de los sueños y de la capacidad de asombro, por allí seguro que ven la televisión y están enterados de tantas cosas que para algunos citadinas pudieran parecer un tanto asombrosas, lo cierto es que no tienen una biblioteca y de allí que no puedan tener esta bendita manía de leer, que decir del cine o de la buena música, aunque eso de la buena música, pues depende de los gustos. Las casa por dentro, deben tener un color especial, la verdad es que a estas alturas ni quien tenga interés por mostrar sus casas, tantas noticias de secuestros, de muertes y agresión, hace que todo mundo tenga desconfianza, todos desconfían de todos, incluso algunos desconfían de los niños.
No existen muchas calles y por lo tanto son pocos los cruces eso, sin contar con la presencia de las esquinas, a mí me gustan las esquinas, si esos pueblos los pudiéramos ver desde el aire, me crean o no, pero estoy seguro que se vería una cuadricula perfecta, donde existen más espacios vacío que llenos, las casas serian los vértices de cada cuadrado y su correspondiente vacío. Allí las casas no están encimadas unas con otros, que decir de esas paredes que se juntan a las otras para ir robándose el calor, allí cada una cuenta con muchos metros de vacío, al igual que la gran soledad que debe embriagar a sus dueños, aunque a veces creo que son mucho más felices que nadie, por no sufrir el estrés de llegar tarde al trabajo o por no tener dinero para comprarse la ultima novedad tecnológica, en realidad algunas ventajes debe representar el vivir allí. El aire se escucha mucho más inquietante. Eso si, en esos lugares no hace falta una iglesia y que decir de las cantinas, a veces me pregunto si en un sitio tan pequeño las prostitutas, encuentran trabajo o son las primeras que tienen que emigrar de la ciudad, me pregunto si la gente nace con su vocación y esas mujeres que no saben hacer otra cosa, se condenan a un oficio que les roba el aliento. A veces tanto el silencio que parece que el pueblo estuviera suspendido en un espacio inexistente, me desespera no escuchar el bramido de tantos motores a la vez, los “cláxones” rompiendo con los sonidos naturales aunque en las grandes ciudades las cosas naturales parecen ser productos del invento del hombre, los sonidos que podemos conocer de la naturaleza, allí no tienen un espacio, son extranjeros.
Crecí en un lugar que habla de la existencia de más de 80, 000 personas, por lo menos podríamos juntar a todas esas persona en un estadio de fútbol y hacerlos conocerse a todos, pero ese letrero esta desde que tenía unos seis años, no se cuantos se han muerto ya de esa cifra y cuantos más han nacido, seguro la tasa de crecimiento es mayor a la tasa de mortandad, y seguro que necesitaríamos construir un estadio más grande para juntar a todas esas gentes en un mismo espacios. Eso si, recuerdo tantos sonidos, sobre todo el de río, representaba sin duda el único instante en el que me sentía totalmente libre, el instante mismo que me hacía transportar todas mis inquietudes a otro rumbo, a otro espacio, incluso esos ruidos me parecían sino los más hermosos, si los placenteros, por supuesto que ahora la cosa es diferente, para poder sentir que estoy vivo, necesito del ruido de los motores, de la gente que nunca se calla y de una especie de música cacofónica que sale de las ventanas para mezclarse y hablar de lo que la gente escucha y siente, eso estar vivo, eso estar en medio de los momentos catastróficos, de lo que la gente de afuera llama gran ciudad y huye, la gente tiene miedo a tanto ruido, piensan que eso es el infierno. En donde crecí decían que todas las cosas eran de la comunidad, por supuesto que ese es otro de los locos sueños, por supuesto que muchos ni siquiera saben el significado de esas palabras, las cosas más simples y la gente busca adueñarse de todo concepto que les haga parecer más rico, la vida grandes ciudades es un tanto diferente, en las fachadas de las casas solo dice el número y alguno que otro despistado, venido a más, de esos que abandonan sus pueblos y por alguna razón se establecen en las grandes urbes y les va bien, pues ponen sus nombres con apellidos. En algunos pueblos las gentes ponen a sus casas sus nombres y apellidos, en algunos otros lugares no alcanza para ese lujo. Muchas casas permanecen toda su vida con las ventanas y puertas abiertas, otras ni siquiera las tienen y no imaginen que la gente no tiene por donde entrar, lo que quiero decir es que son espacios que no tuvieron más tiempo o más dinero para llenarse del lujo de contar con una puerta. Como dije antes, existen pueblos que no tienen memoria, que no tienen un pequeño espacio para la existencia de los libros, a no ser de aquellos que son obligatorios para la educación básica, pero existen lugares donde la gente debe trasladarse grandes distancias para estar en medio de mucha gente tratando de aprender lo que les corresponde a su grado escolar y un maestro que pelea con todos, cuando quizá el único sueño que tienen es aprender hacer cuentas y digamos que a medio leer, pero eso poco importa. Lo que importa ni siquiera esta a la vista.
II
Estos pueblos están suficientemente alejados uno del otro, es algo extraño. Ahora que lo pienso, recuerdo pequeñas comunidades españolas que están quizá mucho peor que estos lugares, pueblos perdidos en medio de la nada, agazapados por la presencia de fuertes vientos, inmersos en una soledad catacumbita que invita a no volver jamás, ciudades donde algún famoso poeta pudo crear la más grande de la obras para la humanidad o ciudades que hoy en día sirven como escenario de películas comerciales que no representan la historia o el arte de un lugar, sino la magia correspondiente de sus escenas.
Por supuesto que en todas esas ciudades que me ha tocado conocer, existe un ambiente digamos más o menos parecido y que tiene que ver con la existencia de las iglesias, no se si todo ello sea por el miedo natural que nos traemos encima y buscamos la manera de protegernos de esas pasiones malvadas y demás tentaciones, o porque en verdad el poder de la iglesia sea tal, que se preocupa por estar en el más de los alejados rincones de esta tierra, quizá ninguna de esas cosas sea tan cierta y la existencia de las iglesias sea tan solo el resguardo que todo persona desea para bien morir, como una puerta al paraíso lejano de los hombres de esta tierra. Pueblos pequeños que inquietan, donde la gente sabe de caballos, de migraciones, de abandones, de traiciones y de muertes y de tantas otras historias que están esperando a que alguien se interese por ellas y las cuente.
III
Los colores de esas casas me deprimen, no dejen de ser una especie de pueblos fantasmales, donde uno puede imaginar con facilidad la corriente de un viento que arrastra con facilidad una serie de arbustos enrollados y que denotan el abandono. Por más que hago memoria no puedo recordar el nombre de esas bolas de de hierbas que recorren una ciudad, pero seguro muchas veces se han visto en las películas llamadas del viejo oeste. Acá en este norte, los pueblos no son pintorescos, como tampoco lo son fuera de este norte o fuera del país y hablo de los lugares que he conocido.
Sí la cosa no esta en el color, la cosa esta en que la gente no habla, no dice nada y cuando te cuenta una historia lo hace como con miedo de que lo hagas participe de tus aventuras o de que venga el ejercito a callarlos, acá la gente solo sabe que tiene necesidad de vivir y buscan la forma de hacerse de una vida menos complicada, si quieren seguir en el pueblo deben saber callar y saber que contar.
En estos pueblos te puedes enamorar de las cabras, de los borregos o las chivas, incluso de los caballos, esta prohibido poner los ojos en las pocas mujeres que puedan deambular por allí, digamos que ya están apartadas y que alguien llegue y les haga un ruido hormonal, puede causar grandes accidentes. En estos pueblos loas cosas son mágicas si uno desea aventarse de alguna cascada para caer en medio de un pequeño ruido tratan de advertirte que es muy peligroso, que un tiempo no muy largo alguien a muerto en sus aguas, o te hablan de especies raras que allí habitan y nadie se mete al río y nadie hace nada porque todo sea diferente, te hablan de prodigios de la naturaleza, del amor por ella, y de que no quisieran que pase, cuando de por si nada pasa con ellos.
En ocasiones he llegado a creer que uno debe respetar a un pueblo como tal, uno no debe meterse con sus costumbres, con sus raras ideas, bueno al menos a uno le parecen raras, pero otras veces pienso que es inevitable, así que he dejado de debatir y veo todo como una oportunidad de ir aprendiendo. No se cuantas cosas se pueden aprender en ese diario internamiento entre comunidades que se alejan de las grandes ciudades, de esa gente que nunca sale de la tierra que le ve nacer, esa tierra que podría conformarlo y allí mismo se regresa para guardar por siempre su identidad, su poca capacidad para moverse, quizá son seres que terminaron por acostumbrarse o incluso antes de nacer ya estaban derrotados por un destino, por una situación inexistente, digamos que son los condenados a desaparecer, a dejar un lugar en el completo abandono, hasta que el último de ellos termine por morir y no exista nadie allí para enterrarlo.
Insisto, la cosa no esta en el lugar y el polvo que lo inunda, la cosa esta en su gente que no desea cambiar en nada, siguen usando esos colores que se desprendieron de su imaginación, cuando de jóvenes servían de las diversas tropas que combatían durante la revolución y que una vez cansados se fueron quedando en pequeños poblados formando así su pequeña condena, lo mismo pudieron ser gentes que servían a las malas mañas, o porque no, quizá fueron de esos desplazados que se conformaban con un pequeño espacio para dedicarse a la vida que más les gustaba, pero de algún lugar tomaron esos lugares tan feos, tan muertos, tan llenos de miedo y abandono, tan llenos del polvo y de una estadística que dice el nombre del lugar y de los cuantos que allí viven. Así que seguí con mis locas ideas y disfrute de una tarde que empezaba a gustarme, sobre todo porque me estaba llenado de imágenes que en el pasado me habían causado una sensación interminable de placer, quizá recordar me hace entender lo vivo que estoy.

sábado, 1 de marzo de 2008

Carta a Julio Cortazar


Rocamadour...


Si pudiera, si tan solo por un segundo pudiera cruzar unas cuantas palabras con lo que eres, con lo que fuiste antes del “Aplastamiento de las gotas”, o que Rayuela, estuviera ante mí y me mantuviera con la respiración en vilo, no se que te habría dicho, pero seguro que hubiera pensado que solo eras un personaje más de los que gustan leer y escribir, sin importar el orden; pero después de leer Rayuela, después de notar ese laberinto lleno de espirales de lo que fuiste, de todos esos ruidos que estaban en ti, las cosas cambiaron, me convertí en adicto, y la verdad es que no duele confesar, en lo que termine; uno cree que esas cosas son imposibles, pero leerte es lo que me ha causado quizá la mayor adicción, aunque no se hasta hoy si esas cosas son buenas o malas, por supuesto que es imposible que leas esta tonta nota o esta nota sin tonterías, pero me nace decirte, al menos por un segundo que podría durar la misma eternidad, gracias por atraparme en ese loco mundo de vueltas y vueltas, gracias por sacar provecho a todo lo que te toco vivir, después de todo, quien escribe es porque algo en su vida le hace el suficiente ruido y entonces se siente con esa necesidad de ir sacando todo lo que trae dentro, me alegra que dentro de ti, hubiera mucho ruido, tanto ruido, confieso que pensé que eras el único “fama” de este mundo. En realidad esta no es un a carta, ni siquiera es un intento para estar frente a ti, soy tan lleno de miedos y prejuicios que de seguro que al darse la oportunidad me quedaría callado porque mi silencio quizá sería lo más noble, lo menos tonto que podría decir, pero claro esas son las cosas que en este instante se me ocurren, la verdad es que una vez que la voz se hace audible, una vez que los demonios se sueltan, no existe espiral alguna que me detenga, no existe nada que sea comparable a todos mis miedos como para quedarme callado, entonces, empiezo con este juego de emociones, de sensaciones, de incapacidades que dejan de serlo y me convierten en alguien que me parece extraño pero que me he ido habituado a convivir con él, en el fondo, siempre he creído que todos nos enseñamos a convertirnos en esclavos de nuestros demonios, aunque otras veces me pregunto quien domestica a quien, escribir, pensar que alguna vez pudiste leer esta noche es una palabra excitante, quizá algún día pueda decirte todas estas cosas, después de todo nadie sabe si existe el mundo del otro lado, de aquel lado donde todo lo nombran con la muerte y los eternos castigos o premios a nuestra forma de ser en este espacio que a la gran mayoría nos gusta, aunque en ocasiones nos parece digamos un tanto agresivo. Así que no escribo para que me leas, sino para no dejar de sentir estas cosas, para no olvidar lo que deseo decirte el siguiente día en que sea posible vernos, escribo porque de alguna forma le das otro sentido a la forma de ver las cosas, porque la espiral emocional, la espiral pasional tiene sus efectos diarios en todo lo que hago y entonces lo menos que puedo hacer es dejar constancia de todo esto y pensar que si tengo suerte lo recordare el día en que nos encontremos eso si es que no andas ya por otros lugares, por cierto el queso Rocamadour es muy sabroso, hasta que lo probé entendí tantas cosas de la “maga”, eres genial Julio Cortazar, y Rayuela, es el libro de mi vida…